FIN DE SEMANA EN VERA - 7. LA CEREMONIA
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7. LA CEREMONIA
Me he ido de la playa a las 2, después de 5 o 6 cervezas, y aunque lúcida, estoy un poquito pa’llá. Me miro al espejo y estoy desnuda. He subido desnuda de la playa. Pero me guiño un ojo y digo: no passsaaa nadaaaaa. Y eructo. Y me río. Que yo he eructado por la boca pero ellos eructan por el culo. Y qué risa yo sola jajajaja… caigo en el sofá boca abajo y… hasta ahí recuerdo.
Despierto. Sólo sé que me esperan en la planta baja del bloque a las 8 y son las 7. Me toca correr…
Decía Coco Chanel: “vístete como si fueras a ver al amor de tu vida, a tu ex y a tu peor enemiga”. Bueno, pues ninguna de esas tres figuras va a venir a la boda. Así es que yo añadiría: “vístete como si te fueras de boda con tus nuevos mejores amigos”. Y eso hago.
Y me ducho. Y me pongo mi vestido estilo ibicenco en tonos rosas, porque a una boda no se puede ir de blanco, y me maquillo, y me pongo mis pendientes, reloj, anillos… tengo de todo para irme de boda. Y un bolsito de mano en tono fucsia para guardar las llaves y el pintalabios y la documentación y dinero, y el bolso se me hace pequeño para todo lo que quiero guardar… ainsss… y me perfumo. Y qué monísima estoy, jo.
Y voy a salir por la puerta a las 19,55 cuando me doy cuenta. ¡Ostras! No llevo las uñas de los pies pintadas. Me las pinto en un momento, que con las sandalias puestas, se secan bien.
Salgo por la puerta y me asomo, que con esta gente nunca se sabe. ¡Mira que si la boda es nudista! Pero no, me lo habrían dicho, les veo a todos vestiditos. Y eso me gusta. Cada cosa tiene su tiempo. Y me dicen: “¡Vamos Seren!, que llegamos tarde”, grita Leo (él). Ya voy…
Y bajo. Hasta la planta baja. Y están empezando a desnudarse…
(Jesús, María y José, ¿es que esta gente no respeta nada?).
“Tenemos que entrar todos desnudos en fila”, dice Gracia. “Entrar desnudos, ¿dónde?”, pregunto con el miedo en el cuerpo. “Vamos de boda Seren, coño”, dice la camionera que lleva Miss Daisy dentro.
Es decir, me acabo de vestir y ya me estoy desnudando. Y atravesamos la cancela de la playa todos desnudos, en fila. (La madre que me parió…)
Voy detrás de Pau. Fina estampa caballero, caballero de fina estampa, un lucero, que sonriera bajo un sombrero… se me acaba el cántico cuando veo la estampa… en la arena, sin sandalias, con las uñas de los pies que no se ven por la arena, porque no se habían secado y ahora parecen… pues cualquier cosa. Y tengo ganas de llorar por mis uñas y Leo (ella) me dice que también está muy emocionada, que es un momento muy especial. Y finjo, como otras tantas veces:
— Jo, es que esto es muy emocionante… (rezumo cinismo por todos mis poros. A ver… desnuda, con las uñas de los pies mojadas y llenas de tierra, en una boda nudista que más parece un teatro, porque los que quedan en la playa se han acercado a mirar -putos mirones-. Emocionada no estoy, las cosas como son)
El cura. Aquí-hay-un-cura. A ver, ¿me habéis entendido? Que aquí hay un cura. Con su alzacuellos. Y la biblia. Y nada más. Nada más, ¿lo pilláis?
(Y ahora os pregunto, a los y las que estáis leyendo: ¿quién le ha visto los cojones a un cura, ehhhh, quién? Pues yo si. Y no le voy a describir por si acaso es pecado…)
Lo que sí os diré es que es un cura camaleónico, y no porque venga disfrazado, no, que ya hemos dicho que solo trae el alzacuellos. Es que uno de sus ojos mira a Murcia y el otro a Cáceres, el pobrecillo. Si me pongo frente a él, tengo la certeza de que no me ve desnuda, ¡bien!.
