Escapar
Otro día más. Me despierto tarde, preparo un café, unas tostadas con un poco de aceite de oliva y me siento en la mesa a desayunar. Miro el buzón del correo, nada, entro en las tantas aplicaciones de búsqueda de empleo que tengo, me apunto en unas pocas ofertas en las que creo que encajo, pero que ya tiene miles de inscripciones. Me pongo una camiseta de tirantes finos, desteñida y con algún agujero, pongo música y recojo un poco la casa. Todos los días igual desde que se fue. Román me dejó hace un mes, tras 4 años de relación, porque otro culito se le cruzó en el camino. Un culito más firme, una cara más bonita y una novedad. No está con ella, pero le abrió los ojos para darse cuenta de que él quería ser "libre". Porque seguimos confundiendo falta de compromiso con libertad. Yo durante este mes solo he hablado con mis amigos y familiares por whatsapp. Teletrabajo, así qie tampoco compañeros de trabajo. Un mes sola, con mi gata, que me acompaña y me mira como si me juzgara.
Con tanta música y tanto baile, me han dado ganas de salir, tomarme unas copas bailar... Pero sola, no tengo ganas de que se convierta en una noche para dar explicaciones. Quiero escaparme de mi vida.
Me doy una buena ducha, me seco el pelo con el difusor para marcar bien los rizos de mi larga melena, me maquillo sin dejarme atrás un paso. Me perfumo bien y me pongo un vestido ajustado de polipiel, con manga corta, un poco bombacha, largo hasta la rodilla y unos tacones altos, finos, con los que apenas puedo caminar, pero pienso emborracharme tanto que no me importa. Yo me veo extremadamente sexy. Creo que es la primera vez en mi vida que me siento así. No tengo un cuerpo normativo, soy más bien grande, y desde pequeña me han enseñado a odiar todos los centímetros de mi cuerpo que "sobran".
Me pongo un gin tonic y busco en google las discotecas donde sale ahora la gente. Echo un ojo a las que me aparecen y elijo una. Llamo a un taxi y bajo al portal a esperar.
El taxista me deja en la misma puerta, pago y me bajo. Hay cola para entrar y todos se me quedan mirando. Voy a ponerme al final, pero el portero me pregunta si voy sola, asiento y me hace un gesto para que pase. Entro, escaneo el lugar, diviso la barra y voy directa a por un gin tonic.
Espero a que el camarero me atienda y cuando se gira a preguntarme, me flojean las rodillas. Es alto, con la espalda muy ancha, brazos fuertes, aunque no es el típico cuerpo de machacarse en el gimnasio. La piel blanca, pelo castaño, rizado, le cae un rizo sobre la frente, unos ojos rasgados de un color que no sabría describir, los labios finos, pero perfectamente dibujados y una sonrisa...
• ¿Qué te pongo, guapa?
• Un gin tonic - le digo, pero la verdad es "muy cachonda".
Le pago la copa, le sonrío y me voy con mi bebida a bailar, que es a lo que vine. Bailo y bebo. Sigo bailando, de vez en cuando miro para la barra a ver que hace mi camarero. Se ríe con los clientes, le sigue el juego a muchas clientas que juguetean con su pelo mientras hablan con él. De repente cruza su mirada con la mía y yo me quedo de piedra, me sonríe y sigue trabajando. Me termino la copa y voy a por otra, necesito adormecer mis sin sentidos, sobre todo para evitar el dolor de pies.
Llego a su barra, sonrío y me pregunta:
• ¿Otro?
• Sí, por favor.
Me mira de arriba abajo, suelta una risa, como si se hubiese hecho un comentario a sí mismo, y me sirve la copa. Todas mis inseguridades empiezan a crecer en mi cabeza. Cojo la copa y vuelvo a la pista. Bailo y bebo. Bebo y bailo. Y bebo. Y bebo. Termino la copa y voy a otra barra a por la siguiente. Y desde ahí, veo que me mira mientras habla con otras chicas. Me hace un gesto como desaprobando mi cambio de camarero. Yo lo miro seria, cojo mi copa y me voy a bailar. Un grupo de hombres se pone a bailar a mi lado y a hacerme las típicas preguntas mientras me rodean. No les doy mucha bola, intento salir del círculo que me han hecho y no me dejan, me enfado, me hacen hueco y me insultan mientras me alejo porque no he querido alimentar su ego. De repente siento una mano en el hombro:
• ¿Fumas?- mi camarero.
• Eeehh... sí.
Me agarra de la mano, me mete por un pasillo lleno de cajas de plástico de botellines de refresco y me saca por una puerta trasera. Coge dos cigarrillos, los enciende juntos y me pasa uno.
• ¿Estás bien?
• Sí, claro...
• Son gilipollas, están siempre dando por culo, los tenemos aquí cada noche.
• ¡Ah! Por los imbéciles esos... No te preocupes.
Sonríe, da una calada al cigarrillo:
• Me llamo Raúl.
• Encantada, soy Laura.
Me da dos besos, recreándose en cada uno de ellos, apoyando su mano en mi cintura y limitando mi movimiento para despegarme de él. Con su rostro a escasos cinco centímetros del mío me dice:
-Yo ya terminé el turno, ¿vienes conmigo o te quedas?
• Vamos.
Poco me importaba a dónde si podía terminar envuelta por esos brazos. Volvimos a entrar por la misma puerta hasta unas taquillas, cogió sus cosas y salimos otra vez. Fuimos hasta su coche, entramos, me miró fijamente y volvió a soltar una pequeña risa.
