Apolo ebrio
Cuidado con los heterosPero yo nunca me doy gustos
¡Cuidado con los heteros!
Pero éste me saca más de una cabeza y en el ancho de su espalda caben dos cómo yo.
Pero la espalda se va a angostar ahí en las caderas estrechas y firmes formando como una "V"
Y yo me lo tomo personal. Como una señal.
la noche ya hizo su trabajo, ya lo tiene en su punto.
La noche ya lo calentó y si no me lo llevo yo se lo lleva otra
Ay,... Ay ay ay...ah? Ah!
Ésa montaña que peinamos con el desprevenido reverso de la mano
regresó altanera a su lugar
Lo tengo que ver con la boca
Dijo Santo Tomás sinestésico
Me lo llevo manso
Con el afán del que quiere comerse el bizcocho con calma y sin modales.
Me ensordecen las liras y los coros celestiales al destaparlo con pausa solemne
Yo soy la vestal devota que en tu recinto lava tu figura de bronce y mármol con mi saliva.
En contra de mi salud, de los reflejos de vómito, de la física misma.
Es perfecto este momento de vacío y succión.
No se puede apurar la adoración.
Ésto será otro acto de circo.
No hay ningún sensato cerca para gritar: ¡es imposible!
¡¿Que es esto?! Puedes rayar un diamante
Saliva, lubricante y fé.
Me habita cuidadoso hasta que se disipa lo intolerable. Me tuerce para besarme.
Sucio, sucio, sucio
se quiere untar.
saltar a la porquería.
Yo me abandono, y me encojo.
Me desdoblo.
Me veo desde el marco de la puerta con ojos entornados abrazado a un antebrazo gigantesco con mi virilidad insignificante rebotando descontrolada
y su pieza de artillería completando ciclos precisos, operando impacible.
Me saca voces y plegarias que desconozco.
Me encojo aún más y con una mano me tienen agarrado por la cintura y sus entradas y salidas me deforman el vientre.
Me estrella la cabeza contra la pared para probar una velocidad nueva de su mecanismo
y yo... Muñeca de trapo, lo único que tengo firme es el pene... El cuál ante lo sabroso de los nuevos accesos no aguanta más y suelta gruesos chorros a presión que vuelan hasta el otro lado del cuarto.
Él no se detiene
y yo, por alguna razón misteriosa, lo disfruto aún más.
Esa presión que me estalla las orejas.
Que deliciaaaa!
Ahora en un estado menos líquido, soy yo por un rato la maquinita valiente. Al límite de mis caderas, de mi culo que nunca he amado tanto.
Con las últimas gotas en la punta del flácido.
Me atrevo a morder sus tetillas, su mentón...
Es aceite de máquina lo que hay entre nosotros.
Mi valentía es premiada y lo siento extasiarse y llenarme aún más.
Más encogido me quedo sobre su costillar
el cual se contrae y expande con su respiración.
Pero veo en sus ojos el instante en que regresa a él la sensatez.