FIN DE SEMANA EN VERA - 12. LA CHARLA
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12. LA CHARLA
Din don din don din don din don din..
— ¿Si?
— Aquí Oveja Descarriada llamando a Diosa Sigma, repito, aquí Oveja Descarriada llamando a Diosa Sigma. Unicornio-en-trámite está en la terraza tomando el café, mirando al infinito. Espero instrucciones de cómo proceder.
— Miss Daisy, deja de hacer el gilipollas y vente para acá. O ¿acaso te has traído el traje de ninja para escalar la fachada y darle un susto? Y deja de llamarme Diosa Sigma, en todo caso sería Diosa Alfa. ¿Has cogido la comida? – le dice MarujaperomellamanMaru.
— Diosa Alfa, mis cojones, que aquí somos todas iguales. Y sabes de sobra que no tengo un traje ninja, pero que te hayas casado no significa nada, el año que viene me toca a mí. Sí, he cogido las sobras de anoche, voy para allá. Oveja Descarriada, cambia y corta, desaboría, que eres una desaboría.
Estoy en la terraza y me parece ver a Miss Daisy escondida detrás de la ducha de la playa, mirando hacia mí. Bueno, escondida lo que se dice escondida, no está. Pero sí, de alguna manera parece que juega al escondite. Es bruta, pero qué mona es. ¿Cuánto habrá dormido esa criatura? Que yo me fui y seguía la fiesta. No, no creo que sea ella, pero con el resplandor del sol, y sin gafas de sol, no veo un carajo.
¿Llaman a la puerta? ¿Quién coño será? ¿El comité de bienvenida de la urbanización? No estoy yo para muchas bienvenidas. Abro la puerta y allí están. MarujaperomellamanMaru, Gracia, Maricarmen, Leo (ella) y por ahí viene corriendo Miss Daisy. Pues sí era ella, sí.
— Buenos días, Seren. Venimos a comer contigo, ya que no has aceptado mi invitación- dice MarujaperomellamanMaru.
— ¿Ein? ¿Qué invitación?
— ¿No te ha mandado mi hijo un mensaje esta mañana?
— ¿Tu hijo? ¿Sandokan es tu hijo? ¡No me jodas, MarujaperomellamanMaru, que tú eres la suegra!
— ¿Qué suegra? ¿Qué dices? ¿Podemos pasar?
No espera respuesta, ya van todas por el pasillo, en fila india. Vuelvo a recordar… las muñecas de Famosa se dirigen al portal… ains. No sé si hay sitio para todas, que mi casa es un apartamento pequeño, que ya lo habíamos dicho.
— Hemos imaginado que no tenías apaño para comer y hemos traído algunas cosillas. Realmente, nos hemos acostado tarde y no hemos preparado nada, estas son las sobras de anoche.
— Está bien, Maricarmen, de verdad. Si tampoco tengo hambre. Sentaos donde podáis, por favor.
El sofá hace una L y allí se sientan las cinco en torno a una mesa baja. Yo me siento en el suelo, delante de ellas. Si no fuera porque están desnudas, parecerían un pelotón de fusilamiento y yo el reo (¿o se dice la rea?).
Ponen los platos encima de la mesa, las jarras de sangría aguada (espero que los dientes de Luisito no estén incluidos), los vasos, platos y cubiertos de plástico y me miran.
Desnudas, las cinco me miran.
— Seren, hace calor. Quítate el pijama, leñe, que vas a coger el sarampión.
— Ah vale… (ese leñe me ha recordado a Maricarmen y sus muñecos, a Doña Rogelia, ainss...)
Y me quito el pijama para que ellas estén más agustito, no porque yo tenga calor. Qué bien mandada soy, coño…
— Si un zapato no te vale en la zapatería, no lo compres, nunca te valdrá. Punto. – Añade Miss Daisy.
— Eso no es tanto así. El zapato puede adaptarse a tu pie según le vas dando uso- afirma Leo (ella).
— O también puede hacerte unas ampollas tamaño natural… - dice Gracia.
— Pero con unas tiritas te arreglas, mientras te pones otros-, opina MarujaperomellamanMaru.
— Si, y cuando te los vuelves a poner, te vuelven a salir ampollas – sentencia Gracia.
— Ya, pero igual a tu amiga le vienen bien y se los puedes prestar… - Opina Maricarmen.
(Quiero entrar, en tu garito con zapatillas, que no me miren mal al pasar, estoy cansado de siempre lo mismo, la misma historia y quiero cambiar, me da pena tanta tontería, quiero un poquito de normalidad… ains, me acuerdo del Canto del Loco).
Me miro los pies, con las uñas llenas de arena cristalizada. ¿Cómo voy a quitar ahora eso?
