ENTRE MUJERES- 10. Blanca
Mujeres. “ Qué seres tan maravillosos son las mujeres”, dejó escrito el viejo, ese Chinaski que lo acompañaba allá donde fuera. Blanca lo era: mágica . Casada con un policía, le gustaba mirarla en la sala de profesores. Rubia, ojos claros, culo y tetas. Profesora de plástica. Pedro la piropeaba a la mínima ocasión. Con ella se convertía en seductor. Aixa, Fina, Saly, Sonia, Miriam, Enriqueta, Grushenka. Sólo Sonia lo mudaba en hechicero. Pero con ella no ejercía. A Blanca la veía en el trabajo. En el auténtico. Y pasó de ser invisible a ganar ojitos al otro lado de las mesas, a cinco metros de distancia. Luego, en los pasillos, le gustaba encontrarla delante. El culo de Blanca lo crecía, de polla y de imaginaciones. Amante de nalgas, las de la compañera de instituto lo hacían tararear:“Son tus nalgas dos joyas del baile
Lírica del tacto
Poemas escritos por natura en braille
Desbordan espacios, paralizan tiempos
Todo un evento…”
La canción de los cubanos le escoltaba en los corredores. Se aparecía tras el culo de Blanca.
Y esas nalgas despertaron al poeta. Los halagos consiguieron que no sólo las posaderas soñadas lo contemplasen, también los ojos de la admirada empezaron a posarse en él. Pedro quería seguir. Adentrarse. Sexo y letras. La lascivia dura la tenía con monedas, en lupanares y moradas. Las palabras hilvanadas surgían en él al impulso de la carne de mujer. Y aquel par de lunas lo crecieron en versos.
Ando por la quebrada de tu falda,
fabulando tus muslos en dulzura.
Tus ingles de hembra, salaz aventura.
No es el horno excitado quien me escalda
Soy como rauda hormiga en tu guirlanda.
Escapo de la entrada en levadura.
Son tus piernas como fragua que endura,
la que desboca mi cuero en giralda.
Tú me oteas deseando ese cielo,
tus nalgas en bombones, mis calores,
y yo, en edén griego, libo con celo.
Lamo chocolate, sacio en ardores,
entre tus lunas, como caramelo,
cual dulcería que enmela primores.
Blanca podía hacerse perenne. Lo descubrió en la pantalla del ordenador. Allí la contemplaba desde el catre en abandono. Exhibicionista. Eso estalló en la verga de Pedro. Y fueron las fotos de la mujer de posaderas las que despertaron inspiraciones. La imagen de Blanca en blanco sobre fondo rojo. Lo crudo del vestido frente el carmín de la pastelería. Y nació el primer soneto. “ Dulcería “ lo tituló. Y se lo mandó. Emboscado en un Héctor cantado por Brassens, el profesor esperanzaba la respuesta de la hermosa.
–Bonito poema. ¿ Quién eres ?
Pedro se sintió ganador. Blanca entraba a jugar. En desventaja. Podría ser cualquiera: un padre, un alumno, un amigo…quizás un colega. El filólogo sabía. La dibujante no.
–¿ Cómo me pintarías ? –escribió el nuevo poeta
-Feo –atacó la hembra–. Si fueras atractivo te quitarías la careta.
–Sí, tienes razón. Nos pasa a los poetas. Eso de embellecer vocablos nos mengua en faz.
–¡ Nos mengua en faz ! Además de Cuasimodo, eres bastante ridículo –se burlaron las teclas de Blanca.
–Chica, ni que te hubiera dicho cuatro denuestos.
–Ja, ja, ja…debes ser viejo…¡ vaya palabros ! Un Quijote cincuentón y repelente. Por eso te escondes.
–Pero no escondo que me gusta tu culo. Tanto que lo lamo, lo libo, lo sueño…
–Prefiero la taza del wáter a tu boca…y allí me voy a soltar caramelos por el ojete.
Fue un puñetazo en los morros, un rebrote de verga. Esa no era la compañera artista que él conocía. Blanca habia cerrado la sesión en la aplicación. Y ahora la taza de porcelana devoraría en dicha, lo suplantaría y podría recrear el terceto:
“ Lamo chocolate, sacio en ardores,
entre tus lunas, como caramelo,
cual dulcería que enmela primores “
Pedro se deslizó al baño. De Quijote lo tildó la hembra en culo. Se apiadó el caballero de su lanza y viéndola indómita y férrea la amancebó a la diestra. Aquella lluvia blanca se conformó. Pedro atisbaba que algún dia el recto de la bella sería embadurnado por su simiente soñadora.