Navidad. Pt.2.
Él estaba convirtiendo la cena en una tortura. Sentí como cada una de las palabras y miradas que me dirigía me acariciaban por lugares inimaginables. El roce de la tela de las medias en mis muslos, cada vez que movía mis piernas, se convertía en una caricia que iba acumulando tensión en mi abdomen.Cuando terminamos, entre el revuelo de gente yendo y viniendo por la cocina, él cogió nata de un pastel e introdujo su dedo en mi boca suavemente. Al principio sólo acarició mis labios pero, mirándome fijamente, introdujo dos dedos que entraron más a fondo. La suavidad y el sabor de la nata ayudaron a que aceptara con placer aquella invasión momentánea que me dejó jadeante. Cogió con habilidad cinco platos y volvió a la mesa mientras yo intentaba recuperarme temblando.
Aquel juego de palabras y miradas continuó mientras mi tensión continuaba creciendo por momentos. Volví a levantarme para recoger la mesa mientras los demás pasaban al salón a sentarse en los sofás para continuar con la velada. De nuevo, él pasó conmigo a la cocina cargando con increíble pericia gran cantidad de platos y vasos. Él dejó de atenderme como lo había estado haciendo toda la noche e iba y venía colocando la vajilla sobre la encimera dobde yo preparaba el lavaplatos. Aquello me hizo dudar y por mi cabeza paso la idea de que me había sugestionado y nada de aquello era real. Hasta que, una vez lleno el lavaplatos, me agaché para poner el detergente y cerrar la puerta.
Dejó otra pila de cacharros y a mi lado, con su cadera y su mano, aprisionó con fuerza mi cintura mientras la otra mano me dio un azote que me hizo expirar de golpe con un gemido sordo. Quedé agachada medio en volandas sobre mis altos tacones, apoyadando mis manos en la portezuela y colgada de su cadera, mantuve el equilibrio con dificultad. Subió mi vestido y arañó mis piernas y mi culo recorriendo con agilidad cada centímetro. La vibración de la tela de los panties siendo arañados crispaba en mi coño. El apretó mi entrepierna descubriendo que estaba empapada. Con un sonido mudo dio muestras de aprobación y volvió a azotarme.
-En el momento que te sientas incómoda, por el motivo que sea, dirás "rojo" y automáticamente pararé. ¿Me has entendido? -dijo con seriedad y firmeza mientras seguía acariciándome-.
Asentí y su mano alcanzó las tijeras de cocina que había sobre la encimera. Acarició mi culo con la hoja y el frió acero erizó mi piel. Giró la mano y la hoja comenzó a arañar la.parte trasera de mis muslos bajando y subiendo por el interior, quedando la hoja apoyada en mi pubis al subir. Apretaba y la movía adelante y atrás haciendo que la tela abriese mis labios. aprovechando la tensión de la tela, clavó la punta con cuidado e hizo un corte sobre el culo. La fina tela elástica se abrió de inmediato y el tacto de las tijeras sobre mí piel me produjo un latigazo. Siguió jugando y acariciándome, generó un placer inesperado en mí hasta que la mano de la cadera se coló entre mis piernas y tiró de la braguita. La suave tela se clavó en mi coño abriendo mis labios vaginales repentinamente provocándome otro gemido. La tijera cortó la braguita de un tajo certero y la tensión desapareció. Me quedé temblando jadeando muy excitada esperando su proximo movimiento.
Con suavidad, la tijera acarició mi piel y la dejó en la encimera. Con cuidado recolocó todo, me ayudó a incorporarme y a colocarme el vestido. Pusimos en marcha el lavaplatos y nos dirigimos al salón. El vaivén de las bragas y los panties rotos entre mis piernas acariciando mis muslos y el aire fresco que pasaba por mi entrepierna me excitaban sobremanera. Él me miró, me ordeno que lo dejase así y disfrutara de la sensación durante el resto de la noche.