Mis primeras pajas (Año 1984)
Descubrí el sexo de manera prematura, pero no sentí rechazo, sino, todo lo contrario, me encantó y siempre era yo quien anhelaba seguir con los discretos encuentros con mi amigo. Mi insaciable curiosidad en la pubertad fue algo novedoso y excitante. Recuerdo que con mis primeras pajas, no me llegaba a correr, pero sentía como si tuviera ganas de orinar, sin que saliera nada. Era una sensación diferente, pero placentera. Cuando, mi aparato reproductor estaba preparado, la primera “lecherada” fue algo excitante y sorprendente para mí. Posteriormente en mi adolescencia, durante mis constantes escapadas al armario donde mi hermano tenía escondidas las revistas porno, era un atractivo recurso para superar el aburrimiento. Disfrutaba incluso con revistas porno de transexuales. Ese tacto suave experimentado en mis primeras veces es, lo que hoy en día me sigue atrayendo de chicos jóvenes depilados (femboys) o chicas trans. Estas últimas para mi, representan la belleza y el erotismo andrógino al máximo nivel, ya que tienen la parte más atractiva y sensual de una mujer, con el atributo masculino más bello e irresistible.
Recuerdo que a mis 16 años en ocasiones me masturbaba con la puerta entreabierta para que me viera la asistenta de limpieza de mi abuela, una mujer madura de grandes pechos que me ponía bastante. Así nació mi parte voyeur. Puede parecer algo rudo y escandaloso, pero en mi mente calenturienta, solo deseaba que me viera y la curiosidad le hiciera acercarse a mi, no para echarme la bronca, sino para descargarse conmigo. Cuando me masturbaba con las revistas fantaseaba con disfrutar follando con todas esas chicas calientes que se deleitan comiendo pollas y cabalgando sobre ellas. Pensaba “ojala a las chicas de hoy en día, les guste hacer lo mismo. Ilusiones de una mente inocentemente adolescente, soñadora, pero a la vez esperanzada.
Aunque en mis relaciones de pareja he vivido como un heterosexual más, en varias etapas, experimentaba de manera intermitente juegos digitales para estimular mi punto P, hasta que desde los últimos años le di rienda suelta. Me aficioné a ponerme ropa interior de mujer y cuando una noche me vestí por completo, wow, nació La Leo. A partir de entonces, la he integrado en mí, como un aporte más en mi personalidad, enriquecedora, sensual, picara, transgresora, erótica, exhibicionista, pasional, amorosa, complaciente y siempre dispuesta a darlo todo.
Durante mi pre-adolescencia he vivido con represión y falta de información sobre el sexo y cuando lo descubres por tu cuenta, es como si estuvieras quebrantando alguna estúpida ley moral impuesta por la sociedad. Me preocupan más bien poco los cánones establecidos, no va conmigo, ya que en la exploración, el descubrimiento y en experimentar, es donde está el centro del conocimiento, también en el campo sexual. Como es normal, de cara a la sociedad soy un caballero respetable con un humor picarón y sarcástico, y en la intimidad surge mi parte más cachonda, provocadora, morbosa y sexualmente activa. Con mis primeras masturbaciones, se abrió mi “caja de pandora más porno” y empezó una nueva y excitante afición para mí, que aún perdura. Ahora con La Leo, se amplía el abanico de fantasear en el sexo, tanto a solas como acompañado, si se diera el caso.