EL ENCUENTRO
Esta es la continuación al relato de ayer. Y por supuesto escrito y dedicado a la misma usuaria, a la que le mando un beso desde aquí.Esa mañana me levanté expectante, y muy caliente. Era tal la calentura que tenía que me costó mucho dormirme, me despertaba a cada rato, recordando a aquella mujer, sus besos, sus manos, la forma en la que me besó y acarició, como tomó posesión de mi cuerpo y el placer que sentí al ser poseída.
Me desperté muy pronto, y para aplacar mi calentura me despaché a gusto con mi marido, lo desperté con una mamada antológica para luego follármelo de una forma que ninguno de los dos recordábamos, llegando al éxtasis juntos, recuerdo que me dijo que qué había estado soñando, y por supuesto que no se lo dije.
Luego me metí en el baño a darme una ducha, y aproveché para tocarme, recordando el baño del metro, y tuve otro orgasmo.
Estuve en el trabajo toda la mañana pensando en ella, no me la podía quitar de la cabeza.
Salí del trabajo y me fui a comer, y a eso de las cuatro cogí el teléfono y marqué el número de la tarjeta, y a los pocos tonos descolgaron.
“Hola? Soy Julia, nos conocimos ayer en el metro, ¿me recuerdas?”
“Mmmmmmh, si, te recuerdo, eres la putita que me comí en el baño”
Tenía el corazón a mil, no sabía qué más decir, menos mal que ella tomó la iniciativa.
“Estoy libre a partir de las siete de esta tarde, ¿quieres que nos veamos?”
“Si, por supuesto, quiero verte”
“Vale, pues a las 7 y media te espero en un bar que conozco, te mando la dirección por whattsapp”
Llegué al local a la hora señalada, como un clavo. Me había puesto ropa provocativa, falda corta, medias, tacones, y una blusa fina con escote pronunciado,y no me había puesto sujetador. Cuando abrí la puerta para entrar tengo que reconocer que ya tenía el coño húmedo, y los nervios a flor de piel.
Era un local tipo pub, con una luz tenue, y con mesas separadas por pequeñas mamparas, como dando un poco de privacidad entre mesa y mesa.
Y allí estaba ella, sentada, tomando un martini. Me dirigí a la mesa mirándola, y justo en el momento que ella me vio y me miró, el corazón me dio un vuelco.
“Hola, putita, ¿qué tal estás?”
“Bien, pero me llamo Julia”
“Vale, pues Julia, jajaja, pensaba que te ponía que te llamara así “
“Si, pero sólo en esos momentos”
Me senté frente a ella. Vestía como una ejecutiva. Traje de chaqueta gris
marengo, una camisa blanca que se transparentaba lo justo para ver el sugeridor de encaje que llevaba, que debía de esconder unos preciosos pechos, y unos zapatos negros de tacón medio.
Pedí lo mismo que ella, y empezamos a hablar, de esto, de aquello, y cuando empezamos a recordar el día anterior empecé a excitarme de nuevo, esa mujer me ponía a mil.
“Has venido muy provocativa”
“Si, pensé que te gustaría”
“Si, me gusta, me gusta mucho, me gustas mucho”
Nada más por estas palabras noté como un pie desnudo se metía entre mis piernas, deslizándose por ellas camino de mi sexo. La miré, entreabrió sus labios y se relamió mirándome a la cara.
“Estás mojada”
“No, estoy encharcada”
Se volvió a relamer y su pie llegó a mi tanga, en un acto reflejo abrí mis piernas para facilitarle el trabajo y empezó un juego de presión y deslizamiento por encima de él, masturbándome muy lentamente, disfrutando de cada movimiento de pie, esa mujer sabía lo que hacía. Tuve que taparme la boca para no gemir, mi respiración cada vez se aceleraba más, ella me miraba con esa cara de lascivia que recordaba del día anterior, y seguía relamiéndose, una y otra vez.
“¿Te gusta, putita?”
“Oh, si, no pares, por favor no pares, joderrrrrrr, como me pones, que bien lo haces, vas a hacer que me corra aquí mismo “
“Eso quiero, que te corras, que me des tu orgasmo, aquí, ahora”
Esas palabras resonaban en mi cabeza, había perdido totalmente el control sobre mi cuerpo, era ella la que ahora me tenía a su merced, de nuevo.
Acerqué mi mano a la boca y me metí dos de mis dedos en ella y empecé a chuparlos, y puse la otra sobre su pie, y empecé a acariciarlo, acompañando sus movimientos, apretándolo contra mi, disfrutando de cada instante, deseando que aquello no acabara nunca.
Ella seguía mirándome, relamiéndose, esa mujer sabía lo que hacía, me estaba llevando al Nirvana.
No pasaron muchos minutos cuando empecé a notar las contracciones de un nuevo orgasmo, unas descargas invadieron mi espalda, me puse de nuevo la mano tapándome la boca, ella lo notó y empezó a ejercer más presión en el pie, a moverlo más rápido, hasta que al minuto más o menos tuve un orgasmo descomunal, fuerte, largo, intenso, joder, me retorcí encima del banco, me dejó temblando, y con ganas de más, aquella mujer se había convertido en mi dueña, la dueña de mi placer.
“¿Te ha gustado?”
“Buffff, si, mucho”
“Ya lo creo, me has dejado el pie empapado, putita. Pues ahora te toca a ti, así que siéntate a mi lado”