Mesa 3. Mujeres riendo
Cuando se marcharon y fui a recoger la mesa 3, aquellas mujeres habían dejado una nota arrugada en la mesa. Intenté leerla, pero la habían tachado y por encima con un rotulador rojo habían escrito “QUE TE JODAN OMS”Podía leer palabras sueltas en un párrafo que parecía ser extraído de algo oficial: “sexual... en la vejez inflciada por numer cambios iológicos que se prucen cmo rte del proceso de enveje en los hombr muje, así com múltiples faces psicosoes y socibientales”
Me pareció una gamberrada adorable. Féminas de entre 60 y 70 años que no paraban de reírse. Cuando iba a preguntarles que querían tomar, podía captar parte de la conversación y era muy sugerente y llena de humor y sabiduría. Mi compañero de la barra comentaba jocosamente que eran unas viejas verdes, que dónde íbamos a parar.
Un par de horas antes...
-Manoli te lo digo, a nuestra edad no es necesario el amor romántico. Nos meten en la cabeza que tras una edad tenemos que dedicarnos a las caricias y los besos tiernos y poco más. Necesitamos sentirnos vivas.
-¿Ah sí? ¿A qué te refieres con sentirnos vivas, querida Aurora?-Pregunta Manoli con ademan de tengo todo el tiempo del mundo.
-Espero que estéis atentas y no tenga que repetiros las cosas dos y tres veces, lo digo por ti Juani, ponte el sonotone-dijo Aurora creando un ambiente de las Mil y una noches-. No hace mucho, tuve un encuentro con un tipo que conocí en un viaje del IMSERSO a Palma de Mallorca. Después de visitar con él Sa Calobra en un sueño de telenovela turca, con cruce de miradas y música lacónica de fondo, nos fuimos tras la cena a su dormitorio en el hotel. Entonces imaginé una noche de sexo y desenfreno. Mi lubricante estaba en el bolso y sí, también un preservativo por eso de las ETS. Había ejercitado con bolas chinas mi vagina un par de horas antes, nada podía salir mal. Aquel caballero me besó la boca, el cuello e incluso desabrochó camisa y sostén. La gravedad mostró lo que ya sabíamos, y no había tiempo que perder, pero el hombre quedó sorprendido ¡Tengo 70 tacos tío! no voy a tener las domingas de la Pamela Anderson cuando corría por la playa, que a saber ahora cómo las tiene. Creo que su pene no reaccionaba, me dijo algo de que no podía tomar Viagra porque había sufrido varios infartos. Esto no tenía buena pinta, pero estamos en la meta de una carrera de inválidos así que no teníamos qué perder. Le senté al borde de la cama y me coloqué en el suelo como en yoga, aunque me faltaba la esterilla pero todo fuera por una noche inolvidable. Tenía la pomada de las articulaciones en la maleta. ¡A por todas!
-No entiendo tanta necesidad de follar con aquel hombre, se podría infartar, su pene no reaccionaba y encima no le gustaban tus tetas-dijo Luisa, la que faltaba por pronunciarse.
-Y eso que todavía no lo sabes todo mujer de poca Fe, escúchame hasta el final- y Aurora prosigue viniéndose arriba-.Su pene lánguido y su rostro avergonzado, pero ávido de placer, hicieron que me concentrara en mi labor de hacer una buena mamada. Que si succionaba el glande, jugaba con mi lengua por el prepucio y unos cuantos subes y bajas y nada, aquello seguía como una porra sacada del microondas. Pensé en una cubana pero no creo que le excitara ver su porra lánguida entre mis pasas. Así que me levanté, en mi mente lo recuerdo enérgicamente pero no debe ser así. Me puse a cuatro patas en la cama y pretendí que el tipo me follara por detrás al borde de la cama, así tal vez se animaba un poco. Luego recordé que mis labios mayores son como Dumbo así que mi gozo en un pozo. Pero el tipo se excitó, pude notar su verga semierecta. Introdujo el pene en mi vagina, podía notarla, era un revivir y quiso embestirme. Y yo exageraba, cual animadora empecé a vociferar onomatopeyas pornográficas y el tipo iba a más y más hasta que sonó un crujido. Entonces paró, me giré y me dijo que no aguantaba mucho de pies y no podía hacer esfuerzos con las rodillas porque estaba en lista de espera para colocarle prótesis por artrosis bilateral. Total que me levanté, me vestí y le dije que me iba con Martín. Claro que me preguntó quién era Martín y le dije que el que me da gustirrinín. Directa a mi habitación y al baño, abrí el neceser y allí estaba mi amigo para aliviarme.
-Aurora no tienes remedio, total que no hemos llegado a ninguna conclusión y es la hora de ir al seminario de sexualidad en el centro cultural-dijo Manoli con reproche a la cuentacuentos.
-Chicas, creo que esta experiencia me ha hecho reflexionar, y no vamos a ir a esa charla ridícula sobre sexualidad en la vejez. Vete levantando ya de la mesa Juani que tus rodillas tampoco son las de Serena Williams. Vamos a un club con un ganado joven y selecto que me ha recomendado una amiga. Hoy Martín descansa en casa.