Navidad. Pt.3.
Salí de la cocina con él detrás de mí y el camino desde la cocina hasta el salón fue una tortura. Las caricias de las bragas rotas colgando entre mis muslos a cada paso y saber que la mirada de él estaba clavada en mi culo me excitaron hasta el punto de que necesité pararme un momento antes de entrar en el salón. -No pienso apartar mi mirada de ti -me susurró al oído antes de entrar-.
Aquellas sensaciones se unieron a la tensión que me provocaba encontrarme ante toda mi familia política y amigos tan cachonda. Aquellas palabras susurradas junto a mi cuello bien podrían haberme provocado un orgasmo en aquel mismo instante. Él cumplió con su amenaza y, sentado frente a mí, no apartó su mirada mientras hablaba con otras personas. Sentí mi coño palpitar, literalmente. Nunca antes había sentido semejante excitación e, incapaz de aguantar más, me senté al borde del sillón y abrí mis piernas frente a él mientras le miraba fijamente. Después me levanté y me disculpé para llevarme a los niños a la cama. Creyendo que había ganado la batalla, me giré con media sonrisa para mirarle y me quedé boquiabierta al descubrir que él me había seguido con la pequeña en brazos.
Subí las escaleras temblando al sentirle a mi espalda. Alterada, acosté a los niños y pasé a recoger el baño mientras él me miraba desde la puerta. Al agacharme para recoger la ropa, él me agarró de la cadera y me quedé apoyada en el lavabo. El azote rebotó en mi interior y gemí desde lo profundo. Levantó mi vestido y, arrodillado detrás de mí, fue besando cada centímetro de mi culo mientras sus manos me recorrían entera. Finalmente, su mano subió por el muslo y quedó sobre mi pubis mientras descubrí su lengua acariciar mi ano haciéndome gemir de placer.
Su calor y su fuerza hicieron que mi coño empezara a humedecerse hasta el punto de que aquellas gotas empaparon su mano bajando por mis muslos mojando las medias. Aquellas sensaciones me alteraron. Mi cuerpo temblaba, mi piel ardía, mi boca mordía mis manos buscándole, intentando apagar mis gemidos. Dentro de mí sentía mis músculos acumular más y más tensión, sentí la necesidad de explotar, sentí mi ano y mi vagina expandirse cuando el paró en seco y me azotó con fuerza haciéndome gritar. Mis ojos se humedecieron, mi boca se quedó abierta, jadeando sentí cómo toda aquella tensión se bloqueó dentro de mí. Quería que me follase, quería sentirlo muy dentro de mí y correrme.
Sentí que me moriría si no alcanzaba el orgasmo y él me abrazó con fuerza agarrando mis muñecas cruzando nuestros brazos sobre mi pecho. Aguanté la respiración mientras sentía las lágrimas caían por mis mejillas. Sentí su polla apretarse contra mi culo. Él besó mi cuello con suavidad y me calmó. Yo no creía lo que me estaba pasando. Cuando estuve algo más tranquila, él tiró de mí y volvimos a la reunión. Bajando las escaleras me fui arreglando y me limpié las lágrimas. Él me miró antes de entrar y sonriendo me dijo lo guapa que estaba, dejándome de nuevo con la boca abierta.