Historia
Yo, que no creía en cuentos de hadas. Tú, que no te tragas el argumento de las pelis románticas. Yo, que te amaba acurrucada en los brazos de otro. Tú, que intentabas olvidarme entre otras piernas.
Yo, que te buscaba en cada esquina al llegar febrero. Tú, que me esquivaste durante tantos años.
Yo lo acepté y viví con ello. Tú luchabas, pero no te deshiciste de mi recuerdo.
Pero era insostenible la distancia y un día, vaya usted a saber por qué, el amor no pudo más y me buscaste. Y justo en ese momento ahí estaba yo, preparada, esperándote.
Mi cuerpo temblaba al notarte tan cerca, tus manos, hábiles, se deshacían de toda la tela que nos sobraba. Nuestras bocas se bebían sedientas de años de besos. Mis manos redibujaban tu cuerpo recordando cada rincón que ya conocían. Me tumbaste en el sillón trasero de aquel coche, te encajaste entre mis piernas y entraste en mi cuerpo sacudiendo, otra vez, mi alma. Nuestros cuerpos sudados, nuestras miradas deseosas y nuestro corazón pletórico.
Y al final, llámalo como quieras, destino, hilo rojo, media naranja, alma gemela... Aquí estamos, aquellos dos adolescentes tímidos que no se atrevieron, inseparables, porque dicen que el amor triunfa, que el universo conspira o no sé qué otras cosas más. Yo sé que las estrellas te guiaron de vuelta.