Estallido Oral (Serie CAPRICE) n8
—¿Vienes mucho por aquí? —pregunta dejándome descolocada, era la última pregunta que me esperaba que me hiciera ahora mismo.—Sí, soy parte del mobiliario casi —bromeo provocando que se ría. Alguien más se ríe por mi lado derecho.
—¿Me darás tu teléfono luego?
Las siluetas que nos rodean, aunque están sumidas en una actividad sexual intensa, empiezan a reparar sus miradas sobre nosotros gracias a las dudas que le están surgiendo a Marcel.
—Sí, si lo quieres, te lo daré.
—Sí lo quiero.
—¡Qué mono! —exclama una voz femenina que me llega por la izquierda.
—Tenía entendido que no buscabas amistades —le recuerdo sutil, pero con mucho pique.
—He cambiado de idea —confirma lamiendo el espacio de piel que queda entre las tiras de mis zapatos—. Ahora quiero que seamos amigos, ¡muy amigos! De los buenos —especifica muy vehemente.
Me río muy halagada. Parecía tenerlo muy claro cuando me ha dicho que no buscaba amistades.
—¡Estupendo! Luego lo hablamos —digo dejando la resolución en el aire. No es porque tenga dudas, me viene genial tener un teléfono como el suyo en la agenda. ¡Ya me estoy imaginando todas las cosas que podemos hacer juntos! ¡Cosas muy divertidas y excitantes! Pero quiero mantener el misterio un poco más, y generarle aún más ganas de llevárselo.
¡Que se lo curre!
Estoy bastante segura de que ninguno de los dos estamos en este club liberal buscando encontrar a alguien para formar una relación estable y formal. Eso sí, que Marcel haya mostrado ese interés —o esa apertura— a que podamos volver a vernos, o a conocernos mejor, me gusta, ¡me gusta mucho!
Con lo que cuesta encontrar un buen compañero sexual para estas aventuras, cuando encuentras uno con este nivel, ¡claro que apetece mantenerlo! Muy tontos tendríamos que ser si nos vamos a casa sin nuestro contacto grabado en el móvil.
Marcel aproxima mi pie a su boca y lame la parte que queda expuesta de mi empeine, lo hace de forma exquisita. ¡Uffff! Continúa repartiendo lametones por mi tobillo y ascendiendo por el interior de mis piernas. Sin querer me estoy imaginando réplicas de los movimientos de su lengua sobre mi vulva. ¡Y ahora ya no solo late encendida, ahora estoy notando cómo se humedece por segundos!
—Mmmm, ¡qué gustazo! —expreso sincera sin dejar de mirar lo que hace.
Cuando está a la altura del interior de mi muslo, en vez de lametones, absorbe con los labios como si repartiera besos muy húmedos. Me está volviendo loca el cosquilleo que provoca con su boca. Mi piel está sensibilizada y me cosquillea todo el cuerpo.
Una mano aparece encima de mi sujetador y lo recorre con caricias suaves. Intento ver de quién procede y descubro a un chico. ¡No se ve casi nada en esta cama! Es muy, muy oscura. Como me gusta lo que hace, no la retiro y esa estimulación a mi pecho se suma al resto.
Marcel separa más mis piernas y, cuando me doy cuenta de que está a punto de lamerme por encima del tanga, recuerdo algo importante.
—Espera —pido sacando un sobrecito del corpiño, la barrera para sexo oral femenino.
Lo abro, aparto mi tanga y extiendo la película de látex sobre mi vulva.
—¿Esto hace falta? —pregunta Marcel sorprendido. Parece que sea la primera vez que ve una.
¡Este chico es muyyyyy nuevo!
—Sí, ¡claro! —aseguro divertida.
Por suerte no me hace darle una clase básica sobre salud sexual ni ETS. Se lanza a recorrer con su lengua toda el área que cubre la barrera. ¡Dios! Un espasmo de placer me atraviesa cuando lame mis labios mayores. Me contraigo por dentro y un deseo intenso de sentir su lengua entrando por mi vulva me poseé.
Bajo mi mano y separo mis labios ofreciéndole el acceso por si quiere profundizar. Se lanza a por ello sin pensárselo.