ANTICUADA

****Si Hombre
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ANTICUADA
"Tu falda verde,
anticuada,
me hizo reír,
mirarte.
Y tú, sofocada,
quisiste enseñar
más pierna
y ocultarte"

Sonríe, aprieta el papel arrugado

"No sirvió de nada.
Esos ojos verdes
pedían pasión,
fingían desdén.
Y tú, descolocada
pensabas
no puede ser,
no es otro patán"

Entorna los ojos.

"Hice los honores
al dios voyeur,
Y busque flores,
entre tus piernas."

La sonrisa se vuelve picara.

"Pusiste cara
de no saber
porque
arqueaba
las cejas"

Intrigada, frunce los labios y el papel casi se le resbala.

"Me costó
entender
que tu falda,
plegada,
no ocultaba
tu belleza. "

Abre los ojos más y contiene un suspiro.

"Tres palmos
más arriba
tu mirada
te desnudó
Tu belleza
anticuada
me miraba,
sonreí"

A su pesar, siente que le sube un calor conocido a las mejillas.

"Sorprendida?
Cansada?
No importaba,
me mirabas
a mí,
Y morí "

Cierra los ojos y aprieta el papel contra su pecho.

En las últimas tres semanas ha encontrado varias notas garabateadas,
con letra nerviosa, como quien escribe con prisa, pero este es el
primer poema. Sentada en la taza de los servicios de la facultad, con
las bragas por los tobillos, el culo bien protegido por toneladas de
papel entre el ovalo de plástico y su piel y el poema arrugado en la
mano se siente ridícula. Y feliz.

"Como es posible?" Se pregunta, "yo que estudio a los clásicos,
filología hispánica, nada menos, a punto de doctorarme y me emociono
por un poemita cutre?" Si, cutre, pero te lo han dedicado a ti, le
dijo alguna vocecita al oído, a ti que siempre has soñado con ser la
musa de un artista.

Abre los ojos repentinamente al escuchar la puerta del servicio y casi
se le escapa la risa al verse medio reflejada en la sucia puerta
metálica. Mete, arrugándolo aún más el papel en su escote- porque lo
metes ahí? Le dice la vocecita, tu nunca guardas nada entre tus
pechos. Recompone su ropa y sale como si nada, farfullado un saludo.

Durante toda la mañana intenta recordar si ha tenido un encuentro de
miradas con alguien o si solo es una fantasía del que lo escribe. Por
supuesto que le miran, pero ella siempre evita mirar a los ojos. Suele
llevar faldas y prefiere enseñar las piernas, no le importa que los
ojos de los mirones busquen tesoros, está acostumbrada. Que busquen lo
que quieran, con tal de que no le miren a los ojos...

Pero no hay manera, no recuerda nada especial. Caras y caras del
autobús, el tren, la calle, ninguna le dice nada. A mediodía, sentada
en un banco, con su sándwich de pavo en una mano y el poema en la otra
empieza a jugar a los detectives. "Donde has encontrado las notas? En
el bolso. Y donde dejas el bolso? En el suelo de todas partes. En
clase, en la cafetería, en el tren.... Por ahí no voy a ningún sitio"
suspira, "Y las otras notas? Solo decían tonterías, eres preciosa y
una frase típica de piropo antiguo... Las tire. Antiguo...eso es,
tiene que ser alguien mayor¡ Tengo un admirador maduro¡"

Reconoce que eso te gusta, siempre te han gustado mayores, le susurra
la vocecita maliciosa.
Sin poderlo evitar aprieta las piernas recordando sus fantasías. En
sus mejores orgasmos, juguetito en mano, siempre aparece un hombre
fuerte, canoso, de manos anchas que le mira a los ojos mientras le
penetra, casi más con la mirada, que con su polla.

Sacude la cabeza, apartando la imagen de su mente, aunque un ratito en
el cuartito de limpieza no estaría mal eh? Desde que consiguió la
llave, lo ha visitado algunas veces, controlando los horarios de la
limpiadora, siempre pegada al móvil. Palpa el bolso por fuera para
asegurarse que su pequeño y salvador delfín está ahí, dispuesto a
ayudarle otra vez.

Ni dos minutos tarda en colarse en el pequeño cuartito, tiene el
tiempo justo. La limpiadora volverá en 15 m a echarse un cigarrillo,
lo tiene bien controlado. Al fondo, entre bayetas y colillas escondidas, se
lanza a un ritual de placer tan directo como práctico: con una mano se
acaricia el cuello y con la otra empuña el delfín, que conoce muy bien
el camino.

