Hazme disfrutar

Le gustaba que leyera para él cada vez que quedábamos y ese día no iba a ser menos.
Acabado uno, enseguida buscaba otro. Decía que le gustaba mi voz, la entonación y mis pausas.
Llegué y me esperaba con un libro nuevo y envuelto de regalo. Me senté en su sofá tras dejar mi chaqueta y mi bolso y empecé a abrir el papel de regalo.
"Hazme disfrutar" la portada era azul cielo con una flor de loto roja enmedio.
Me pareció una preciosa portada y el nombre me atrajo enseguida.
Se sentó con un cojín en el suelo y me pidió que empezara mientras miraba mis piernas que el vestido dejaban al aire.
Empecé a leer un relato que hablaba sobre el placer a la mujer, enseguida oí sus gemidos y una de sus manos se metió por debajo de mi vestido para masturbarme tal y como explicaba el relato.
Un gemido mío le sobresaltó.
• Sigue leyendo- me estaba viendo en el espejo de su armario y desvié la vista. No quería vernos.
Mis palabras se desconectaban de mi pensamiento y se centraban en el texto, en sus manos y en mi placer.
Seguía haciéndome leer, yo intentando no perder el hilo de la historia ni la entonación, intentando no gemir ni tirarme sobre él soltando el libro al que me aferraba con las dos manos y apretaba mis ganas contra él.
Me tiró hacia atrás en la cama y me quitó las bragas para comerme entera, tal y como avanzaba el relato.
Subía mi temperatura, la suya y la del relato.
Tuve que dejar el libro para agarrarme a su espalda, sentía su polla erecta en la entrada de mi vagina y como si un imán lo atrajera dentro de mi, se deslizó completamente mientras lo enredaba con mis piernas y nos movíamos al mismo compás.
Por fin daba rienda suelta a mis gemidos, a mis movimientos y él me dejaba hacerlo.
Me sentía atrapada en un libro de "Elige tu propia aventura " pero sexual.
Un escalofrío recorrió mi espalda mientras me corría y me deshice de nuestras piernas enredadas para bajar hasta su polla y comérmela como deseaba desde hacía rato. Entraba y salía de mi boca, a él le gustaba ver el movimiento y que levantara la cabeza para ver la lascivia en mis ojos mientras lo hacía.
Ahora era su cuerpo el que temblaba mientras yo lamía todo su semen dejando su polla reluciente.
Se agarró a las sábanas mientras seguía temblando.
Subí a besarle mientras se unían sus fluidos y los míos y veía de reojo el libro tirado abierto por la página en la que me quedé.