Navidad. Pt.4.
De nuevo en el salón con los invitados me sentí triste. Aquella tensión había quedado dentro de mí y él no sólo no la había liberado. Aquel orgásmico deseo había sido reprimido y sentí vergüenza al notar las bragas y los panties rotos entre mis piernaa. La rabia se fue apoderando de mí a medida que pasaba la noche y sentí como él no me dirigía ni una mirada.No era demasiado tarde y poco a poco fueron despidiéndose los invitados. Por momentos nos fuimos quedando solos y en una de esas oleadas aproveché para recoger la cristalería y llevarla a la cocina. De nuevo, él estaba allí ayudándome. Lo miré displicente y seguí colocando copas y vasos en el lavaplatos. Le vi marcharse y volver al momento con otra tanda de vasos y copas. No era elegante pero su habilidad le daba un toque especial. Tenía unos ojos preciosos y, aunque nunca me hubiera fijado en ello, era realmente guapo. Me enfadé conmigo misma por dejarme llevar por aquello a pesar de mi enfado.
Él se acercó hasta mí para acercarme los últimos vasos y al agacharme para volver a poner el lavaplatos, me agarró del pelo y me obligó a apoyarme en la encimera de madera a modo de isla del centro de la cocina. Con su pierna separó las mías y tiró de mi muslo para que apoyase mi rodilla en un taburete cercano. Sentí ganas de decir "rojo" para que aquella tortura terminase pero el deseo de correrme y liberar toda aquella tensión me lo impidió.
Inmovilizada en aquella postura no podía ver lo que hacía y cada vez que intentaba mirar, el tiraba de mi pelo recolocándome. Noté caer un fino chorro de lubricante por mi culo y sus dedos extendiéndolos. Aquello reactivó el proceso detenido una hora antes y noté como mi vagina y mi ano se abrían. Sus dedos me recorrían extendiendo el gel acariciándome abriendo mis labios y jugando con mi clítoris y mi ano. Luego, comenzó a apretar sobre él e introdujo un dedo. Poco a poco mi esfínter se fue abriendo más y más mientras su otra mano soltó mi pelo y comenzó a acariciar mi clítoris. Según iba excitándome su dedo entraba más y más hasta que noté que ya no era sólo un dedo. Mi respiración se volvió un jadeo y él comenzó a masajearme con un dilatador anal que vibraba suavemente. El pequeño juguete recorría mi entrepierna provocándome un placer muy intenso. Finalmente, lo apretó contra mi ano y lo dejó puesto. Cerré mis ojos y me concentré en sentir aquel objeto dentro de mí. Nunca antes había probado a usar un juguete en mi culo y todas las sensaciones eran completamente nuevas.
Él volvió a ayudarme a recomponerme y la vibración paró. Volvimos al salón donde ya sólo estaban mi marido y su mujer, mi mejor amiga, que se acercaron a nosotros con copas para todos. Nos sentamos en los sofás y charlamos como siempre hacíamos los cuatro.
Ella era guapísima, siempre sentí cierta envidia de su esbelto cuerpo, de sus labios y dudaba de si sentía incluso cierta atracción por ella. Llevaba un bonito vestido de tirantes finos color champagne y unos zapatos de taconazo a juego. El pelo recogido y el suave maquillaje marcado por un color de labios rojo que se mantenía perfecto.
De vez en cuando yo les miraba y él me sonreía haciéndome bajar la mirada con una sonrisa. Cada vez que me movía en el sofá, el objeto hacía que mi suelo pélvico se tensara dándome placer y, terminada la primera copa, completamente cachonda solo deseaba abrirme de piernas y masturbarme a placer.
Ellos se levantaron para prepararnos otra copa y vi que mi amiga cogía un llavero de su bolso y mirándome lo apretó. Mi cara de sorpresa al sentir cómo el dilatador empezaba a vibrar por efecto de aquel pequeño mando en manos de mi amiga le causó una carcajada que disimuló. Me miraba sonriendo feliz y yo, completamente tensa, con los ojos y la boca abiertos de la sorpresa me encontraba al borde del orgasmo.