ENTRE MUJERES- 21. Grushenka
Sonia y Cloti. Francés y griego. Sexo. Blanca y Amalia, como juego. Pero el filólogo añoraba relatos, historias. ¿ Qué mejor lugar que un lupanar para encontrarlas?La rusa. La doble. Le vino al profesor el título de Dostoievski, aquel cuento largo anterior a la prisión en Siberia.
Las luces de neón, de portada libresca. Tras la cancela, Grushenka.
Pedro quiso reciprocar. Intuía, no era difícil, el cinturón como falda de la rusa. Él, con corbata y traje: las pupilas de Grushenka dilatadas.
La alcoba de aquel prostíbulo, memoria de relatos que surcaban el tiempo. Los acentos del filólogo, heraldos del terrible XVIII renacido:
“ ¿Cómo podía Grushenka tener un nido de amor más hermoso que el suyo? ¿Por qué no le pareció atractivo a aquel bribón y bellaco aventurero español?. Una tarde en que Nelidova estaba tendida en su sofá, decidió salir de dudas y mandó buscar a Grushenka."
El profesor leía el principio del desvirgamiento de Grushenka. Aquella Nelidova, la ama, la dueña. Grushenka como si de un animal se tratase.
–Ya sé que no has podido leer el libro –se detuvo Pedro para explicar–. Aquí el autor cuenta el momento en que violan por primera vez a Grushenka. Porque se trata de eso, de una violación –dijo, tranquilo, el cliente mudado en lector.
“Ordenó a la muchacha que se desnudara y se alegró al ver las marcas azules y violetas de los azotes, especialmente en el lado del cuerpo donde el látigo había cortado la carne.”
Levantó el lector la cabeza. La rusa estirada en el lecho, el cabello rubio sobre los hombros. El iris celeste velado por los párpados.
“Le dijo a Grushenka que se acercara mucho a ella con las piernas abiertas,para que pudiera examinarla. Sí, su nido de amor estaba muy bien hecho; la princesa tuvo que reconocerlo para sí, a pesar de la ira que sentía. Los labios eran delgados y rosáceos, y cortaban el óvalo del monte de Venus en una curva suave que no sobresalía, hinchada, como la suya. Hizo que Grushenka mantuviera abierto el orificio con sus dedos. El orificio era hondo y de un rojo vivo, y el pasaje tenía su entrada al lado de un agujerito en la parte inferior del cuerpo, entre las piernas. Con los ojos fijos en la bellísima cueva, pero sin tocarla, Nelidova empezó a hacer preguntas.”
Por un momento el filólogo se sintió príncipe, malo, como la patrona rusa del XVIII. Pero él pagaba por leer y saber. No golpearía cuerpos, sí sentires. Siguió.
" —¿Cuándo te follaron la última vez?—empezó.
Pero Grushenka no entendió el significado de la pregunta. La princesa tuvo que insistir:
—¿Cuánto tiempo hace que te la metieron? "
Olga sonrió. Se la metían de continuo. Era su trabajo. Sólo eso. Figurábase que penetraban a la sierva, no a la filóloga. A la carne, no a ella.
" Grushenka entendió por fin lo que le preguntaban, y contestó con firmeza:
—Ningún hombre me ha tocado nunca, alteza. Soy virgen.
—¡Oh! —Pensó la princesa—. ¡Por supuesto! Cuando estaba yo con las monjas, mi nido de amor era sin duda igual al de ella. Pero desde que ese viejo bastardo (naturalmente, estaba pensando en el príncipe) me metió su maldito aparato…
Pero dijo, en voz alta, riendo:
—¡Yo te lo arreglo, criatura, y ahora mismo! ¡Con que nunca te han follado! Sigues siendo una flamante doncella ¿eh? Túmbate ahí y verás qué pronto te lo solucionamos."
Olga se fue a las calles pintadas por Dostoievski, las de su Petersburgo natal. Botellas de vodka y grupos de chicos. Con 15 años, Arina y ella. Junto a los canales.
Y las vueltas por los gaznates de los chicos, preludio de penes en vaginas. El vodka como heraldo de penetraciones, de hímenes en sangre.
" Se levantó del sofá algo animada; disfrutaba imaginándolo. Era una idea espléndida y le ayudaría a pasar el rato entretenida. ¿A quién llamaría para la tarea? ¡Ah, sí! al escudero, ese tipo de hombros anchos, con el pelo revuelto. Su pelo rubio contrastaría con el negro de Grushenka. Nelidova había contemplado a ese Iván alguna vez con algo de deseo (llamaba Iván a todos los sirvientes) y más de una vez había examinado sus brazos y sus piernas musculosos y fijado la mirada en la bragueta de sus pantalones. Lo había probado, pero no sentía el menor deseo por un amor tan bestial como el de su marido. Sin embargo, era el hombre adecuado para violar a la estúpida masa inerte destartalada en el sofá."