— ¿Cómo estás, Seren? – pregunta MarujaperomellamanMaru.
— Pues cómo va a estar, pues como yo cuando me casé la primera vez. Que mi marido me llevó al pajar a pasar la noche de novios y ni gustito ni nada. Bueno, él sí se llevó el gustito. Y al día siguiente estábamos trabajando en la vendimia, con el lomo doblado. Y yo que no podía casi andar, porque mi Leonardo -que en paz descanse- estaba muy bien dotado. Eso es así- dice Maricarmen.
— Lo siento, por el fallecimiento de tu marido, - le digo.
— No no, si no ha fallecido, Seren. Mi exmarido es Leo (él) y ahora está descansando. Que ayer bien que se empleó con Leo (ella)… y no digo que esté celosa, ehhhh, que a mí Pablito bien me dio por todos lados, pero bien bien… Pero vamos, que el trabajito que le hizo a Leo (ella) a mí no me lo ha hecho en su puta vida. Y no estoy celosa ehhh, que sois muy víboras todas.
(Ay madre, no son celos, pero lo parece…)
— Pero ¿en serio tenéis celos? ¿Cómo se puede ser celosa en un matrimonio holgado, donde todos compartís todo? – pregunto.
— Querida, Seren, la vida esbinguer es muy complicada. Se trata de compartir, sí, pero al mismo tiempo aparecen las inseguridades. Y te cuestionas todo el tiempo. Es como estar en una playa nudista. ¿Te diste cuenta lo que te costó ayer desnudarte en la playa? – me dice MarujaperomellamanMaru.
— Y se desnudó porque yo se lo dije. Eso es un punto para mi – dice Miss Daisy.
— Eso es así, Miss Daisy. Muchas gracias. – Se lo agradezco, claro, pero más que decírmelo me chantajeó. Eso también es así.
— Te costaba desnudarte porque te comparas continuamente con el resto de mujeres. Cuestionas tu culo, tus pechos, tus curvas, si estás morena o no, cuestionas en base a una estética que marca la sociedad, dependiendo de las modas, que no tiene nada que ver con quién eres tú de verdad. Y lo único que debes tener presente es esto, apúntatelo bien en la cabeza, Seren, porque esto te lo tienes que aprender y te va a servir para todo en la vida:
“Nunca vas a ser ni la más guapa de la playa ni la más fea, ni la que tiene más culo ni la que tiene menos, ni la de los pechos más bonitos ni la de los pechos más caídos, o más levantados, ni la más morena ni la más blanca, ni la más rubia, ni la más pelirroja, ni la más triste ni la más contenta, ni la más gorda, ni la más delgada. Siempre va a haber alguien con más que tú de todo y con menos que tú de todo. Siempre. Es la riqueza de las personas, que todos y todas somos distintos y distintas y todo está bien. Obviamente después elegiremos a nuestras parejas, de vida y sexuales, en función de nuestros gustos particulares, que poco o nada tendrán que ver con unos gustos orientados exclusivamente al físico. Porque el físico, pasa a un segundo plano, Seren. Míranos a nosotras. Así vas a llegar tú a nuestra edad. Con la piel ajada, llena de arrugas, con celulitis y varices y todo tipo de dolencias de mierda. La vejez, Seren, es un desafío emocional y psicológico. Algunas personas pueden sentirse solas o aisladas a medida que envejecen, especialmente si han perdido amigos y seres queridos. La jubilación puede llevar a una sensación de pérdida de propósito, pero también puede ser una oportunidad para disfrutar de nuevas actividades e intereses. La salud mental y el bienestar emocional son fundamentales en esta etapa de la vida.”
— Y cuando te crees que todo eso está superado y estamos en otra fase, aparecen los celos. Y es una mierda. No es que Leo (él) no se haya dedicado a Maricarmen en su vida de casados como anoche se dedicó a Leo (ella). Es que Leo (ella) es un desafío para Leo (él). Son las ganas de agradar, de tener la certeza de que, aún con nuestra edad, otra persona te desea, a otra persona puedes hacerle sentir, que todavía eres capaz de dar placer. Que tienes delante un cuerpo desconocido al que puedes explorar.
(Jo, a mí no me exploraron ayer. En ningún sentido me exploraron).
— Y seguro que estás pensando que ayer a ti nadie te exploró- dice MarujaperomellamanMaru.
(Esta mujer es bruja…)
— Y no. No pienses que soy bruja…
(Ya te digo que lo pienso, ¡bruja!)
— Es que todas hemos pasado por lo que pasaste tú ayer. Que ya le tiraré de las orejas a mi hijo. Es que te fuiste enseguida. Es que no le diste tiempo a reaccionar ante tu generosidad. Porque no todos reaccionamos igual, Seren, ni a la misma velocidad. Es que hay personas a las que hay que decirles las cosas. – Sigue MarujaperomellamanMaru.
