En su potro
"Follame en el potro", le dije.Y saqué su polla de mi coño y me senté en la cama. Las correas estaban preparadas sobre ella. En silencio comenzó a ponerlas en mis muñecas, derecha, izquierda, lo suficientemente apretadas... Los tobillos, agachándose, el derecho y el izquierdo. Me levanto y me coloco sobre la almohadilla roja. El me sujeta a las argollas, primero manos y luego pies. Sólo esa posición y esa situación ya me envuelve. Él quiere grabarme, le digo que sí, pero que no se me vea la cara. No le veo, pero siento el calor de su polla cerca y la espero. Entra tibia y cálida. Mi pelo cuelga y me molesta en la nariz, intento sacudirlo. Su polla entra y sale como cualquier otra, pero no como cualquiera. "Me encanta tu polla", le digo, " me encanta que me folles". El ya ha dejado el móvil sobre la cama, ya no graba. Me invade una especie de nostalgia que no identifico y los ojos se humedecen. El no me ve, menos mal, sería estúpido. En esa posición es tan fácil camuflarse a la vez que una está inmensamente expuesta... y pienso en Juan y deseo que esté en mi boca. Pero no está. "¿Quieres que te folle el culo?". Por supuesto que quiero. "Pídemelo". "Fóllame el culo", obedezco. Siento el lubricante frío, templado por su mano. Su polla, "ten cuidado, despacio", entra. Sus manos recogen mi pelo, y una lo sujeta y me azota la nalga con la otra. Deseo que siga cogiendo mi pelo, y que me diga al oído lo zorra que soy y lo que le gusta follarme así, pero lo deja y se centra en mis caderas. "Eres mi puta". Y lo soy. En ese preciso momento soy la puta de ese hombre tranquilo, casi tímido, o quizás pasota (¡qué importa cuando una se siente tan cómoda!). Y se lo digo y le oigo decir lo que espero, lo que me vuelve loca, "me voy a correr"...
Y se corre.
Y me desata.
Y me quito las correas.
Y me tumbo a su lado en la cama.
Y le beso, y me siento tranquila, y le abrazo, y le hablo de mi marido y de grúas...
¿Quien da más?