LA PLAYA
Acababa de salir del trabajo, había estado todo el día lloviznando pero no quería volver a casa, así que empecé a caminar sin tener claro hacia dónde hasta que llegué a la playa. Con mi abrigo, mi gorro y mis guantes, aun así la humedad se colaba hacia mi cuerpo y temblaba. El olor a mar impregnaba todo, fui a sentarme en la arena y ese olor pasó de mis fosas nasales a mi cerebro mientras lo aspiraba con los ojos cerrados. No hay mejor máquina del tiempo que una canción, suele decirse. A mí también me pasa con los olores e incluso con los sabores.
Me sentí transportada al verano, y de repente me pareció oír unas risas, mi mente actuaba como un yo del presente viendo aquel pasado y miré hacia esas risas donde sabía lo que vería. Tú y yo. Me hacías cosquillas a pesar de saber que las odiaba, pero no podía dejar de reír intentando escapar de tus dedos.
Me levanté como pude y fui hacia el agua.
Una lágrima bajó por mi mejilla y se mezcló con el agua del mar.
Tú entraste corriendo detrás mío, cogiendo a ese yo pasado y abrazándome desde detrás. Te sentía pegado a mí, empezaste a besar mi cuello y yo giré la cabeza para dejarte espacio para hacerlo. Podía sentir tu erección a través de tu bañador y mi bikini. Empecé a mover el culo como sabía que te gustaba, saltando sobre tu erección dejando que me movieran las olas.
No tardaste en darme la vuelta ni yo en poner mis piernas alrededor de tus caderas.
Mi yo del presente sonreía, con una sonrisa triste, viendo aquellos momentos, sabiendo lo que iba a suceder.
Me llevaste hacia la zona de las rocas para tener un punto de apoyo y una vez allí empezaste a besarme mientras metías la mano bajo mi bikini, rozabas mi pubis con tus manos y tus dedos se abrían paso por mi vagina.
Mi mano también quería acariciarte, notar tu polla creciendo más y más.
Mi yo del presente gritó y se giró, no quería vernos, no quería verte, dolía demasiado.
Pronto sustituyó tu polla a tus dedos, yo me movía despacio hacia arriba y abajo, adelante y atrás, dejaba que tus manos y el oleaje llevaran el ritmo de nuestro sexo. Me encantaba ese movimiento lento, me moría de placer, me daban ganas de acelerar pero apretaba mis uñas en tus hombros y mi ritmo volvía a descender, me besabas y te comía entero, creo que ese placer que tú me dabas era mucho más que sexo. No era amor, no era sexo, eran nuestras almas desnudándose una ante otra.
Fue un verano increíble y la playa, nuestro refugio a cualquier hora. Pero llegó el momento de que acabara.
Yo estaba preparada, todo principio tiene un final.
Mi yo presente viajó hasta ese beso de despedida en que no salió ni una palabra de nosotros pero nos lo dijimos todo.
A veces un silencio, dice mucho más que un montón de palabras.
Cuando se cerró la puerta lloré, pataleé, tiré cosas contra la puerta y mi yo presente te miró con tristeza.
No quise decirte lo que sentía, no me atreví a pedirte que rompiéramos nuestro acuerdo, que siguiéramos juntos. Tal era mi inseguridad. Tal era mi miedo a que dijeras que no.
Y hoy estoy en esta playa echándote de menos por última vez. No puedo vivir sin tus besos, tus caricias, tu sexo.
Todo lo que he conocido hasta hoy después de ti no tiene nada que ver con lo que he pasado contigo.
Estoy cansada de buscarte entre la gente, de despertar llorando soñando contigo, no puedo seguir así... ya no.