No quiero
Hoy has llorado. Este trabajo cada vez te gusta menos, la falta de equipos, de compañeros, de risas y de tiempo... En tu frustración le has buscado, como siempre haces. Y, como siempre, también, desechas la idea de encontrarle.
Has mirado todas tus apps de mensajería instantánea. No hay mensajes que te animen, solo palabras huecas que no llegan a ninguna parte... Relatos eróticos llenos para el escritor y para el destinatario oportuno...
Esta necesidad de ti le está matando a la vez que le arranca del suelo... ¡No quiere volar, te lo ha dicho mil veces!
Llega tu mensaje justo ahora, pero está escribiendo y no quiere leerlo:
No quiero que la sonrisa me nuble,
no quiero que tus palabras
me hagan ver lo que siempre es mentira,
lo que no es más que una ilusión momentánea de la mente,
un vaso de licor de bellotas o Four roses en una reunión aburrida;
un beso húmedo en medio de un paseo recto y yermo;
una explosión en medio de carritos y cenas a medias, entre lavadoras y panes quemados...
Quisiera disfrutar de lo que no arde ni quema,
de esa rutina infravalorada que nos hace humanos y felices.
Quisiera no necesitar nubes ni alas
y que mi retina no se humedeciera por no poder llorar.
Quisiera dejar de pensar en mí y no mirar.
Lee tu mensaje, nada nuevo, nada tierno ni excitante ni espectacular. Su dosis de ti ya ha llegado por fin, en dos líneas breves. Espera la siguiente toma con deseo, ya no con desesperación.
Y se calma...