ENTRE MUJERES- 28. Petra
El verano seguía. Eran las vacaciones de los profesores, de los maestros. Envidia general. Antes de entrar en el mercado municipal, Pedro recordó el dicho: ¿ Cúal es el sueño de un español ? Tener el sueldo de un ministro, el trabajo de un cura y las vacaciones de un maestro.Ahora en la pescadería. Era cierto lo que le había dicho a la vecina. Poca carne comía, prefería el pescado. Si era vendido y atendido por Petra, mejor. Esa misma Petra que marcó la huída de Sonia del apartamento frente al Mediterráneo. La compañera de correrías sexuales de la esposa de Anselmo. Pero Luís no era Anselmo . El marido de la pescadera le echaba uno cada día. El chocho de la tratante en peces finados siempre en necesidad, insaciable, Petra ninfómana, chupapollas habitual. Pronto lo comprobaría el filólogo.
Aquel martes sería el día. El de sentir en el falo los labios como morcillas de la pescadera, que se confundían entre atunes, rapes, merluzas, hielos. También el de descubrir “ La lozana andaluza “, el clásico de principios del XVI, en el maravilloso rincón con libros de balde del mercado municipal. Ese fue el primer hallazgo.
“ Señora, pues deso reniego yo, que me crece tanto, que se me sale de la bragueta“ . De bruces se dio el filólogo con el mamotreto XVIII, y allí topó con la página 126. La contestación del criado a la Lozana, tan andaluza como de origen la pescadera, le hizo crecer el badajo. Y le empujó a recorrer los 10 metros que separaban libros de pescados.
–Buenas, Petra, ¿ me pones un filete de atún ? –se acercó expectante Pedro
Las manos de Petra hicieron un corte limpio y preciso, más pulcro que el pensamiento que guió las palabras del profesor, envuelto en el olor a pescado de la parada.
—Sonia me habla de tí. Me cuenta lo bien que lo pasáis de fiesta, los sábados –dijo Pedro.
Sonrió la pescadera.
–Ya me ha contado Sonia lo del piso frente al mar. Salió bien contenta, por arriba y por abajo –avanzó la cuarentona, amparada en la soledad de clientela
–De eso se trataba. De agasajar a una mujer hermosa, llenándole la vulva y el estómago.
–Menos lobos, caperucita –pinchó la amiga de Sonia mientras decapitaba el atún.
–Pero, ¿ te lo ha contado todo, todo…?
–Sí cariño, y ha alabado el hermoso cipote que tienes –atacó la pescadera.
–¿ Quieres verlo ?
–Algo más quiero, nene
Y mientras las paredes de la trastienda contemplaban el falo, libre de telas, el susodicho sintió los morros de mujer en la punta, luego la lengua, al cabo las palabras.
• Los pepinos que se come la Sonia siempre los pruebo yo. Y ahora que te tengo a mano no te me escapas, tío. No hay nada como mis mam…
Las fauces de la hembra sintieron la corrida rauda del treintañero. La lengua relamió la leche que soltaba la polla y el sonido se acabó: “ ...adas “.
La “ Lozana andaluza “ salió del mercado bajo el brazo de Pedro, que ya tranquilo trocó olores de pescados y de hembra en sazón por mamotreto abierto:
“ Hermano, hermosura en puta y fuerza en badajo“
Sonrió Pedro, ¡ qué bien se escribía en la España del dieciséis !