Descanso dominical
A mi amiga Mercedes (aunque no se entienda)Me despido de Marta y salgo del tanatorio.
Abro la aplicación de joy. No sé cómo en estos momentos puede apetecerme follar, después de tanto llanto en esta habitación llena de personas extrañas que lloran o se compadecen de alguien.
He quedado con Vicente, un chico de 39 años que vive a 10 minutos de donde estoy. Arranco el coche. No sé por qué estoy más cachonda de lo habitual. Llego a su casa, el aperitivo está preparado. Me bebo una cerveza, dos y tres... Hablamos de toros, como cuando vivía en aquel pueblo con aquel novio con tableta que no iba al gimnasio, pero esta vez no con un mero espectador, y llega el momento de entrar a matar. Le enseño mis tetas, que es casi lo único bonito que tengo y se corre en mi cara y mi boca, después de comerle el culo, a cuatro patas y follarle con mis dedos. Hoy, me está gustando especialmente ser muy zorra. Me voy viendo desde fuera, como en una película a medio caballo entre la pornografía y el surrealismo. Me viene a la cabeza la canción Grana y oro de Reincidentes.
"Cuando el acero me traspasa el corazón
Y se le llama fiesta
Y otra vuelta de tuerca
Cuando el sadismo se convierte en tradición
Y la faena encesta
Y nadie se molesta".
Debo irme. Me apetece que me follen el culo ahora. Envío un mensaje a varios: "Ahora mismo tengo unas ganas locas de que me folles el culo". Funciona. Me contesta Oscar, de piel suave y sensible. Me encanta que haya sido el primero en contestar. En 15 minutos estoy en su casa. Hacemos como siempre, me abre la puerta y yo me tiro a comerle la boca, esa pedazo de boca que me sabe a caramelo de saliva... a ojos cerrados, a besos lentos... En 7 minutos y medio ya estoy con el culo descubierto y me inclino a comerle. Le digo que se dé la vuelta y se apoye en el reposabrazos del sofá. Me mira a modo de pregunta: "voy a comerte el culo"... y se lo como y me encanta hacerlo, otra vez. Ahora me toca a mí, es para lo que he venido, para que me des por culo. Y me vuelvo hacia el sofá y a sentir más puta que nunca y veo como me encula desde el techo... ¿Qué hago yo allí? Pero no soy yo... Horas antes miraba tras el cristal yacer inerte a Mercedes, rodeada de flores y pésames. Apenas la reconozco. Su foto a sus pies me observa y parece guiñarme un ojo. "Llévame a follar como tu sabes, Ana", oigo en mi cabeza y salgo del tanatorio con los ojos escocidos y unas ganas de follar inmensas.