Iván, sí, recordaba Olga dos ivanes entre los cinco adolescentes que compartieron verga con Arina y ella. En aquel bosque, sobre las mantas. A lo lejos Khrushchevkas, con sus pisos pequeños y calefacción central. El paraíso para babuchkas. ¿ Serían las pollas de aquellos chicos el edén para ese par de chochos ansiosos ?. Destartalada como la Grushenka del relato, así se recordaba la sierva del burdel español. Hojas de otoño como adorno sobre su cuerpo lechoso.
" Iván había estado cargando heno. Al llegar con sus pantalones de lino y la camisa abierta, todavía llevaba briznas de heno enganchadas a la ropa y olía a establo."
Recordaba Olga, a casi 20 años, y entre sonidos ajenos, el olor a almizcle de los adolescentes en erección. Su humedad ya libre de bragas bastas, tan soviéticas.
" Entre tanto las cinco o seis camareras que siempre andaban alrededor de su ama no habían perdido el tiempo. Disfrutaban por anticipado, como ella, del espectáculo que se avecinaba. Habían colocado una almohada debajo del trasero de Grushenka; con muchas risas la habían untado con pomada metiendo los dedos en su nido de amor y la compadecían burlonamente, diciéndole que iban a desgarrarla."
Arina se llamaban las cinco camareras del XVIII. Pero la amiga de esa Olga joven, casi niña, era la que hacía disfrutar por anticipado a los cinco falos. Devota en mamadas, la rubia los reaceraba. No hubiera hecho falta. Las piernas abiertas de la futura Grushenka del prostíbulo hispano, el mejor manjar.
" Grushenka estaba inmóvil, cubriéndose el rostro con las manos, incómoda e inquieta. Había quizá estado soñando con el amante a quien se habría de entregar. Quizás lo había convertido en un héroe romántico, un hombre de la luna. Y allí estaba, esperando ser seducida por un escudero."
El chocho como verga. Quince años. No soñaba con el héroe romántico, Olga de camino hacia la hembra bañada, de clítoris erecto. Mejor cinco que uno.
"—Iván —dijo la princesa—. Te he hecho llamar porque esta pobre muchacha se ha quejado de que ningún hombre le ha hecho el amor y de que su virginidad le estorba terriblemente. Te he elegido para que la desvirgues de una vez. Anda, muchacho, haz feliz a una pobre doncella anhelante. Saca la polla."
Aquellos cinco falos enhiestos, soñados por Olga en el catre del pequeño piso, en la habitación compartida por las tres hermanas. Noches sin contar, con el índice paseando sobre el clítoris, la boca sobre la almohada, el clamor del cuerpo en ahogo. Deseaba ser penetrada, follada. Y sí, cinco ivanes siempre darían más placer que uno solo.
" Iván se quedó desconcertado, paseando la mirada de su ama a la forma desnuda en el sofá, y de ésta a aquélla. Movió los dedos como si tuviera una gorra en la mano y le diera vueltas, pero se quedó quieto. ¿Sería una trampa, hablaría en serio? La princesa empezaba a impacientarse.
—¡Bájate los pantalones y adelante!
¿No me oyes? —le gritó.
Iván abrió sus pantalones, que cayeron automáticamente a sus pies, y se levantó la camisa por encima del ombligo. Los ojos de todas las muchachas, menos los de Grushenka, se clavaron en su fuerte y bronceado instrumento, que colgaba indiferente, inepto para la tarea que se le encomendaba."
La pobre Grushenka del XVIII, esclava. “ Como yo, siervas “, pensó la Grushenka del lupanar con pantallas. A 300 años, cautivas de los hombres. Pero los de Olga, libres en juventud. Arina no había clavado sus ojos en las vergas. Era la boca de la chica. Los penes rodeados de testosterona se colocaron en fila ante el chocho de la adolescente libre, anhelante.
"—Ahora, ve a dar un beso a tu novia—prosiguió la princesa, inclinándose sobre la mesa tocador y frotándose entre las piernas con la palma de la mano, pues sentía que se excitaba. Lentamente, Iván avanzó hacia el sofá. Entonces, decidido a seguir adelante, retiró las manos de Grushenka,que le cubrían la cara, se inclinó y la besó en la boca. Las camareras aplaudieron. Pero Grushenka yacía tan inerte que Iván volvió a perder todo impulso;cambió de postura, miró a la joven desnuda y a las demás y no hizo nada, su verga seguía en el mismo estado de flaccidez."
Era Arina. Su mano frotando entre las piernas. Excitada ante la cola de colas ansiosas de penetrar a la amiga. Olga yacía con vulva palpitante. La primera polla resbaló dura en la vagina.
" La princesa fue quien tuvo que volver a levantar los ánimos.
—Móntala, imbécil —le gritó—. Y tú —señalando a una de sus muchachas con el dedo— sóbalo o bésalo, pero ¡que se le ponga tiesa de una vez al muy cerdo!
