Estallido Oral (Serie CAPRICE) n7
¡Buah! Tengo que dejar de besarlo para gemir porque el placer que me está provocando es alto e intenso. ¡Muy intenso!—Me encanta cómo me tocas —susurro frente a sus labios.
—A mí también me encanta lo que me haces —reconoce con la mirada cubierta de placer.
Sus dedos entran y salen de mi interior y se curvan al volver a entrar para rozar contra mi pared vaginal frontal. ¡Este chico sabe lo que hace! Joder, qué bien.
Bajo un poco su bóxer y acaricio sus testículos con mi mano derecha. Observo su reacción y confirmo que es de disfrute. Mi otra mano se centra en bombear su miembro por el extremo, rozando todo cuanto puedo su glande. Este se lubrica confirmando que voy bien.
Marcel me empuja un poco hasta que mi espalda queda contra las taquillas y su boca se aferra a mi cuello como si quisiera chuparme toda la sangre.
—Uffff, Marcel… —susurro tras sentir un espasmo de placer que me recorre el sistema nervioso.
—¡Joder, Siena! —coincide conmigo, parece entregado a la experiencia.
La pareja de nuestro lado llama mi atención por los golpes repetitivos que están dando contra las taquillas y, al mirarlos, descubrimos que están follando a poco más de un metro de nosotros. Ella está sobre él; él moviéndose con fuerza y velocidad. Es una pareja joven y atractiva. Además, nos miran sin disimulo porque está claro que les pone tenernos como público.
Marcel exhala el aire con semblante sorprendido y los sigue observando. ¡Esto le pone! A mí también.
Nos seguimos masturbando mutuamente mientras disfrutamos del espectáculo. Las tetas de la chica son enormes y rebotan con cada embestida. El chico tiene un culo que parece de piedra, no deja de empujar contra ella y le está dando sin piedad. Los gemidos de ambos se oyen por todo el pasillo. También nuestras respiraciones cada vez más forzosas y elevadas.
Lamo el cuello de Marcel y él agarra mi nalga y la estruja con la mano que tiene libre.
—¿Quieres que te folle así? —pregunta clavando su mirada esmeralda en mis ojos y señalando a la pareja que tenemos al lado.
Trago el exceso de saliva para poder responder.
—Quiero que me folles mucho y de muchas formas esta noche pero, ¡espera! —pido frenando el movimiento de la mano con la que me está masturbando y freno también lo que le hacía yo—. Entremos a la sala roja. Te va a gustar.
—¿Y nos quedamos así? —se queja sorprendido señalando su erección y mi sexo.
—Sumamos ganas, así la explosión será memorable —aseguro con picardía guiñándole un ojo, deshaciéndome de sus brazos y dirigiéndome a la taquilla para dejar la ropa.
Dejo todo bien guardado mientras la pareja joven no deja de martillear en una traca final muy contundente.
Le ofrezco a Marcel las chanclas negras de hombre que hay en el interior de la taquilla; yo me quedo sobre mis tacones, me encanta lo que me hace sentir estar sobre sus doce centímetros. No pienso quitármelos en toda la noche.
Aprovecho para admirar el cuerpo de Marcel mientras coge la toalla negra que hay en la taquilla, luego la cierra y se asegura de que está bien cerrada. Me quedo prendada de lo torneadas que tiene las piernas. ¿Será runner? Está muy cañón este chico. ¡He escogido más que bien!
—¿Listo?
—Del todo.
—¿Algún límite? —tanteo curiosa mientras nos alejamos de la escena sexual.
—Ahora mismo no se me ocurre ninguno —expresa muy excitado. Yo estoy igual. ¡Nos hemos quedado ardiendo!
—Estupendo —celebro contenta.
Él coge mi mano y se dirige hacia la sala roja demostrando que está no solo listo, sino también deseoso de ello. No es que me haga mucha falta, pero noto cómo la copa de estallido oral está haciendo que me sienta todavía más desinhibida de lo que sería habitual.
Cuando entramos en la sala roja y todas las miradas caen sobre nosotros, no encuentro ni un ápice de timidez en nosotros.
Que la iluminación haga honor al nombre de la sala hace que todo cobre un aspecto especial, como si entraras en una película, o en un videoclip, ¡o algo así! Te adentra en una nueva realidad muy excitante.
No veo a Marcel sorprendido por nada de lo que está ocurriendo: sexo, por todas partes.
¡Mejor! Me alegra que se sienta tan cómodo en este ambiente; mi ambiente.
La mayor parte de la gente va en lencería o ropa interior —como nosotros—, pero también hay una parte que solo lleva la toalla a modo de pareo, o nada.
Reconozco la canción que suena, se llama «All the time» y es de Aye Hit Gee, ¡es de lo más sexy! Los pódiums están llenos de gente que se está liando entre ellos. Los sofás están ocupados también. Analizo la sala buscando un rincón para nosotros y detecto algo interesante al fondo.
—Tira hacia allí —propongo señalando en dirección a la esquina derecha de la sala.
Hago una parada técnica en la barra para hacerme con algunos condones de los que tienen de cortesía dentro de una copa gigante. Cuando llegamos al lugar que le había indicado, cruzamos unas cortinas negras semitransparentes y detectamos que la luz es aún más baja en esta área. Se trata de una cama redonda gigante. Está llena de parejas en pleno acto sexual. Marcel observa todo con cierto punto entusiasta en la mirada.
—¿Nos metemos ahí? —propongo señalando un hueco en el centro de la cama. Marcel me mira con cierta duda en la mirada—. Confía en mí.
Asiente levemente y aprovecho para coger la toalla de sus manos, subirme a la cama y gatear hasta el hueco que quiero ocupar regalándole una panorámica de mi culo. Los gemidos me rodean en estéreo y me siento a tono de forma automática.
Me tumbo cómodamente sobre nuestra toalla negra y disfruto de ver a Marcel avanzar hacia mí mirando a todas partes y analizando la situación. En cuanto lo tengo encima, lo agarro por la barbilla y lo enfoco hacia mi cara.
—Mírame a mí —pido posesiva y con hambre de atención.
Su sonrisa lobuna me promete que va a hacerlo.
—El resto ahora mismo es atrezzo, ¿entendido? —pregunto mostrando una sonrisa para rebajar lo mandona que me he puesto—. Si quieres, después, podemos interactuar todo lo que quieras. Pero, ahora mismo, necesito toda tu atención aquí —le señalo mi cuerpo—. ¿Te parece bien?
Su mano coge la mía y la lleva hasta su paquete. Vuelvo a acariciarlo por encima de la ropa sintiendo cómo se humedece la tela por la zona del glande.
—Te aseguro que mi atención es íntegramente tuya en este momento —confiesa con un susurro ronco—. Me muero por sentirte desde que te he visto sentada a mi lado en la barra.
Oh, sí. Eso es justo lo que quería oír…
Después, retira mi mano y no me deja tocarlo más. Me muerdo el labio inferior y observo sus movimientos intentando adivinar qué es lo que va a hacer. Marcel me separa las piernas y se sitúa entre ellas a la altura de los pies. Toma el derecho entre sus manos y lo gira para analizar mi calzado, lo observa con admiración y acaricia las tiras que giran en torno a mi tobillo.