• ¿Qué pasa? ¿Te ríes de mí?
• No, claro que no... ¿por qué iba a hacer eso?
• No sé, es la segunda vez que me miras y te ríes- ahora sí que se ríe, a carcajadas.
• ¿Crees que me estoy riendo de ti?- pone su mano en mi muslo, me mira fijamente- me río porque soy incapaz de controlar todo lo que pasa por mi cabeza que quiero hacerte.
Saca la punta de la lengua, se humedece los labios y me mira de arriba abajo como si me estuviese quitando el vestido. Un cosquilleo en mi entrepierna y noto como empieza a humedecerse.
-¿A dónde quieres ir?
• A donde tú me lleves.
• Yo solo quiero llevarte a mi cama y no dejarte salir.
Trago saliva, yo he venido a jugar.
• Si me llevas a tu cama, yo tampoco voy a querer irme.
Sonríe, arranca, va concentradísimo en la carretera, aunque a veces me mira y sonríe. Aparca, me mira, se gira hacia mí, sujeta mi cara y me besa. ¡Qué maravilla de beso! Se baja del coche, lo rodea y me ayuda a salir de él. Cierra la puerta detrás de mí, se me pega, me deja arrinconada entre el coche y su cuerpo, y vuelve a besarme. Me coge de la mano y me lleva a su piso.
-¿Quieres una copa?
-Sí, ¿por qué no?- necesito esa copa, mi cuerpo parece un flan, no creo que me mantenga de pie durante mucho tiempo.
Me trae un gin tonic y una cerveza para él. Coge dos cigarrillos y vuelve a encenderlos juntos y me ofrece uno. Hablamos durante un rato, yo más que él porque estoy histérica, él me mira como si estuviese viendo un unicornio y no quita esa sonrisa de la cara. De repente se levanta, me tiende la mano, me pone de pie, me gira y baja la cremallera del vestido, lo deja caer al suelo y empieza a acariciar todo mi cuerpo, se pega a mi espalda, pero no deja de tocarme, me besa el cuello, los hombros, la espalda... Y sus manos van recorriendo mis pechos, mi cintura, mi barriga, mis caderas, mis nalgas... Me gira y me deja frente a él, me mira y otra vez esa risa, esta vez me hace sonreír. Cuando me mira, parece que se queda extasiado. Me agarra la cara, me besa, y baja sus manos a mis pechos, sigue bajando, se agacha y me quita las bragas, desabrocha los zapatos y me los quita también. Se pone de pie, me abraza y me pega contra su cuerpo y empieza a bailar lentamente conmigo. Yo noto su erección y empiezo a suspirar. Mi coño empieza a palpitar y yo busco su polla con mi manos, me sujeta las muñecas, levanta mis brazos y me coloca las manos detrás de la cabeza...
• ¿Tienes prisa?- y me besa otra vez.
Me da la vuelta, sin soltarme y me guía por el pasillo hasta su habitación. Me tira en la cama y empieza a quitarse la ropa lentamente. El corazón se me va a salir por la boca. Se quita la camiseta y deja a la vista un pecho grande, con vello rizado, que me llama a recostarme en él. Se quita el pantalón, tiene unas piernas fuertes, perfectas para estudiar anatomía. Y por fin se quita los calzoncillos, esa tela que tapaba mi premio y que ahí aparece, duro, grueso, como si me mirara. Raúl se pone sobre mí y empezamos a besarnos, cada vez más intenso, cada vez con más ganas, se separa y me besa el cuello, los pechos, el abdomen, me abre las piernas y empieza a lamer mi coño, ¡qué bien lo hace! Se entretiene un rato, yo estoy a punto de correrme y para.
-Date la vuelta.
Me pongo boca abajo y empieza a besar y a morder mis nalgas, sube su cuerpo, flexiona mi rodilla y empieza a penetrarme. Despacio, profundo, va aumentando el ritmo y va aumentando mi placer. Agarra mis caderas y las eleva, dejándome a cuatro patas. Lo siento dentro de mí como nunca he sentido a nadie. Lo oigo gemir y mi nivel de excitación va aumentando. Me agarra el cuerpo y me tira hacia él para volver a besar mi espalda. Entonces se quita de detrás, se acuesta y yo me pongo encima. Comienzo a moverme buscando mi orgasmo, pero también su placer, él me mira como nadie me ha mirado, está absorto, me acaricia, me aprieta, sonríe... Me coge de las caderas y me aprieta contra él mientras con las suyas acompaña mi ritmo. Me corro, me corro como nunca, un orgasmo brutal que me hace ver la luz al final del tunel y, con los ojos cerrados, lo oigo a él, se corre, noto los espasmos de su polla dentro de mi coño. Con sus manos va ralentizando el ritmo de mis caderas. Pone sus manos en mi espalda y me atrae hacia él, me besa los labios y las mejillas y me abraza. Me dejo caer a su lado, me coge entre sus brazos y me acerca a su pecho. Me besa la frente, yo sonrío y me dejo ir.
Despierto sola en su cama, me envuelvo como puedo en la sábana y recorro el pasillo hasta el salón, huele a naranja y café.
• Buenos días, ¿desayunas conmigo?
Le sonrío y asiento con la cabeza. ¿De dónde ha salido este hombre? Viene, me abraza, me da un beso en la frente y me quita la sábana, me mira de arriba abajo, se ríe otra vez y me besa los labios. No me importa tomarme el café frío.