Buscando la luz
Hola, bienvenida. Por favor pasa y cierra la puerta.Puedes poner tus cosas ahí.
Siéntate y ponte cómoda.
¿Quieres tomar algo?
Espero te guste
Leí tu mensaje esta mañana y déjame decir que no tienes porqué avergonzarte. Son muchas las personas que vienen por el mismo libro.
Es curioso, porque si bien no es una obra de arte, ha hecho mucho por mucha gente. Pero son muy pocos los que se atreven a decirlo en voz alta.
Para la inmensa mayoría, lo que vamos a hacer esta noche, solo sucede en el imaginario de una escritora. Personajes ficticios y situaciones idílicas que les ayudan a escapar de la realidad por un momento, pero al terminar de leer vuelven a sus vidas cotidianas, muchas veces con la sensación de que algo les falta.
Por supuesto están quienes encuentran confort en lo exagerado de la situación que se plantea. El tío millonario, con un cuerpo cincelado por los dioses que baja de su helicóptero para llevar a cenar a la joven reportera que se muerde el labio cuando está nerviosa.
Sin embargo, tú no has venido ni por el tío millonario ni por el helicóptero, tampoco creo que seas reportera, aunque si he notado que muerdes tu labio inferior mientras charlamos. ¿Lo estás haciendo a propósito?
Entiendo que si estás aquí, es por el famoso cuarto rojo. Ese que te hizo ruborizar la primera vez, el que te hacía leer con más ganas y con el que has fantaseado tantas veces en la intimidad.
Estás aquí para dejar atrás todas las sombras con las que has vivido y buscar la luz de lo que eres, de lo que somos. Yo estaré encantado de acompañarte en este viaje, pero te advierto, el camino hacia la luz quema y tú sigues mordiéndote el labio.
¿Estás lista?