Delante de él, una mesa de camping con dos copas -el cuerpo y la sangre de Cristo-, digo yo. En una mesa de camping. Qué cojones, que no es literal, como otras veces.
Y Pau que pone música nupcial… Y entran por la cancela de la playa MarujaperomellamanMaru y Fefe. Jo, qué bonita pareja…
Ella lleva un velo corto, y qué mona está maquillada. Y él lleva una pajarita. Y nada más, aparte del peluquín, que no sé quién le habrá engañado para comprarse eso. Y pienso que en algún lado hay una cámara escondida, que esto no es normal. Sonríen, pasan a mi lado, sonríen a un lado y al otro…
Y empieza la liturgia. Y es que nadie se ríe, coño. Y es difícil, es harto complicado aguantar la risa. Pero no me río por la cámara, que está en algún sitio. Pero me abstraigo de la ceremonia, porque creo que todavía corre el alcohol por mis venas.
Pero vuelvo en mí cuando el cura dice:
— ¿Aceptas a MarujaperomellamanMaru como tu legítima esposa, y prometes serle fiel en la salud y en la enfermedad todos los días de tu vida hasta que la muerte os separe?
(Fiel dice el cura, todo serio, y no se descojona, oye…)
Y Fefe:
— Toa toa toa te necesito toa…
Y no lo ve venir, porque está tan concentrado cantando que no lo ve venir, pero la colleja que le da MarujaperomellamanMaru es apoteósica. Tan apoteósica que a Fefe se le mueve el peluquín.
Y Fefe chilla cual gorrino afónico en día de matanza, dolido no sé si por el golpe o en su orgullo peluquinero. Normal. ¿Por qué esa criatura se habrá puesto un peluquín?…
Y MarujaperomellamanMaru dice:
— Contigo no, bicho. ¿Algún voluntario?
(Contigo no, bicho. Eso-ha-dicho el día de su boda. A su novio. Joderrrrr. ¡Qué grande es MarujaperomellamanMaru!, mi admiración por esta mujer crece por momentos. Gracia me dice por lo bajini que a MarujaperomellamanMaru no le gusta esa canción. Pues normal, entonces).
— Si tú me dices ven, lo dejo todo, si tú me dices ven será todo para ti. Mis momentos más ocultos también te los daré, mis secretos que son pocos serán tuyos también…- se ofrece Pau.
— Bueno, vale.- Dice MarujaperomellamanMaru.
(Secretos que son pocos, dice Pau. Viviendo en un “matrimonio holgado”, como me dijo MarujaperomellamanMaru, los únicos momentos secretos deben ser cuando estés cagando, si lees el Marca, o la Lecturas o Los pilares de la tierra. Digo yo, que de matrimonios holgados sé poco, más bien nada.)
Pero el caso es que el cura pasa el trámite, cambia a Fefe por Pau, y listos. “Yo os declaro marido y mujer” y se besan, y dice que nos demos la paz.
(Y Fefe, que está a mi lado soltero y entero, hace como los toreros en la plaza cuando hacen ese movimiento de pelvis al tendido y dicen al toro ehhh ehhhhhh… ¿se pensará que le voy a dar la paz agarrándole el pene? ¿No se acuerda que tuvo un esguince el año pasado?).
Le recrimino: “Fefe, esto es muy serio”. Y él: ehhhh ehhhhh torito. ¿”Torito” yo? Y Fefe canta: “Voy a perder la cabeza por tu amor, como no despierte de una vez por siempre de este falso sueño, y al final vea claro que te estás burlando, que te estás riendo, en mi propia cara de mis sentimientos, de mi corazón”.
