VIAJE A NINGÚN LUGAR. Parte V
Podría haber seguido abriendo puertas pero no lo hice. Esa situación que había vivido era un revivir. Se necesitan abrir puertas para soltar y creo que ya no necesitaba soltar más. Ya todas las puertas de mi vida anterior estaban abiertas y una cosa es abrir para sanar la herida y otra cosas es revisitar una y otra vez permaneciendo en el pasado, eso no sana la herida, eso te mantiene en una situación de sufrimiento y como dijo un sabio el dolor no se elige pero el sufrimiento si, y permanecer en el dolor sin soltar es recrearse en un sufrimiento inútil.Así que di media vuelta y Salí del pasillo de nuevo al jardín. Otra vez la claridad de la luna llena, los blancos de las vestimentas , los verdes , lilas y amarillos de la vegetación. Estaban todos sentados en un gran circulo, en medio una pira de fuego un en un quemador circular de piedra blanca. Todos permanecían en silencio mirando al fuego. Los observé a todos serenos, meditativos.
Cerca de mí había un hueco y me situé entre un hombre y una mujer cerrando el circulo .
La dueña de la casa como maestra de ceremonias levantó los brazos a la luna y canto una canción, su voz era melodiosa, dulce, con un sentimiento que traspasaba mi cuerpo, me erizaba la piel.
La letra decía: “el sonido del corazón, es el latir que nos encarna a todos como a uno solo.
Los verdaderos valores van más allá, más allá de tu propia historia de vida, más allá de tu sufrimiento.
Sin amor y cuidado no podemos sobrevivir, sin la acción del amor ni perdemos el significado de la vida”
Terminoó el canto, yo estaba sobrecogida de tanta emoción que me invadía.
Todos en ese momento empezaron a quitarse la ropa, yo seguía la inercia como la hoja llevada por la brisa suspendida en el aire.
Quite mis ropas también, era un símbolo de soltar de recibir la noche más larga sin ninguna piel, sin ningún perjuicio, sin ninguna expectativa, solo ser con todo el amor hacia mí.
Desnudos se giraron hacia la izquierda, yo me moví también de tal manera que la mujer estaba delante de mí y el hombre a mi espalda. Se inició como un ritual en el que cada uno masajeaba a la persona que tenía delante, en una cadena todos dábamos y recibíamos a la vez.
Sentía las manos de él y me dejaba hacer, en un principio me encontraba tensa y es ese momento pensaba que me resultaba más fácil si dar o recibir. Pensaba también que en la vida unos son más dadores y otros simplemente reciben sin apenas dar. Que la esencian de aquella experiencia era vivir un equilibrio. Pensaba también que a veces no nos permitimos recibir, como si no lo mereciésemos. O que no damos porque no vemos un fin simplemente en el hecho de dar.