Érase una vez... una noche de chicas ✨
✨🌜✨Sus padres no estaban. El castillo para ella, y no lo dudó. Aurora envió al Correo Real raudo en su corcel, para avisarlas a todas.
La orden era muy clara para la fiesta: que no faltara ninguna!!!
Blanca Nieves previsora, trajo café de sobra, ella y Aurora hoy no se iban a dormir.
Cenicienta vino ataviada con botas de cuero. Los zapatos de cristal habían salido por la ventana hacía tiempo, con ellos no se podía divertir.
Rapunzel se había cortado el pelo al dos y se lo había tintado rojo fuego. Ahora cantaba punk-rock y salía de su torre todas las noches.
Bella dejó de bailar vals con tazas y bestias: llevaba un piercing en la nariz y ahora era una artista de pole dance.
La Princesa del guisante, harta de no tener nombre, se hacía llamar ahora Hot Chili. Y ya le daba igual el guisante bajo el colchón: ahora tenía bajo la almohada un vibrador que sí notaba de verdad.
Por fin llegaron las tres hadas de Aurora: Flora, Fauna y Primavera.
¡Y que sería de una fiesta sin una sorpresa! Venían con Maléfica de invitada, pues habían echado pelillos a la mar, tras coincidir en un seminario de magia morada que era la nueva tendencia. Ya no había magia blanca ni negra.
Por la ventana apareció Madrina, el hada de Cenicienta (le gustaban las entradas espectaculares) y les lanzó un hechizo que las dejó a todas con tangas de encaje color negro y ligueros con medias de rejilla a juego. Para no aguar la fiesta, prometió que nada pasaría a las 12... ¡Si los tangas iban desapareciendo no sería por eso!
Blanca Nieves y Aurora se partían de risa, pues las dos sacaron de sus bolsos sendos arneses con generosos dildos acoplados. ¡Qué divertido, además de dormilonas, también tenían eso en común! Por supuesto, como buenas amigas prometieron turnarse para penetrarse la una a la otra.
Bella comenzó su baile en la barra vertical, mientras Cenicienta, Rapunzel y Hot Chili la observaban azoradas mientras se enrollaban entre ellas. Tan caliente se puso Bella de verlas, que al terminar su baile se unió a ellas y empezaron a comerse entre las piernas las unas a las otras.
Las cuatro hadas y Maléfica aprovechando la cama de Aurora (las camas de princesas son enormes) la habían convertido en redonda, y habían hechizado cinco esquivos ratones en cinco simpáticos (y muy profesionales) masajistas, que las hacían volar sin magia ni polvos mágicos.
Y la noche corría, y todo eran risas, con bailes y caricias, con besos, con sexo y alegría. Y este cuento no tenía moraleja, ni nada que enseñar, pues no había drama ni prejuicios que lamentar. Este cuento era picante y feliz, del principio hasta el fin. 🌜✨