Caparotalia (Capítulo X) 2a parte de ¿Nos vamos?
Nerea siente que una mano la tiene sujeta cuando se despierta de un coma en el que ha estado inmersa durante unas semanas. Frunce el ceño como si le doliera la cabeza y con todas sus fuerzas balbucea: — ¿Adrián? Aprieta la mano que la sostiene deseando que sea la suya, pero Bruno exclama: —¡Por fin, amor mío, te has despertado! ¡Sabía que lo lograrías! ¡Eres muy fuerte! ¡Qué alegría! La abraza emocionado y le acaricia la mejilla, mientras le da un suave beso en los labios.—¿Quién eres? ¿Dónde está Adrián?
—Soy Bruno, tu marido—Se da cuenta que no lo reconoce, pero no le da importancia.—Estás en choc, es normal, voy a avisar al médico, no te preocupes, te pondrás bien.
Al dia siguiente Nerea sigue muy confusa, sufre una amnesia muy severa.
— Bruno, ¿qué me ha pasado? Cuéntamelo otra vez, ¡por favor!— ruega Nerea.
Bruno le contesta condescendiente:
—Por supuesto, te lo cuento otra vez.
Salimos a navegar un día precioso de sol y calor y se nos hizo tarde. Casi al llegar al puerto, nos sorprendió una fuerte tormenta que se adelantó según la previsión del tiempo. Estábamos plegando la vela y supongo que tu resbalaste y caíste al agua. Yo no pude ver lo que te pasó porqué estaba con mi tarea en el barco. Cuando me di cuenta que no estabas, me desesperé buscándote y gritando tu nombre pero las olas eran tan fuertes que avisé a los guardacostas y me obligaron a volver al puerto diciendo que ya se ocupaban ellos de la búsqueda. Me sentía abatido, no recuerdo ni cómo atraqué. Lloraba desconsoladamente mientras mis lágrimas se mezclaban con la lluvia. Pensaba que te habías ahogado— Bruno traga saliva con dificultat conmovido por el momento que vivió y sigue explicando: — Justo llegar al muelle, recibí una llamada de Víctor, el que nos vendió el velero el año pasado.
Me dijo que acababas de llegar al hospital en una ambulancia. Él iba a visitar a uno de sus empleados que también había tenido un accidente en un barco el mismo día de la tormenta. Menos mal que por casualidad te reconoció cuando te entraban por el pasillo de urgencias y pudo avisarme enseguida. Corrí hacia ti y no me he movido de aquí en ningún momento.
No sé quien te salvó, pero recuerdo otro velero entrando en el puerto al mismo tiempo que nosotros. Quizás te vieron caer y pudieron ir a por ti, es la única explicación que se me ocurre. No he podido averiguar nada más.
Has estado en coma todo este tiempo, pero ya ha pasado lo peor, cariño. Pronto nos iremos a casa y volveremos a nuestra vida.
—¿Qué vida? Dice Nerea, en susurros, no recuerda nada anterior a su viaje con Adrián.
Una vez en casa, Nerea se siente prisionera en una vida que no es la suya. Solo piensa en Adrián, en sus ojos verdes, su torso moreno y salado, su firme culo, su sonrisa sigilosa, su mirada ardiente, sus manos tocándola, su sexo erecto, la forma de lamerle el clítoris, de acariciarle los hombros... Todas las imágenes le vienen a la cabeza desordenadas, pero con coherencia. Necesita buscarlo, saber si es real o no. Se queda sola un rato y aprovecha la ocasión, pide un taxi y se va al puerto.
Cuando llega al puerto, sale del taxi, camina sin rumbo guiada por una intuición. El corazón le late con fuerza, tiene un presentimiento. El viento le lleva el olor a mar de Adrián.
Camina por el muelle hasta que reconoce el velero con el que ha hecho el viaje, atraviesa la pasarela con su falda larga, con su camiseta escotada y su pelo rizado que se mueve con el viento. Cuando se gira para buscar no sabe ni el qué, se encuentra a Adrián poniendo un pie en la pasarela de entrada al velero. Inmediatamente con sonrisa traviesa le dice:
—¿Nos vamos?
Están tan cerca que pueden sentir su aliento acelerado y dudan si lo que está ocurriendo es real o no. Entrelazan sus manos y cierran los ojos para dejarse llevar por una agradable sensación de mareo.
Continuará...