¿Recuerdas?
Recuerdo aquel día que fuimos a cenar, como empezamos a hablar de la casualidad que había sido vernos, de cómo eran nuestros respectivos matrimonios, de tu trabajo, del mío…Después de la cena, se te ocurrió pedir pastel de chocolate para compartir, pero sólo usamos una cuchara. Recuerdo como la compartimos, tú cogiendo trozos de pastel, dándomelos a mi a la boca, y luego acercando la tuya para limpiar el chocolate de mis labios, como juntábamos nuestras lenguas en torno a esa cuchara, que terminaba desapareciendo entre nuestros besos.Cómo llegamos a ser observados por casi la totalidad de los comensales, y especialmente por aquella mesa en la que tres chicos nos devoraban con la mirada, con los ojos como platos y que, según tú, tenían una erección más que notable.
Recuerdo que al salir del restaurante cogimos mi coche y me dirigí a llevarte a tu casa, y recuerdo que no cruzamos más que unas pocas palabras. Cuando llegamos a tu destino me bajé y te abrí la puerta, te acompañé al portal, y nos portamos como dos adolescentes, como si no supiéramos qué hacer (con todas las veces que habíamos follado), abriste la puerta, y nada más hacerlo te cogí de la cintura y te volví a besar, me besaste tú también, profundo, apasionado, sensual, sexual…
Entramos en el edificio, corrimos hacia las escaleras, bajamos al rellano de la entrada del parking, y ahí empezamos a desnudarnos de forma frenética, a besarnos, a acariciarnos, besé y lamí tus pechos como si fuera un bebé hambriento, mi mano estaba ya dentro de tu tanga, acariciando tu sexo, tus manos desabrochaban mi pantalón y tomaban posesion de mi pene.
Así estuvimos unos minutos, hasta que me hiciste sentarme, cogiste mi pene erecto, lo dirigiste a la entrada de tu vagina, y de un solo golpe lo introdujiste en ella, y empezaste a cabalgarme a un ritmo frenético, se notaba que los dos estábamos deseándolo nada más vernos esa tarde.
Recuerdo que tuvimos que parar, el ruido de la puerta de entrada del edificio nos sobresaltó a los dos, rezamos durante unos segundos para que no fuera nadie que tuviera que bajar al parking, y respiramos aliviados e incluso nos reímos cuando fué así. Nos pusimos a follar de nuevo en aquel rellano, besos, caricias, me pediste que te diera palmadas en el culo, tú encadenabas un orgasmo tras otro, no recordaba hasta ese momento cómo eran tus gemidos, cómo me excitaban, hasta que te dije “me voy a correr… ¿dentro?” Y me dijiste “por favor, dentro, toda, la quiero toda, dame tu leche, la necesito”, y lo hice, te agarré de la cintura, presioné para hundir aún más mi polla en tu interior, y solté mi carga de semen mirándote a la cara, viendo tu expresión, esos ojos tuyos de gata que me hipnotizan, abiertos de par en par, con la boca abierta y gimiendo de placer.
Recuerdo que después nos quedamos quietos unos minutos, abrazados, sudorosos, empapados de placer del sexo que habíamos gozado.
Nos levantamos, nos colocamos de nuevo la ropa, te hice ver que te habías puesto la falda del revés, y me acompañaste a la puerta del edificio para despedirte.
Recuerdo el beso que nos dimos antes de separarnos, fué largo, húmedo, profundo, lleno de pasión, una pasión que no sabíamos cuando podíamos volver a sentirla los dos juntos, me subí a mi coche y me despedí, pensando si aquello habia ocurrido en la realidad, o era un sueño.
¿Lo recuerdas?