Por fin

"Se lo he insinuado alguna vez pero a ella creo que no le interesan éstas cosas"

Eso me dijiste hace dos meses, cuando en medio de mi relato de cómo había llegado al mundo liberal te solté, así a bocajarro y sin avisar, que tú e Inés erais una de mis fantasías preferidas. Te conté la cantidad de veces que me había masturbado pensando en vosotros, la cara te cambió y supe que acababa de provocarte una erección.

Yo sabía que a mí me diría que sí. Era cuestión de cambiar el enfoque. A veces los hombres no os dais cuenta de que no se trata de que le hables de tu fantasía sino de que la ayudes a descubrir unos deseos que ni ella era consciente de tener en su interior. Hacían falta las palabras adecuadas susurradas al teléfono, la promesa de que iríamos probando despacito, de que podía confiar en mí... De que me podría decir "para" en cualquier momento pero que en realidad estaba convencida de que lo que acabaría es pidiéndome más, suplicándome que no pare, desesperada, como una gata en celo.

Y efectivamente aquí estamos, cenando los tres en vuestra casa. Para vosotros es la primera vez y eso lo hace más excitante aún. Huele a jazmín y entra una pequeña brisa desde el jardín. No es fría, pero lo suficiente para provocarle a ella un leve escalofrío que le eriza los pezones y hace que se le marquen debajo del vestido de seda que lleva puesto. La miro ¡Dios mío es preciosa! No lleva sujetador y los tirantes son apenas dos cintas finas sobre sus hombros. Está nerviosa, lo noto porque se mordisquea el labio inferior a la vez que me sonríe. Clavo mi mirada en la suya y pienso en lo mucho que me gustaría hundir mi cabeza en su cuello, dejar resbalar esos tirantes suavemente por los hombros, dejar sus pechos al descubierto, acariciarlos, lamerlos... Noto como ella puede leer el deseo en mi mirada.

Desde aquel día que en la fiesta de navidad te pegaste a mí por detrás y noté tu polla dura contra mi, estoy deseando follarte. Podríamos haber tenido sexo salvaje esa noche en el baño del bar, en tu coche o en cualquier otro lugar pero no quisiste. Me fastidió, pero ahora pienso que ese deseo contenido durante años está haciendo que éste momento sea aún más especial. Así que ahora eres tú el que va a esperar y se va a morir de ganas antes de correrse, vas a estallar sólo cuando ya no puedas más y lo vas a hacer sobre mi culo, que te fascina. Lo sé porque te he pillado mirándolo con lujuria más de una vez.

"De momento quiero que simplemente nos mires" te digo mientras te pido que te sientes en uno de los sillones. Quiero que te desabroches el pantalón y te pongas cómodo porque ahora nos toca a nosotras jugar.

Mientras lo haces, la cojo a ella de la mano, la llevo a la alfombra y la pongo de rodillas frente a ti. Saco la cinta que me regalaron en la fiesta de Joyclub (sabía que encontraría la ocasión perfecta para usarla) y suavemente le tapo los ojos.

Vas a morir de deseo en la espera, viendo cómo mis manos se cuelan debajo de su vestido y dentro de sus bragas y voy a aguantarte la mirada mientras lo hago. Quiero que veas como ella cada vez está más mojada, como su coño palpitante se va abriendo a mis caricias, que la veas retorcerse de placer. Y sólo cuando esté muy, muy cachonda, la inclinaré hacia ti, aún con sus ojos vendados y llevaré su boca hacia la punta de tu verga, cogiéndola del pelo para dirigir yo sus movimientos. La conoce bien después de tantos años de matrimonio, pero ésta vez le sabrá distinta, la deseará más que nunca. Porque en ésta ocasión yo le voy a decir exactamente cómo quiero que te lo haga, voy a pedirle que te lama los huevos, voy a pedirle que la recorra con la punta de su lengua, notando cada pliegue, sintiendo su calor, y luego voy a empujar su cabeza hasta que la tenga completamente dentro de su boca, hasta el fondo, y sé que se la comerá con ganas porque mientras lo hace voy a meterme debajo de su vestido, voy a separarle las piernas y voy a hundir mi cabeza entre ellas, marcando con los movimientos de mi lengua el ritmo que quiero que tenga la mamada que te va a hacer.

Y cuando vea que tu polla está tan dura y caliente que va a reventar, entonces sí, entonces te dejaré que por fin agarrado a mis caderas me pongas a cuatro patas y me folles como tantas veces has deseado hacerlo, y no lo podré decir porque mi boca estará llenándose de los jugos deliciosos de su coño, que lameré y absorberé, y dejaré que empapen mi cara y porque además los gemidos de Inés, recostada sobre la alfombra, deshaciéndose de placer no dejarían que me oyeras, pero lo estaré pensando: Por fin...