ENTRE MUJERES- 27. Meraki
Los días sin sábados ni domingos. El despertar en el catre. Pedro cansado de embarcarse con galas en los mares de Onán. Cuerpos sí, sin letras. La vecina, ni cuerpo ni letras. Y decidió navegar las redes: dio en JOY. Descubrió que podía encontrar a la que vuela sin descender a los avernos. Se trataba de levitaciones de pupilas y pollas. Relatos escritos por hembras voluptuosas. Y se detuvo en Meraki, la de los bellos iris. Pero el profesor no andaba buscando luceros. Fue el culo de la rubia el que erizaba la verga. Las nalgas de Meraki tersas, blancas, redondas, sublimes. La palma de Pedro amigada con el falo, en un vaivén vertical que amenazaba raudo con inundar la imagen. Se detuvo. Quería saber. Fijó el culo de la tentadora.Huyó del egoísmo. Meraki le iba a regalar una corrida. Y aunque en esas horas de jergón en soledad sólo importaba la verga, Pedro hizo un esfuerzo: Abandonó los mares de Onán, fluyó en los ríos de letras de la salaz y anocheció en el club liberal:
“ Todas habíamos comprado una bala vibradora con mando a distancia y estábamos deseando reírnos a lo grande esa noche.
Llegamos al club con nuestra ropa más sexy y con el mando que nos había tocado en la muñequera de Joyclub que siempre llevábamos con condones y para guardar alguna cosita más “
Y el filólogo se trocó. No era cucaracha hecha un Gregorio Samsa cualquiera. El deseo de la hembra de nalgas sublimes lo metamorfoseó. No en insecto, en bala vibradora. Y las palabras de Meraki, cual varita mágica de hada en culo de maravillas, lo disminuyeron cual Gulliver lujurioso. Ya estaba. Dentro del ano de la mujer de ojos bellos el cuerpo era polla, los olores de la hembra en éxtasis, el edén entre las nalgas. Quedarse a vivir en el culo de Meraki como sueño, nutrirse del chocolate de las entrañas de la bella, columpiarse sobre el perineo y amanecer en el chocho de la lasciva. Navegar los pliegues, montar el botón de dicha, abrazar el clítoris que subía como volcán. Resbalar y bañarse en el néctar que ofrecían las paredes del coño en lujuria. Voltear. Volver a las sinuosidades de los labios verticales, andar como hormiguita sobre el puente y ahondar de nuevo el paraíso: el ano de Meraki. Y todo blanco. El esperma a chorros, diluyendo a Pedro. Fundiéndolo en las entrañas de la hembra.
Muriéndolo para vivir por siempre en la gloria: el culo de Meraki