LOLA Y LOLO
Los domingos de mayo siempre fueron un aliciente. Esa luz intensa que dejaba atrás el invierno, el calorcito que ya sugería cambiar el vestuario y el vértigo del inminente verano que ya se le veía llegar.Huele a sofrito, en la cocina se afanaba Lola en preparar la comida, Lolo se acercó por detrás y tanteó su culo a través del vestido. Recrearse en él tiene un significado especial.
Por un lado, siente cierto grado de poder que, si bien no necesita, si que le ensancha el pecho, por el otro es ese órgano prohibido al que antes no podía inyectar su virilidad.
Para Lolo la erección empieza ahí, con su culo, levantando el vestido, adentrándose por sus braguitas y tanteando con los dedos todo ese calorcito que ella empolla.
Lola tiene en común con Lolo que la cocina es como un fetiche, cientos, sino miles de actos sucios han sucedido en ella, en su mente y en la realidad. Si Lola cocina, Lola se pone cachonda. Si Lolo se acerca, Lola se estremece.
La ceremonia comenzó, sentía la mano de Lolo poderosa en su trasero apretándolo como si quisiera encontrar un tesoro dentro. Cuando sus dedos comienzan a adentrarse su espalda se arquea. Es instintivo, inclina su cabeza como queriendo enterarse que pasa ahí atrás y abre su cadera extendiendo su culo más afuera. -Fóllamelo, piensa ella. Pero no atina palabra, solo gime.
Mientras apaga un fuego, el otro se incrementa, siente ese miembro en su trasero, nota los envites como si estuviera dentro mientras sus manos agarran con firmeza sus pechos, para colmo le está comiendo la oreja. - ¡Dios santo! ¿Lolo, que me haces? Pregunta retóricamente pues realmente quiere decir “sigue que vas muy bien”.
Lolo encendió la mecha, pero Lola se da la vuelta, le besa, mete su lengua dentro de él, saborea al hombre que ama, lo quiere absorber, le agarra el miembro tieso y le masajea mientras le mira a los ojos.
Hay miradas que lo dicen todo. Era mayo. En la cocina. Esto solo puede ir en una dirección.
Lola tira de Lolo por su miembro, una poderosa amazona que exhibe orgullosa su presa recién capturada. En el dormitorio lo sitúa al pie de la cama, ella se arrodilla y mirándole a los ojos continua con el masaje de su miembro, arriba y abajo con dedicación, sin prisa, sintiendo el calor de cada segundo.
A Lolo le tiemblan las piernas, la visión de esa mujer tan segura jugando con su miembro a su antojo, justo como ella quiere, a él le desarma. Ve como sin dejar de mirarle se introduce el pene en su boca, ella cierra los ojos, ella gime. Y Lolo nota como su glande recorre su húmeda lengua dentro de su boca y poco a poco desaparece su miembro dentro de ella.
-Ahora vas a montar a tu zorrita, susurró Lola mientras se levantaba con sinuosos movimientos ensayados. Se subió a la cama, apoyando las manos y las rodillas sobre las sábanas, orientando su culo hacia Lolo que ya estaba tan caliente que dudaba si echar todo sobre ella en ese momento.
• ¡Dame tu culo!, exclamo Lolo. Lola retrocedió y abrió sus piernas aún mas facilitando todo acceso a su intimidad. El sabor de esa mujer es una borrachera de lujuria, su sexo húmedo facilitaba la lubricación de su ano que Lolo se afanaba en hidratar con su lengua. Es un momento en el que solo se oyen sonidos salivosos donde cada uno está entregado al placer, es la ruta al paraíso, y disfrutan del viaje.
Con la boca ocupada, los dedos de Lolo exploran el interior de ese húmedo hueco de perdición. No quiere ir mucho más allá, se mantiene cerca de la entrada presionando con intuición el hueso pélvico mientras su lengua saliva el culo de Lola que ya sí que gime agarrándose a las sábanas como si con ello obtuviera más concentración de sus sentidos.
- ¡Soy tu zorra Lolo, fóllame! ¡Fóllame duro Lolo!
Esa es la señal, la dilatación es evidente, la relajación total, el deseo…el deseo se huele por toda la habitación.
- Te quiero mucho, zorrita mía.
Exclamó Lolo mientras introducía su miembro en su bien lubricado culo.
Desde que tiene uso de razón usaba esa frase, quizás por que siempre puso mucho cariño al introducir su pene por su delicado culito. Al principio les costaba, pero a día de hoy follar por el culo es la práctica favorita de ambos.
Lola plantaba su cara contra la cama mientras alzaba su culo lo más alto posible deseando que esa lanza entrase más y más, que no parase. Aferrada a las sábanas babeando de placer notaba su sexo inundar la cama. Sus piernas abiertas, abandonada a él, como le gustan los movimientos de hombre.
Cada envite, cada empujón lo siente Lolo en la punta de su arma, cada vez más sensible, cada vez más dispuesta a darlo todo. Este culo prohibido durante tanto tiempo ahora es mío, solo para mí, son las palabras que se repiten una y otra vez mientras la agarra de las caderas apretando fuertemente contra él.
Es el momento, comienza el ritual, Lolo se levanta sobre la cama dispuesto a derramar toda su esencia por su amada, Lola se da la vuelta abre piernas, brazos, boca como si el maná llegase en ese momento. Y llega. Observa como un chorro blanco es expulsado de su querido y desconoce donde llega. Le da igual, inmediatamente le llueven gotas calientes de néctar salpicando su cuerpo de arriba abajo. No puede evitar jugar con ellas a ver cuál de ellas logra cazar con la boca. Algo prueba, algo saborea, algo extiende por su barbilla hacia sus labios.
Sudorosos en un domingo de mayo sobre la cama disfrutan de su presencia, de su conexión, en silencio, con sonrisa de chiquillos. El mundo no gira ya, todo se paró. Cierran los ojos y sus mentes juntitas viajan por nubes esponjosas y cielos azules.
Suena un timbre, - ¡Corre Lolo! ¡Deben ser los niños!, susurró alarmada Lola.
De un brinco salió de la cama aún desnudo a coger el telefonillo, - ¿Sí? Exclamó de manera automática.
Las voces varios niños al unísono contestaron - ¡Hola abuelos! ¡Feliz aniversario! ¡Feliz boda de oro!, ¿nos abres?