— Me parece muy triste pedir caricias o besos. Para mí, es una señal de falta de interés o desgana. Decía Frida Khalo: “No te voy a pedir que hagas nada, porque si tengo que pedírtelo… ya no lo quiero”.
— Y eso sería así en un mundo ideal, Seren. Que todas las personas fuéramos igual de generosas, que tuviéramos la misma empatía. Pero eso no se da en la realidad. Nosotros mismos, cada uno, somos responsables de nuestro orgasmo. – Dice MarujaperomellamanMaru.
— No estoy de acuerdo con eso, MarujaperomellamanMaru. Yo soy responsable de mi orgasmo, cuando me masturbo. ¿Para qué quiero estar con otra persona si yo tengo que buscar mi orgasmo, si la otra persona no me da placer?
(¿Cómo puedo estar hablando de orgasmos, masturbaciones y de sexo con estas mujeres que acabo de conocer? Yo nunca he hablado de sexo con nadie. A mi generación no nos han enseñado a hablar de sexo…)
— Mi querida niña, cuando se practica sexo, no importa en qué circunstancia, ni si estás con una o con diez personas, el objetivo principal debería ser recibir placer.
— Claro, estamos de acuerdo. Recibir placer que te tiene que dar la otra persona o personas.
— No, mi niña. Tú tienes que buscar recibir tu propio placer, sin expectativas. Es un error que pienses que el otro te tiene que dar lo que ni siquiera sabe que tiene que darte, porque no sabe lo que te gusta.
— No te entiendo, MarujaperomellamanMaru.
— A ver, te voy a poner un ejemplo. ¿A ti te gusta dar masajes? ¿Te causa placer acariciar a la otra persona?
— Si.
— Pues eso es buscar tu propio placer. Si a ti te causa placer dar un masaje, tienes que darlo, siempre que a la otra persona le guste recibir un masaje, claro. Porque a ti te puede gustar mucho chupar una oreja, pero si a la otra persona no le gusta nada, pues tienes que buscar otra cosa. Tú tienes que buscar tu propio placer, pero sin expectativas. Preocupándote, claro, de que la otra persona disfrute y busque también su propio placer.
— ¿Entiendo, entonces, que si yo se la chupo a Pablito, porque a mi me gusta mucho chupársela a Pablito, después me tengo que tumbar y subir las piernas para que Pablito también busque su placer en mi coño? – pregunta Miss Daisy.
La carcajada de todas interrumpe el momento. Miss Daisy da en el clavo, sin pretenderlo.
— Pues dependerá de si a Pablito le gusta comer coño o no. Cosa que averiguarás a continuación. Porque a muchos hombres no les gusta, claro. Que no a todos les gusta “bajarse al pilón”, como dicen ellos, creyéndose muy graciosos. Como si ellos no tuvieran el caño en su propio pilón. – Categórica aquí, MarujaperomellamanMaru.
— Esa es la cuestión, que a muchos hombres les gusta que les coman la polla, pero ellos no comen coño. Y eso es injusto. – Acierta una vez más Miss Daisy.
— Pero ¿a ti te gusta comer polla? Es que, si a ti te gusta comer polla, ¿no lo vas a hacer porque a él no le gusta comer coño? Ahí es cuando tienes expectativas, que se pueden cumplir o no. Y al sexo hay que ir sin expectativas – sigue MarujaperomellamanMaru.
(Mi cabeza está a punto de hacer… buuummmmm. MarujaperomellamanMaru está cuestionando mi forma de relacionarme, sexualmente, hasta ahora. Comportamientos aprendidos que son como montar en bicicleta – yo vestida, claro- que nunca se olvidan.)
— Pues a mi uno me dijo una vez “pide por esa boquita, que te darán por ese culito”. Y claro, yo no dije ni mú. Que me lo dijera ahora… ja. Y ese estaba muy bien dotado, que también hay que decirlo – apunta Miss Daisy.
Una carcajada sana invade mi salón y ¡cómo me gusta ver cómo se ríen!...
(Mucho que pensar, mucho en lo que reflexionar, muchas cosas que cambiar -o no-, pero desde luego, tengo que recapacitar en cómo me relaciono a partir de ahora…)
— Vaya mierda de charla que os estoy echando. Vamos a comer y nos bajamos después todas a la playa… - dice MarujaperomellamanMaru.
— Vale, pero ¿yo puedo pedir que me coman el coño o no? - pregunta Miss Daisy.
Y lo decido. Adoro a esta mujer. Las adoro a todas, también a Miss Daisy. Me acaban de regalar un momento que voy a recordar toda mi vida.
(Es duro despedirse, pero más duro es decir salsa Worcestershire…)