Tus besos
Te siento venir por la espalda, tus manos rodean mi cintura suave y lentamente. Me aprietas contra ti, besas mi cuello, mi hombro y apoyas tu cara en la mía. Comienzas a moverte al ritmo de una canción que no suena y me llevas al ritmo de tu movimiento. Pongo mis manos sobre las tuyas, a la altura de mi ombligo, y sigo la melodía que inventas para nosotros.
Coges mis manos, me das media vuelta y ahora, cara a cara, vuelves a apretarme contra ti. Y me besas, adoro tus labios y me encanta tenerlos entre los míos. Los besos empiezan a ser más profundos, las manos empiezan a buscar los secretos que escondemos. Una de las tuyas baja de mi cintura, pasa por mi nalga, agarra mi muslo y lo sube hasta tu cintura. Ahora noto tu erección entre mis piernas.
Sin dejar de besarnos ni acariciarnos, caminamos hacia el sofá y nos dejamos caer. Empezamos a desnudarnos despacio, disfrutando de lo que vamos descubriendo bajo la ropa, besando cada trozo de piel que va quedando al aire. Me dejas desnuda, tumbada, me besas el cuello, el pecho y lames dulcemente mis pezones. Abres mis rodillas y pones tu cabeza entre mis piernas, adoro tus labios y me encanta tenerlos entre los míos.
Consigues tu objetivo, llevarme al borde del orgasmo para poder disfrutar de la jugosidad que has provocado y subes, me besas sabes que me encanta saborearme en tus besos, y entras en mí. Me embistes llegando a lo más profundo de mi ser, arrancando de mi garganta suspiros y gemidos que parecen canciones, la melodía que inventas para nosotros.
Pones mis piernas sobre tus hombros para poder llegarme aún más adentro. Acaricio tu pecho, tu cintura y llego a tu espalda donde marco cada una de mis uñas en un intento de no despertar a todos los vecinos.
Te quitas y te pones de pie, estiras tu mano buscando la mía, te la ofrezco, me levantas y me vuelves a besar. Te tumbas e intentas que me ponga sobre ti, pero te miro, te sonrío y me coloco de rodillas entre tus piernas. Empiezo a saborear ese delicioso manjar que tienes debajo del ombligo, ahora no solo sabe a ti, también a mí y eso es mucho mejor. Jugueteo con mi lengua en la punta y, cuando empiezas a gemir, me la trago entera. Empiezas a mover las caderas al ritmo de mi boca.
Cuando tus gemidos se hacen más profundos y seguidos, paro y me subo sobre ti. Estás tan excitado, tu erección es brutal y, solo sentarme en ti, siento que me llenas y un escalofrío recorre toda mi espalda. Me muevo buscando el ritmo que me lleve al orgasmo y que robe el tuyo.
Nos corremos casi a la vez, me desplomo sobre ti hiperventilando, con el pulso aceleradísimo y siento tu corazón, bombeando tan rápido como el mío. Te miro, me encantan esos ojos que se rasgan después del climax, se te ven más verdes que nunca. Y me besas, adoro tus labios y me encanta tenerlos entre los míos.
En los besos que me das están grabados los versos que no me escribes.