En los montes
Mientras los brazos se asustan del alarido de mis horas muertas, yo busco alguna puerta a la que tan solo poder llamar.Desesperada y enajenada de ese amor que busco en las calles, en los bordes de la tela de araña, en los rincones de mi cárcel de agua.
El aliento que tras la madera despidieras, sería el deleite de las cargas que, con premeditación y alevosía, se amontonaron en mis pupilas, para, ahora, justo en este preciso instante, desbocarse y cocear sobre los verdes montes.
Te quiero ingrávido y caprino, que me absorbas cual dementor de arcoiris y hierbabuena.
Y después de las sales y cavernas, encontrarte agazapado en mis tinieblas. Y que el humo se rebane y esparza para dar paso a una luz... Esa luz del infierno en llamas.