Bosquejo
Cuando tiene que pasar, pasa. Es fácil. Es libre.Desde muy temprano iban cayendo como gorjeos las respuestas risueñas. Ella, Él, mi compañero Momo y Yo.
La bruma de misterio tras la cual sonaba un río de placer se fue despejando con la salida del sol.
Pasamos un día de sol brillante hablando, curioseando y perfilando siluetas no físicas, hasta ahora desconocidas. Los cuatro seres coincidíamos también en eso: el gozo es mucho más que cuerpos.
Cuando el cielo sofocado se pintó de rojo, besé su boca, la de Ella, fruta fresca. Ella me arrebató el sabor para impregnar también la boca de Momo. Yo observaba sus mordiscos jugosos cuando los labios de Él llegaron a mí como flores silvestres.
Después, es difícil discernir cada detalle.
El caos armonioso se desplegó en xaloc y nos levantó en volandas. Entre los vaivenes recuerdo claramente la hierba fresca de su pecho, el de Ella. Momo sumergiéndose en el fondo de su cauce y los gemidos, soplidos, gorgoteos....
Algo después, creo, el fuego de la lengua de Él, en mi cuello estremecido, me llevo a otra orilla, e hizo brotar un silencioso manantial. Él lo supo y sus dedos escarbaron el terreno húmedo, suelo propicio para juntos y serpientes.
Las memorias no son claras y las sensaciones exquisitas. Pero eran pensamientos sin palabras, pensamientos tan difíciles de comunicar como un olor del que uno a duras penas se acuerda, o como un color que se ha soñado. Los roces suaves y las ramas crujiendo estrepitosas. Los aullidos y susurros. Néctares y savias fluyendo ora aquí, ora allá...
Y con el sudoroso rocío del siguiente amanecer, las voces y los cuerpos acallados, encantados, descansaron por fin. Los petirrojos salieron cantando a buscar alimento arremolinados, sin saber, en torno al tronco hueco que nos resguardaba.
@*******adi