Sal, tequila y limón
9.00 a.m. Suena la alarma del móvil. Berta estira la mano sin despegar la cara de la almohada. Coge el teléfono, lo acerca y consigue abrir un ojo para desactivarla. Va a girarse y nota un cuerpo a su lado. Un veloz recuerdo cruza su mente: jadeos, gemidos, un cuerpo sudoroso sobre el suyo. Se incorpora y lo ve allí. Siguen viniendo recuerdos de la noche a su mente: cena, vino, música, chupitos de tequila, unos ojos verdes... Noche anterior. Berta ha quedado con sus dos mejores amigas para cenar, plan suave porque es jueves y al día siguiente tiene turno de mañana. Un picoteo en la avenida de la playa. Piden una botella de vino blanco que, con la charla, se vacía sola. Piden otra, que llega con la comida. Cuando terminan de comer, se sirven lo que queda del vino y entre risas se vienen arriba y deciden ir a tomarse una copa a una discoteca que ha abierto hace unas semanas y tiene muy buen ambiente. Pero solo una porque Berta "trabaja de mañana al día siguiente". Una copa se convierten en tres y en varios chupitos de tequila, con su sal y limón saboreados del cuello y la boca, respectivamente, de un chico con el que estuvo tonteando toda la noche. Sus amigas se habían ido tras la segunda copa, pero Berta no quería abandonar a ese hombre.
Lo vio desde que entró en la discoteca. Era muy atractivo, con una mirada de seguridad que la volvía loca y esa actitud de tener todo bajo control. Cruzaron las miradas, ella miró al suelo, se colocó el pelo tras la oreja y le clavó los ojos en los suyos. El sonrió ligeramente, se mordió el labio inferior y se giró. Berta pidió la primera copa y empezó a bailar con sus amigas. De repente, una mano firme se apoya en el centro de su cintura durante un segundo, se gira y ahí está. La mira de arriba abajo y sigue dirección a la barra. Berta se gira hacia sus amigas sin entender muy bien como se siente. Bebe rápidamente lo que le queda de copa y va a la barra junto a él. Hace como que no se ha dado cuenta que lo tiene al lado, él la mira y sonríe, esta vez una sonrisa amplia y divertida. "¿Qué estás tomando?", le pregunta. Ella se gira y se hace la sorprendida "¡ah! ¡Eres tú!". Él no quita la sonrisa, "¿ron cola?", "Sí, por favor". Él pide las copas de los dos, le da la suya "a la próxima invitas tú, Beyonce" y se va, sin darle tiempo a réplica. Ella va con su copa a contarle lo que ha pasado a sus amigas que se emocionan. "Pero no entiendo por qué me ha llamado Beyonce", las tres se quedan dudando unos segundos y empiezan a reírse a carcajadas. Siguen bailando, riéndose, hablando con gente y la copa se acaba. Sus amigas sugieren irse, pero Berta mira a ese hombre y no quiere dejarlo ahí. Decide quedarse, aunque sea sola, a ver que pasa. Se despide y va a la barra a pedir otra copa. Siente que alguien se pega detrás de ella, es él, reconoce su olor y su energía, "pídeme una, como la tuya, pagas tú". Berta sonríe sin girarse. Cuando viene la camarera pide las dos copas y él le dice que traiga cuatro chupitos de tequila "a los chupitos te invito yo, que me caes bien". Él se pone a su lado, la camarera pone un salero en la barra, un platito con rodajas de limón y lo cuatro chupitos. Él coge la sal, la pone en su mano, coge el limón y se toma el chupito. Ella lo mira fjamente y le dice "yo no lo tomo así", acerca su boca a su cuello, lo chupa, pone la sal la lame, se toma el chupito y muerde el limón. Él se ríe y la imita. Cuando ella va a repetir, él coge el limón y lo agarra con sus dientes. Berta empieza a ponerse nerviosa, pero no se echa atrás, cuando va a coger el limón, él no lo suelta y se quedan los labios pegados. Se retira un poco, se lo quita de la boca, "soy Héctor", "yo Berta", susurra ella a medio milímetro de su boca. Y se dan un beso. Se quedan en la barra, tomando la copa, hablando un poco de todo, conociéndose, algún baile, muchas miradas, sonrisas, roces sutiles. Se acaban las copas, él pasa su mano por su cintura y a atrae hacia a él mientras baja hasta llegar casi a su nalga, "¿cómo te vas a casa, Beyonce?", "en taxi". Se ofrece a acompañarla, ella ya sabe que va a subir con ella y que van a desayunar juntos. Cogen los abrigos y salen a la calle, mientras caminan a buscar un taxi, Berta le dice "¿por qué Beyonce?", él suelta una carcajada, "entras como una diva y de repente tienes a toda la discoteca absorta con el movimiento de ese culazo... Aunque yo te prefiero a ti". Al terminar la frase pasa su mano por el culo de Berta, con la otra la sujeta de la muñeca, la atrae hacia él y le da un morreo.
