Merecio la pena...
Y dime, ¿mereció la pena? – Le preguntó su amigo. Clavó la mirada en la cerveza que tenía en la mano, y se puso a recordar. Recordó sus labios besándole el cuello, recordó su lengua recorriendo su cuerpo, recordó las curvas de su cuerpo estremeciéndolo, y recordó su sexo en el que tantas veces se había sumergido. Sonrió, dio un trago a la cerveza y dijo - Cada segundo, cada puto segundo.