ENTRE MUJERES- 15. Fina

ENTRE MUJERES- 15. Fina
“ Grushenka, tres veces mujer “ fue una conmoción. El profesor tenía toda una colección de literatura erótica. Sade era el sol, el divino. También aparecían las “ Mujeres “ de Bukowski. Apollinaire, la Duras, el culo de Manon Lescaut… hasta “ La lozana andaluza “. Dos Grushenkas más se le habían cruzado: la del lupanar, la de Dostoievski. Pero aquel volumen de la “Sonrisa vertical” lo revolvió. Pudo sentir en su ánimo los golpes salvajes que los amos rusos propinaban a las campesinas, siervas, esclavas. Entre desgarros pasaba las horas de las tardes del domingo. Leyendo el anónimo erótico de la vida del XVIII ruso, ese libro, “ Grushenka “, que mataba el aburrimiento del domingo a golpes de knut.

Pedro oyó el latigazo del móvil
–Hola…Josep Maria y yo nos hemos separado –y la voz de Fina tembló.
–¿ Cómo ? –pasaron en silencio segundos– ¿ Os habéis separado ?
–Sí, y ahora se ha ido a casa de sus padres, borracho. Tengo miedo de que le pase algo. Va conduciendo por la autopista…
Pedro calló. No se lo esperaba. Josep Maria y Fina llevaban 15 años juntos. Y aunque el marido no se follaba a su mujer, Pedro sabía que se querían.
–He sido yo quien lo ha decidido. No aguantaba más sus quejas. Todo eran sus problemas en el instituto. No teníamos vida.
“ Ni sexo “, pensó el filólogo. La psicóloga había contado que se lo había hecho con un compañero que presumía de 22 centímetros de verga. Esas palabras, soltadas ante la barriga de Josep Maria, lo habían sorprendido. El marido sabía que su mujer follaba con otro. No era ese el motivo de la separación.
–¿ Quieres que vaya a tu casa ?
–Sí, por favor.

Mientras recorría los 70 quilómetros que lo separaban de Barcelona, el filólogo daba vueltas a qué decir, cómo tranquilizar a su amiga. Ella había roto con el emasculado en deseo. A Fina le faltaban dos cosas: serenidad y sexo. Conocía Pedro que cariño, amor no le podía faltar. ¿ O sería el amor de su marido algo así como una dependencia obsesiva ? Josep Maria estaba solo en el instituto. Falta de autoridad en clase y medidas de castigo colectivas le habían llevado a enfrentarse con el grupo de alumnos. Su desamparo se extendía a los pasillos. Se palpaba en su soledad en la sala de profesores. Luego, en casa, las voces negadas se volcaban en un torrente de egoísmo. Mientras la psicóloga le daba cuenta de los soliloquios del marido, a Pedro se le aparecía el divino marqués, ese Sade que encumbraba el placer que nace del sufrimiento de otro.
No se engañaba el filólogo. Conocía que Josep Maria se envolvía en números. No se detenía el matemático en las sinuosidades de las ideas, tampoco lo hacía con la de los cuerpos. Era el dolor diario quien convertía el sentimiento ajeno en olvido. La esposa, un paño de lagrimas. Ella, que soñaba su vulva como paño de semen. El esposo se agotaba en palabras. Sin oídos.

Pañuelo blanco al cuello, jersey gris de manga larga, pantalones anchos y marrones. Sonrisa bañada por el llanto. El pelo lacio, azabache. El marco de la puerta del piso no tuvo que esperar. Vio como los labios gruesos de Pedro se unían a los huérfanos de Fina. Consolar. ¿ Y cómo confortar a una mujer sin cariño ni sexo ? La boca. Sí, labios con labios horizontales: cariño. Labios con labios verticales: sexo.
La comida de vulva borraría sufrimiento. Como tres cubatas de ron, la lengua del filólogo transmutaría el sentir de la mujer. Pedro desprendió la anchura del pantalón. La hembra en tristeza se bajó las bragas, se abrió de piernas. Fue toda la cara del profesor la que se empapó con los humores del nido de amor. La cabeza también compartió la humedad. Las lágrimas se deslizaban por las mejillas de Fina. Caían sobre el pelo del consolador.
–Ahhhhh…–llegó Fina, en un susurro
Pedro levantó los ojos. Tranquilidad. Ese era el regalo. Calmada la vulva, árida la cara, la mirada en pesar.
Silencio. Los dos en sus planetas. La psicóloga, como en sueño. El filólogo, en cavilación. Satisfecho, Pedro se sentía profesional. Enriqueta y Montse eran pruebas, demostraciones. Ahora tenía la rúbrica. Le había comido el coño a una mujer sucinta, escueta. Por piedad. Descubría el profesor que las sensaciones y los sentimientos podían cambiarse en carne. No sólo sexo se avenía con deseo. Dinero y lástima también eran fuentes.
****ura Mujer
834 Publicación
Pedro se está convirtiendo en un colmador de necesidades ajenas. ¿Que necesidad suya está cubriendo al hacerse consolador? Al ejecutar el sexo por lastima o por dinero.
Qué mezcla de sensaciones las de Fina, tapando su dolor con el sexo.
Me encanta esta frase; "Calmada la vulva, árida la cara, la mirada en pesar"

Cuántos pesares en el alma que no calma el sexo @*******Desi
*********zaria Hombre
908 Publicación
A mí me suscita mucho que el amigo
@*******Desi siga tocando con esa
primorosidad hasta la última nota.
👏👏👏👏👏
******r63 Hombre
2.694 Publicación
Tantas ganas del encuentro con Fina y no se yo si se cumplieron las expectativas o la cosa quedó en el nuevo ámbito profesional del filólogo gigoló en cuanto a sensaciones más que otra cosa, pero bravo @*******Desi
Inscríbete y participa
¿Quieres participar en el debate?
Hazte miembro de forma gratuita para poder debatir con otras personas sobre temas morbosos o para formular tus propias preguntas.