“Fefe, vuelve en ti, que te van a decir algo y no será bonito”, le digo, pero ni caso, oye. Y cambia: “se nos rompió el amor de tanto usarlo”… lacrimógeno, lo mires por donde lo mires.
Todos se dan la paz, menos yo, que no tengo a quien dársela y Fefe, por hacer de torero. Porque no pienso agarrar el pene de Fefe y decirle que la paz sea con él, cuando ese pene quiere guerra, claramente.
Y que podemos ir en paz. Ya ha terminado, ufff.
“Ave María Purísima”, se me escapa por lo bajo. “Sin pecado concebida”, dice el cura. (Sin pecado sin pecado… bueno. Digamos que el marido se hizo cargo porque no quedaba bien poner que había sido una paloma, que no se cuenta la historia como es, coño).
Le miro. Me mira. Nos medimos, con los ojos achinados. Me acerco a él:
— Ha sido una ceremonia muy bonita.- Le digo. Porque yo soy muy educada, aunque no me he enterado de mucho…
— Muchas gracias, hermana.
— ¿Hermana yo? No no, yo no soy monja (con la de cosas nuevas que yo tengo en la cabeza, como para ir a un convento y empezar a fantasear con el altar… quita quita). Me llamo Seren, soy amiga del grupo.
— ¿Eres su nuevo unicornio?
— ¿Ein?
— Pues te lo pedirán. Pero entretanto, disfruta de la fiesta.
— Y usted es un Padre muy moderno, ¿no?
— Buahhhh, eso se lo tendrías que decir a mis hijos…
— ¿Ein? (¿Tiene hijos? Los curas tienen sobrinos. Y un unicornio… ¿qué es eso?)
— Ay hija, si es que se lo tenía que contar a alguien, que ya no puedo más con la culpa. ¿Tú me guardas el secreto de confesión?
(¿Pero qué dice? El secreto de confesión es a la inversa, y yo tengo poco que confesar a un cura desnudo, las cosas como son).
— En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, que está en el palomar. El Señor esté en tu corazón para que te puedas arrepentir y confesar humildemente tus pecados.- Le digo. Y se lo digo porque lo vi en una película, que se hace así. Bien es cierto que era una película de exorcismos, pero es lo que hay.
— Un día recibí un mensaje por WhatsApp. Que si podía venir a la playa a casarles en 7 días, pero que tenía que venir desnudo, que la boda era en una playa nudista. Y yo les contesté que sí, claro. Que no tenía inconveniente. Pero les dije que primero tenía que confesarles. Y recibí otro mensaje diciendo que una mierda pa mi, que ella no tenía nada que confesar.
(Cogería el móvil la camionera que Miss Daisy lleva dentro…)
— Pero borraron el mensaje rápidamente y escribieron otro, dándome la dirección de su casa. Porque iba a ser una confesión a domicilio porque la carcundia que va a la iglesia no les quiere mucho.
— ¿Carcundia?
— La carcundia es un grupo o colectivo de personas retrógradas en temas de modernidad y religión, no como yo. La gente que frecuenta la iglesia no les quiere mucho.- (Yo ya les quiero mucho, ainsss….)
(La gente me señala, me apunta con el dedo, susurra a mis espaldas y a mí me importa un bledo. ¿Qué más me da? Si soy distinta a ellos, no soy de nadie, no tengo dueño… Lastimica me dan mis nuevos amigos, ainsss…)
— Ah vale. Quería saber si conocías el significado de esa palabra. Prosigue, pecador.
— Me dieron la dirección de su casa, y era un antiguo puticlub, que yo conocía porque iba cada viernes a comprar lotería.
— Claro. De momento, te castigo a 10 padrenuestros y 15 avemarías por toda la lotería que comprabas. Y a otros 10 padrenuestros y 15 avemarías por tener hijos. Prosigue, pecador.
(Nota mental: cuando acabe la confesión preguntarle qué es un unicornio. Yo le regalé a mi sobrina en unos reyes un peluche que era un poni con un cuerno. No creo que tenga nada que ver…)
— Nada más llegar, vi que eran nudistas.
