Doble
Pasan los años y aún sigo recordándola, su piel desnuda, menudita, con esas maravillosas curvas al final de su espalda, las que me encantaba separar y colar mi lengua entre ellas llegando a su lugar de oscuro deseo. Aún la recuerdo a horcajadas, cabalgando, sintiendo, gimiendo en la cama de aquella furgoneta en medio de la nada.
Todavía me parece escuchar sus jadeos, su respiración agitada, sus gritos y su brutal orgasmo al sentir en su interior una y otra vez mi miembro, pegado piel con piel al de su marido, dándole entre los dos todo el placer que pudimos.