Solo el primer gemido ahogado sale de sus labios, cuando estalla una
frase en su cabeza:
"Y busque flores, entre tus piernas" El jardinero ....Sebastián?? Pero
es muy viejo!! La imagen del jardinero calvo, siempre sonriente, con
cara de no haber salido nunca de su pueblo, se le atraganta al orgasmo
que venía como una centella y sin poder evitarlo el delfín le resbala
de la mano. Cae, rebota y se cuela entre una tonelada de trapos para
el polvo.

Allí queda ronroneando, mientras ella, otra vez con las bragas por los
tobillos, cierra los ojos anonada. "No puede ser, no puede ser el..."
Y se recuerda su promesa. El anillo de castidad que luce en esa mano
culpable de ser tan amiga del delfín, quejándose a ratos entre los
trapos, como si quedara sin pilas. "no me puedo creer que tenga que
hacerlo con el jardinero...estoy loca o qué?." Pero hiciste un
juramento de castidad, la vocecita se ha convertido en una voz grave,
profunda y tienes que cumplirlo.

Se ve a sí misma muy seria, con Laura y Zoe, sentadas en el suelo del
apartamento de Ibiza, medio desnudas, despeinadas y sucias, jurando
castidad hasta encontrar "una razón intelectual, un impulso emocional
mezclado con una excitación de las ideas" Solo al protagonista de esa
excitación intelectual le entregaría su renovada virginidad. Por
supuesto, cada una hizo un juramento distinto, pero la enorme resaca,
la semana de sexo agotador y lo poco que comían con tanta coca, le ha
reducido el recuerdo a ese único momento, grabado a fuego en su
memoria. Hace ya un año...

Con un respingo sale de su ensoñación y casi de un salto (llevar las
bragas por los tobillos no es precisamente una ayuda) se esconde tras
10 fregonas sucias y despeluchadas, erguidas como señoras anticuadas.

30 toses, dos cigarrillos y una conversación en rumanogritado
después, por fin, consigue salir del cuartito quitándose del pelo
hilachas de fregona vieja. Sabe dónde va, está decidida y resignada.
Por la ventana ve al jardinero con unas tijeras enormes recortando
aligustres y tiene que apretar fuerte el poema que lleva en la mano,
recordar la sensación que le ha inundado al leerlo. Sudado, bajito,
rechoncho y sonriente Sebastián es cualquier cosa menos atractivo. Ni
de lejos parecido al hombre maduro de su fantasía.

Antes de poder pensarlo, esta frente a él, le saluda, sudando ella
también y con palabras atropelladas le enseña el papel, se lo planta
en la mano, le cuenta su promesa, sin dejarle hablar, a toda
velocidad, como ese polvo será su salvación, dejara de ser casta,
anticuada y podrá volver a ser ella misma sin prejuicios, sin
restricciones.

La cara del jardinero es más larga que el poema que cuelga de su mano.
Colorado, levanta las manos con una especie de gesto de incredulidad,
ella se las coge y le empuja entre dos setos altos y muy frondosos,
sin decir palabra.

En menos de lo que tarda Sebastián en decir peroquehaceuste, ya tiene
las bragas por los tobillos ("por tercera vez en el mismo día" piensa
" no me lo puedo creer") y espera que ocurra, que el jardinero le
libere de aquel juramento.

Sebastián mira a los lados y se echa mano a la bragueta un segundo y
después menea la cabeza, se da la vuelta y se marcha hablando entre
dientes: "Puñeteras jovencitas, siempre pensando en lo mismo, ya es la
tercera esta semana...., pero esta se ha pasao, ponerse en pompa como
las cabras!! " Coge la carretilla como si arrancara flores del suelo y
muy alterado se marcha gritando "esto antiguamente no pasaba, si me
hubiera traído la pastillita esa, ya te ibas a enterar tú, so guarra!"

Desde la tercera ventana de la izquierda del segundo piso, el hijo del
conserje, con los ojos desorbitados deja caer una hoja de papel
doblada en cuatro, con gesto incrédulo. Vuela, rebota en el alféizar
del primer piso y cae entre dos arbustos. Una ráfaga viento desdobla
una esquina y deja ver dos palabras, "falda" y "anticuada".

El pequeño delfín en el cuartito de limpieza se estremece entre los
trapos del polvo y con una sacudida se queda definitivamente sin
pilas.
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