ENTRE MUJERES- 12. Montse

ENTRE MUJERES- 12. Montse
Pero ya era sábado. Míriam al acecho. El tarareo del móvil en primer rayo de sol. Y la mano de Pedro a tientas sobre la mesita.
–Sí….
–Despierta, semental. -Y a Pedro se le figuró una boca en risa-. Te estás haciendo famoso. Y más tu cipote. Tengo una nueva clienta. Una maestra. Se llama Montse. Y es virgen.
–¿ Qué edad tiene ?
–Está cerca de los 50.
–¿ Al menos será gorda ?
–Sí, bien gorda. En los 100 quilos.
Muchas maestras eran Montses. Conocía a bastantes.
–¿ Sabes su apellido ?
–Marqués. Sí, Montse Marqués,
El cuerpo de Pedro se erizó. No su polla. Conocía a la pobre. No le extrañaba que no hubiera encontrado pene. Fea y gorda. Insegura. Huyendo de las conversaciones sobre tíos. La había visto en cursillos para docentes. Recordaba la conversación con Joan
.--¿ Te ríes de Montse ? –le preguntó el compañero de trabajo.
–No. Sonrío triste –se fue apagando la voz--. Ella cree que nadie la desea. Yo me la podría follar.
A Joan le brincaron las palabras:
–No tienes remedio. Lo tuyo no es normal. Te gustan demasiado las mujeres. ¡ Hasta te gusta ésa !
–Sí. Pero tengo otros cuerpos. Si me pagase…
Joan lo miró incrédulo. El chico repelente de los 18 pensaba en ser puto a los 30. Cierto que había mejorado mucho, parecía otra persona, pero mutado en prostituto…
–Total, seguirá siendo virgen –disimuló Pedro.

No le quedó más remedio que esbozar un rictus de compasión. Montse tocó el timbre parapetada en una caja de galletas de chocolate.
La corbata, el traje, se conectaron al chocho de la mujer. La mente de Montse, entre la niebla de recuerdos, creyó vislumbrar aquella cara de hombre ordinario. Pero el uniforme de elegante lo mudaba. Atractivo, esa palabra, esa sensación, inundó el cuerpo en necesidad de la maestra.
–Hola. –El rojo mapeó el rostro de Montse.
–Pasa. Te estaba esperando –sonrió la corbata rodeada de macho.
Porque ese era su papel: un pene y otros órganos. Aunque Pedro sentía. Durante años había sido una Montse. Para ella era un momento esperado en decenas . Con 48 años, nunca había conocido un falo de carne. Ya la maravilla sería que esa verga se llenase de sangre, se endureciera ante la visión de su cuerpo. ¿ Obrarían los 80 euros el milagro ? Desconocía la necesitada que el profesor estuvo en su lugar. Había sentido el rechazo. Petrificado ante las carcajadas sin sentimientos. Fabulador de chochos, todos inalcanzables. Patito feo.
Y el cuento se había hecho carne en él. De hazmerreír a pato arreglado, casi cisne. Y esos largos y repetidos días soñando mujeres lo erigían en un Obélix, no de fuerza, de sexo compulsivo y erguido. Perenne. La única vulva que anulaba la pócima era la rodeada por talles esqueléticos. Entonces, se le aparecían hombres. No funcionaba. Esa fue la causa de la petición a la alcahueta: Gordas, aunque feas, pero obesas.
Amaba Montse el chocolate. Los juguetes y el cacao. Remedos de macho. Ahora tenía un hombre delante, dispuesto a follarla, a ella, sí, a ella.
Siempre se había soñado como hembra en minifalda, creadora de Janos. Envidiaba con toda su vida a las mujeres que giraban cabezas de hombre. Sabía por procuración que la minifalda era en los tíos un imán de miradas, un acerador de troncos y glandes.
Alli estaba. Sus orondas piernas en angulo recto. Su culo, pegado al cuero del sofá. La minifalda como cinturón. El tanga tragado por las rajas: la del culo, la del chocho. Sin un pelo. Depilada para la ocasión.
Pedro fijó aquellos ojos tristes. Se hurtó el semblante. Le pagaban. Tenerla dura era obligación. Y se paró en el bollo de Montse. Su boca apenas tuvo que retirar tela. Sus labios chocaron contra los verticales de la mujer.
Montse cerró los ojos, abrió la boca, escindió el chocho. Se llovió sobre la cara de Pedro.
No recordaba el inesperado puto humores de hembra tan desbordantes. El flujo bañó su pelo.
–¡ Me coooorrrroooo ! ¡ Graaaaciaas Diosssss… ! —clamó la hembra negada.
No habían pasado ni 20 segundos del encuentro de labios de cara y labios de vulva. Era un día de descubrimientos para Pedro.
–Tío, tienes que acabar. ¡ Méteme la polla !
Transfiguración. ¿ Era esa la maestra apocada ? Estaba mandando. Cierto que pagaba. Pero incluso la voz se transmutaba.
Se tocó la polla el filólogo. Dura, más que morcillona. Y el pagado entró de golpe en el coño de la clienta. Y se corrió en diez segundos, pasando por encima del alarido que inundó la habitación al compás de la penetración.
“ ! Qué fácil “. La sensación anegó el cerebro de Pedro. Todo era acuoso, caldoso, femenino. Ochenta euros por recibir una ducha de flujos de hembra. Nunca había ganado dinero por lo que para él era tan sencillo, tan cotidiano: una erección sin control. Se estaba creyendo puto. La sencillez de Montse, más allá de Enriqueta.
****ura Mujer
834 Publicación
"Durante años había sido una Montse"
Dos circunstancias de vida que se encuentran Montse y Tomás, Tomás y Montse. Como los esteriotipos encasillan en eso, una gorda, patito feo.
Que bien reflejado @*******Desi , me ha gustado,me ha movido las entrañas, porque no sé si todos alguna vez hemos sido una Montse. Este relato me ha llevado a lu humano, a lo que al fin todos somos.
******r63 Hombre
2.694 Publicación
Te confieso que esta vez me perdí un poco al inicio, me resultó un poco embrollado, pero luego retomadte tu línea y convertiste en nuevo episodio sin desperdicio mostrando humanidad y variedad.
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