Y se hizo según su deseo. Iván, con los movimientos entorpecidos por los pantalones, que le habían caído a los tobillos, se tumbó sobre Grushenka. Una de las camareras, obedeciendo las órdenes de Nelidova, le acarició la verga con dedos hábiles. Otra muchacha,atraída por sus firmes nalgas desnudas, se puso a apretujarlas un poco y le metió un dedo por la entrada trasera, como en broma."
Se rompió la hilera. El deseo brutal la quebró. Olga envuelta en barras de carne. Se la chupaba a Serguei. Masajeaba los rabos de Yuri y Dmitri. Los dos Ivanes en fila. El rubio, ya dentro. La corrida, rauda. El pelirrojo entrando.
" Iván era un hombre robusto y rudo,por lo que no es de extrañar que su vara empezará a hincharse y crecer rápidamente con ese trato. Y, de repente,se puso a disfrutar del trabajo que le había sido encomendado. Su vara se convirtió en dura lanza, sus nalgas musculosas se pusieron en movimiento y trató de frotar su voluminoso aparato en el vientre de Grushenka, pero la camarera aún lo tenía en la mano y no parecía dispuesta a desprenderse de tan lindo juguete. Grushenka mantenía las piernas muy juntas y apretaba con tanta fuerza las rodillas, que le dolían. Pero Iván luchó por abrirse paso entre sus muslos con su fuerte mano, y con un gesto brusco le levantó la pierna derecha casi hasta el hombro. Así llegó a introducir sus piernas entre las de ella, con el arma firmemente dirigida hacia el blanco. La resistencia de la muchacha lo había excitado pero lo que siguió por poco lo hace estallar."
Olga había hecho estallar el falo del primero. Gotas de leche resbalaban por sus labios. Serguei ya flácido. Dmitri y Yuri, tras Iván, a un metro del clítoris de la chica. Arina con el índice y el corazón sobre la vagina, en vaivén sobre el botón de dicha.
" En el momento en que la verga tocó a Grushenka, la apatía de ésta desapareció. Con un grito salvaje, inició su defensa. Iván la tenía rodeada con sus brazos, el izquierdo sobre el hombro derecho de ella, el derecho sobre el centro de su espalda. El estrecho abrazo y el peso del hombre impedían que la muchacha pudiera sacárselo de encima,pero la dejaban mover nalgas y piernas,y así lo hizo cuando la peligrosa verga rozó su nido de amor. La princesa, que habría matado a un siervo que no cumpliera sus órdenes, estaba encantada viendo aquella lucha, y se metió la mano por el camisón para acariciar su palpitante clítoris con los dedos."
Se fue Olga a Arina. ¿ Qué habría sido de ella ? Las enlazaban los cuerpos, las sensaciones, los sentires. Ya desde la época de los despertares. Deseaba que su amiga fuera libre. Ella, escuchando una historia de dolor. La fantasía de uno más, que pretendía ser diferente. Pero no sólo se podía herir la carne, a veces el dolor crecía al violentar los adentros.
" Iván trataba de abrirse paso; movió su mano derecha bajo las nalgas de la agitada muchacha, levantó las suyas y trató de encontrar la entrada dando violentos golpes con la verga. Finalmente, la muchacha que había estado acariciando sus nalgas acudió en su auxilio. Dio la vuelta al sofá y agarró la otra rodilla de Grushenka, levantándola hasta el hombro: de esa forma el orificio virginal quedaba sin protección, bien abierto. La otra muchacha cogió el instrumento de Iván y lo enderezó hacia el orificio rosado."
Recordó como el segundo Iván apenas hacía mejor al primero. Penetración y corrida, como sinónimos en tiempo. Dmitri y Yuri, sólo nombres. En un abrir y cerrar de chocho había satisfecho a los cinco.
"—¡Ahora! —gritaron todas las mironas; Iván, dándose cuenta de que ya estaba en buena postura, bajó con fuerza su arma. Apretando con su mano derecha las nalgas de la muchacha y gracias a un empujón firme y lento metió la verga por el orificio hasta el glande. Grushenka lanzó un grito terrible,tras lo cual se quedó quieta, como un cadáver. Iván estuvo avanzando y retrocediendo unos momentos hasta que,gimiendo con pasión, se dio cuenta de que no podía resistir más, y descargó con arrebato, llenándola de su ardiente fluido. "
La confabulada, también. Era la complicidad del deseo, pensó Olga. Y de nuevo la pregunta asoló su mente: ¿ Qué sería de Arina ?
Calló Pedro. Grushenka, párpados, cortinas. El lector la hubiese preferido en visillos. Entrever los ojos de la eslava para saber. Y Olga los abrió. No había sol. Una lágrima. Lentamente navegó por la mejilla. Se posó en el labio.
El cliente raro comprendió. Sintió. Dejó los 80 euros en el lecho. Se fue.