(Tampoco hay que ser un lince, coño…).
— Y me ofrecieron café. Y yo les dije que mejor después de la confesión. Y entonces me llevaron a una sala que tenía una cruz en la pared en forma de X, y había cadenas, y esposas y un potro de tortura y un cepo, y un confesionario.
(Madre mía. Si es que son unos pervertidos, si eso ya lo tenía yo claro. Pero mira que involucrar a un cura… ufff. Y lo estoy viendo: el cura no colgó los hábitos, se los arremangó, verás…).
— Y les confesé a todos. Y luego tomamos café. Y fueron muy amables todo el tiempo. Y es que no me pude negar. Y han pasado 10 años y aquí vengo a casarles cada año, porque se casan cada año, sabes? Y repiten y todo, entre ellos, y no se divorcian. Así es que todos contentos.
— Bueno, pues entonces no hay tanto de qué arrepentirse, ¿no? ¿O es que son polígamos en los papeles? ¿O es que no presenta Ud. los papeles en el Registro?
— Verás, Seren… es que yo soy el dueño de la ferretería del pueblo.
— Un cura ferretero, pues bien. Ud. no quiere vivir del obispado y tiene su propio negocio, no le veo nada malo.
— No, Seren. Es que el cura del pueblo se llama como yo, -Manuel Raso, para servirte-, y me enviaron el WhatsApp equivocados. Pero yo sé que el Padre Raso nunca les hubiera casado y lo hice yo. Y sigo haciéndolo yo cada verano. Y no soy cura. Y tengo hijos.
(Qué huevos tienes, Manuel Raso, qué huevos. Para servirme, dice, que está para servirme… olé tus huevos morenos. Porque no sé cómo en un cuerpo tan blanco, se pueden tener los huevos y la polla tan negros. Que ahora puedo describirte porque no es pecado…)
— Ponte de rodillas, pecador…
Y oigo de fondo a la camionera que Miss Daisy lleva dentro: “¡El Padre Raso le va a comer el coño a Seren!”.
— Levanta, coño, Manuel, levántate rápido… que nos están mirando todos…- le susurro.
— Toma, Seren, el botón que se te ha caído- dice Manuel en voz bien alta, para todos.
(¿Un botón, Manuel? ¿Un botón es lo único que se te ha ocurrido? ¿Y el ojal es el culo y el botón me lo abrocha y así está cerradito y todo? De verdad…ehhhhh. Es que el que te sale espabilao es lo que tiene…)
— ¿Cuál es mi penitencia, Seren, cómo puedo desfacer este entuerto?
(Desfacer el entuerto uno que padece exotropia, que es cuando los ojos miran hacia fuera…)
Le susurro al falso Padre Raso, muy bajito:
— Manuel, ¿tú estás arrepentido?
— No, Seren, porque me lo paso muy bien cada año en esta fiesta.
— Pues imagina que estás de rodillas y muy arrepentido, mucho arrepentido. Y el alcalde y los vecinos, arrepentidos con el alcalde, que elige a los vecinos.
— No me entero, Seren.
— Ni ellos tampoco, pero bien que aplaudían. Céntrate, Manuel: Dios, Padre misericordioso, que reconcilió consigo al mundo por la muerte y la resurrección de su Hijo y derramó el Espíritu Santo del palomar para la remisión de los pecados, te conceda, por el ministerio de la playa, el perdón y la paz. Y yo te absuelvo de tus cosillas de la lotería y tus hijos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Y que no se te olviden los padrenuestros y los avemarías, Manuel o tendré que azotarte.
— Jo, Seren. ¿A qué hora serían los azotes?
Mucho vicio el de Manuel. Y llora. Está emocionado. Y yo me alejo de él, pero poco, que estoy de boda…
(Se te nota en la mirada, que sigues enamorada, te ha acompañado la suerte, han debido de quererte tanto para que me olvidaras…)