Llegan al piso, antes de abrir la puerta ya están comiéndose. Entran, se besan, se acarician, adiós abrigos y zapatos. "¿Quieres algo?", él la mira de arriba abajo, se muerde el labio y levanta una ceja. Berta se abalanza sobre él y sigue besándolo. Héctor se desabrocha completamente la camisa y se saca el cinturón. Berta se saca el vestido y se queda en braguitas y tacones. Él la aprieta contra su cuerpo y le susurra al oído "llévame a tu cuarto". Ella lo coge de la mano y lo guía. Se paran en los pies de la cama, siguen besándose . Ella se sienta en el borde de la cama y comienza a desabrochar su pantalón, él se quita la camisa. ¡Sorpresa! No hay calzoncillos. Una corriente le recorre a Berta desde el clítoris al ano y nota que su vagina empieza a palpitar. Baja los pantalones, lo mira y no duda en metérsela entera en la boca. Héctor pone la mano en su cabeza, pero no lleva el ritmo ni presiona. Tras una buena mamada, él le agarra la cara con las dos manos, se la saca de la boca, la mira y le da un beso largo y dulce. La empuja hacia atrás para dejarla tumbada, se termina de quitar el pantalón, le retira las braguitas y pasa sus manos por la cintura hasta sus nalgas para rodarla hacia el centro de la cama. Se arrodilla entre sus piernas, se pone una de ellas en el hombro y empieza a penetrarla. Va lento y metiéndola bien profundo. Empieza a jugar con su pulgar en su clítoris. Su otro brazo se abraza a su pierna y la besa, la lame y la muerde. Cuando Berta está a punto del orgasmo, para. Baja la pierna, pone las dos alrededor de su cintura y se incorpora hacia ella manteniendo el ritmo. Ella recorre su pecho y su espalda con sus manos y él se aferra a su culazo. "Quiero ver tu culo rebotar", se aparta y la agarra de las caderas para que se coloque en cuatro. Recorre su culo con las dos manos y suspira. Empieza a mererla lentamente y va aumentando el ritmo. Berta empieza a gritar de placer, él sigue cada vez más fuerte, ella le oye gemir y se excita cada vez más, él empieza a sentir un placer extremo y para desahogarse le da una nalgada, suave, pero lo suficientemente firme para que ella se moje aún más. El empieza a notar las contracciones y para, se acuesta boca arriba y le hace un gesto. Berta se monta y comienza a moverse. Apoya las manos en su pecho para controlar la profundidad de la penetración y el roce del clítoris con su pubis. Va aumentando ritmo y profundidad y se corre. Aún excitadísima lo mira y le pide que se corra en sus pechos, él la aparta, se pone de pie en la cama, ella se arrodilla y Héctor no tarda mucho en eyacular sobre ella.
Van a la ducha, se abrazan, se besan, se acarician, se ríen. Se acuestan y se duermen abrazados.
9.00 a.m. Suena la alarma del móvil. Berta la desactiva y ve a Héctor aún a su lado. Recuerda el polvazo de anoche. Sonríe. Se acerca y lo besa en la frente. "Mi amor, ¿quieres café?". Un sonido gutural que sifnifica "sí". Berta suelta el móvil en la mesa de noche, al lado de la foto de su boda. Se levanta y prepara café y tostadas. Héctor se levanta, los ojos medios cerrados, cuando llega a la cocina, la ve y le sonríe. La misma sonrisa de anoche. La misma de hace doce años.