EL ENCUENTRO (3)

Para esa lectora que ella ya sabe quién es, con todo el cariño, ahí va la penúltima parte de la aventura de nuestra amiga Julia.


Salimos del local, me dijo que íbamos a ir a su casa, que vivía a la vuelta de la esquina, yo estaba entre nerviosa y excitada que no podía más, mi coño ardía por dentro, mis pezones estaban duros como piedras, no sabía dónde meterme de lo salida que me tenía aquella mujer de la que ni siquiera sabía el nombre.
Llegamos a la entrada del edificio, abrió la puerta y nos dirigimos al ascensor, apretó el botón del ático, y cuando se cerraron las puertas me acorraló contra la pared y me dio otro de esos besos que ella daba, sensual, profundo, lleno de morbo, mientras por encima de mi blusa me pellizcó los pezones con tal fuerza que me dolió, solté un pequeño grito ahogado por su lengua, esa experta y lujuriosa lengua que invadía toda mi boca, pero el placer de ese pellizco superó con creces al dolor, más aún cuando su otra mano se deslizó por debajo de mi falda y quedó posada encima de mi tanga, presionando con fuerza casi como para levantarme, tanto que me tuve que poner de puntillas para compensar esa fuerza.
Cuando se abrió la puerta del ascensor mis piernas estaban de nuevo temblando, joder, casi me corro de nuevo.
Entramos en la casa,
“¿Vives sola?” Le pregunté
“No, estoy casada, vivo con mi marido, pero está de viaje, no vuelve hasta mañana”
Se notaba un piso con clase, muy bien decorado, no había ningún detalle fuera de lugar. Me llevó a la habitación de matrimonio, y para mi sorpresa encima de la cama había perfectamente dispuestos varios juguetes, consoladores de varias formas y tamaños, dilatadores anales y un arnés con una polla de considerable tamaño, estaba claro que lo había preparado todo.
Empezó a desnudarse, yo no la había visto nunca desnuda, pero tengo que reconocer que tenia un cuerpo de escándalo, unos pechos firmes, para los que seguro ni necesitaba el precioso sujetador de encaje que llevaba, unas piernas bien torneadas, seguramente producto del gimnasio, y un abdomen que se antojaba firme.
Al quitarse los pantalones pude ver que llevaba un culotte a juego con el sujetador que ufffffff, le quedaba de muerte.
Me dijo que me quedara en ropa interior también, y lo hice a toda prisa, quería hacer con esa mujer el maximo tiempo posible. Se tumbó en la cama, apoyando su espalda en el cabezal, abrió sus piernas y me dijo “ven, putita, quiero que me comas el coño como si fuera el alimento que necesitas para vivir, como si fuera el último que te comerás, tengo el coño deseoso que probar tu lengua, arde por probar esa lengua de putita que tienes”
No tardé nada en tumbarme, acerqué mi cabeza a su entrepierna, y después de que ella apartara el tanga dirigí mi boca hacia su coño y empecé a lamerlo, de arriba a abajo, despacio, ella me cogió de la cabeza y empezó a acompañar mis movimientos.
Le estaba comiendo el coño a la diosa que había conocido un día antes, estaba degustando los flujos de la mujer que había hecho que le corriera dos veces sólo en media hora aquella tarde, y me estaba gustando, tanto que, sin dejar de degustar aquel delicioso coño, alargué mi mano hacia mi entrepierna y metí mi mano para acariciarme a mi misma.
Ella se dio cuenta, “¿qué haces? No no no, así no, sólo me darás placer a mi, luego ya te tocará a ti, coge ese consolador y metemelo en el coño mientras me chupas”, dijo señalando a uno de los medianos. Así lo hice, alargué mi mano, lo cogí y lo puse en la entrada de su vagina, para inmediatamente introducirlo lentamente mientras seguía chupando.
“Joder, sigue, mételo todo, me arde el coño, necesito correrme”
Lo metí todo sin dificultad, estaba muy lubricada, encharcada diría yo, y empecé un mete saca con él mientras seguía comiendo.
“Joderrrr, me matas, putita, me matas de placer, sigue, no pares, te voy a llenar la cara con mi corrida”, decía mientras amasaba sus pechos y se mordía los labios.
A los pocos minutos noté como su cuerpo se ponía duro, sus piernas empezaron a ponerse rectas, su espalda se arqueó, lo que fue la señal para que yo ejerciera más presión sobre su clitoris, y él mete saca con el consolador se volviera más frenético, hasta que soltó un grito
“Siiiiiiiiiiii, joder, me corroooooooooo, chupame, follame, jodeeeeeeeer, me mataaaaaaaaaas, putitaaaaaaaa, me corroooooooooooooo, aaaaaaaaaaah”
Me agarro la cabeza con tal fuerza que incluso me costó respirar durante unos instantes, y soltó tal cantidad de fluido que me costó tragarlo, pero recibí ese líquido como si fuera el mejor manjar sobre la faz de la tierra, y le lamí el coño y los muslos para desperdiciar lo menos posible.
Después de que terminaran sus espasmos, se incorporó, me besó de nuevo, degustando sus propios flujos mezclados con mi saliva, metió su mano dentro de mi tanga, y me dijo “ahora te voy a follar, te voy a follar como a la putita que eres”
Esas palabras resonaron en el interior de mi cabeza para desarmarme ante ella, si es que era posible, tenia claro que era mi dueña, mi ama, y yo era el instrumento de su placer, ayer, hoy, y todo el tiempo que ella quisiera.