EL BALCÓN (2)

Seguimos con la historia de nuestra usuaria en el balcón.


Allí estábamos los dos, en el balcón de mi casa, yo apoyada en la barandilla y él follándome con su deliciosa polla.
Una tras otra sus embestidas estaban consiguiendo llevarme al cielo, mi mano estaba masajeando mi clítoris para aumentar el placer, hasta que de repente se paró, acercó su boca a mi oído y me dijo “¿cómo está mi culito preferido, quiere que lo folle?”
“Joder, si, por favor, rómpemelo, estoy deseando que lo hagas”
Sacó su miembro de mi vagina, atinó la punta en la entrada de mi ano y empezó a embestirlo levemente, como queriendo entrar, pero sin llegar a ello, me estaba volviendo loca de deseo, quería su polla de nuevo dentro de mi, “vamos, ¿a qué esperas?, fóllamelo ya, que me estás matando de deseo”
“¿Tienes prisa, yo ninguna, quiero que la quieras más, que la desees más “
“¿Más?, no me jodas, eso es imposible”
No había terminado de decir la frase cuando sentí como me perforaba el ano, de un sólo empujón, de repente, de golpe, sin esperarlo, “aaaaaaaaaaah, jodeeeeeeer, me has hecho daño, bruto, pero, aaaaaaaah, no pares, sigue, ahora sí, aaaaaaah”.
No podía verle la cara, pero seguro que esbozaba una sonrisa de oreja a oreja, como le gustaba al hijoputa llevarme al límite, sabía lo que podía y lo que no podía hacer conmigo, y la verdad es que lo hacía muy bien, sabía convertirme en su esclava sexual.
Empezó a meter y sacar su polla de mi culo, primero despacio y suave, para paulatinamente aumentar el ritmo y la fuerza de sus embestidas, yo ya me encontraba fuera de mi, sudando, jadeando, gimiendo y pidiéndole más y más, una y otra vez “sigue, no pares, joder, que polla, como me gusta follar contigo, mmmmmmm, aaaaaaaah”. Ya me daba igual si nos veían, la mayoría del tiempo mis ojos estaban cerrados, disfrutando, viviendo esa intensa follada como si fuera la última de mi vida, incluso me había parecido notar que había dos balcones con gente mirándonos, pero ¿qué más da?, me estaban follando y me lo estaba pasando de muerte, no quería que aquello acabara nunca. Mi coño estaba ya totalmente inundado, el flujo que se salía de él me resbalaba por las piernas, me había corrido ya varias veces, y sabía que lo iba a hacer algunas más, con él era todo posible.
Giré mi cabeza para verle la cara, le besé, mi lengua buscaba todos los recovecos de su boca (también besaba de puta madre el cabrón), hasta que, de repente, me pareció ver una sombra moviéndose dentro del salón, en mi casa… ¡el muy cabronazo no había venido sólo, había alguien en mi casa!