Anodina
Volvía del trabajo a casa sin su inseparable libro por lo que empezó a pensar, a rebuscar ese momento en que su vida se había convertido en todo lo que se prometió durante años que nunca sería, anodina.Conoció a Carlos cuando estaba a punto de irse a Irlanda de au pair a casa de una familia, ella cuidaría a los niños y les enseñaría español mientras ella perfeccionaba su inglés. Pero decidió no ir por seguir conociéndolo, dejó sus planes a un lado, vendió su piso, dejó a los chicos con los que se veía habitualmente, ninguno entendía eso de que ahora tenía una relación de exclusividad, y no podrían verse más, pero lo aceptaron.
Se fueron a vivir juntos, se casaron y tuvieron 2 hijos.
Ella tenía un trabajo a media jornada para cuidara de sus hijos sin que Carlos tuviera que cambiar nada en su vida diaria.
Esa tarde llegó a casa sintiéndose mal, ella amaba a sus hijos, entonces ¿Por qué no era feliz?
Todos estaban con sus móviles y ella cogió el suyo y se puso un podcast de su sexóloga favorita. Ese día hablaba sobre su experiencia en el amor libre, Ana sintió que hablaba de su yo anterior ¿era eso lo que ella hizo? ¿Amor libre? Habló largo y tendido sobre el tema y ella de nuevo pensó en lo anodina que era su vida. Se apuntó a una app que ella recomendaba, rellenó su perfil sin que se viera su cara y empezaron a llegarle un montón de mensajes ¿Qué estaba haciendo?
Un hombre, Mambo75 le habló y le dijo que tenía unas piernas espectaculares. HBO50 le preguntó si llevaba mucho por allí y ella le confirmó que era su primer día y no entendía muy bien cómo funcionaba. Hablaron un buen rato y empezó a hacerse un habitual en sus conversaciones. Con él se sentía más viva que en sus últimos años y llegó el momento en que quiso quedar con ella. Su yo anodino le dijo no quedara con un tío al que no conocía, pero su lado libre había vuelto con fuerza y le dijo que sí.
Quedaron a tomar algo en el bar de un bonito hotel. Cuando lo vio lo reconoció enseguida y empezaron a hablar de manera distendida de muchos temas. Era un hombre muy atractivo, su voz la envolvía y se sentía en un sueño. Sonreía y se sentía como a los 20 años.
Él le preguntó si le gustaría tomar otra copa en otro lugar menos público y le ofreció la mano, ella la aceptó y se fue con él en un taxi hasta el piso de él. Ella dudó y él le aseguró que no pasaría nada que no quisiera. En el ascensor lo miró a los ojos y empezó a desabrocharse el abrigo, llevaba un vestido ceñido con medias y liguero, notó la mirada de él sobre ella y decidió besarle. Sus lenguas eran 2 serpientes que parecían moverse al ritmo de una danza hindú. Llegaron hasta el piso y terminaron de quitarse la ropa que les quedaba ahí mismo, él la arrastró al sofá y se puso de rodillas dejando su cabeza frente al monte de venus de ella, la miraba como si fuera hermosa y la hizo sentir así. Su lengua empezó a jugar con sus labios mayores y menores, profundizando hasta llegar a su clítoris alternando labios, lengua y pequeños mordiscos durante mucho tiempo. Él no parecía cansarse y ella notaba su excitación. Su cuerpo empezó a contraerse como ni recordaba dando paso a un orgasmo lleno de colores dentro de su cabeza. Se mordió los labios para no gritar y dejó que todo su cuerpo se llenara de ese placer de colores.
Él la arrastró por el pasillo hasta la habitación, ella iba observando todo, cuadros, libros en estanterías, juguetes por el suelo y por fin, su habitación, recogida y con la cama hecha.
Él se giró hacia ella y Ana pensando en el ahí y el ahora lo empujó a la cama, él cayó hacia atrás y ella buscó su polla y empezó a juguetear con ella. No tardó en empezar a crecer dentro de su boca su lengua se enroscaba a su alrededor mientras miraba su cara, él tenía los ojos cerrados y se mordía los labios como ella hacía un rato antes.
Cuando estaba completamente erecta él cogió un condón y se lo puso sin dejar mirarla. Qué suerte había tenido al conocerla en esa app. Cortó sus pensamientos mientras ella se penetraba con su polla y él la miraba cogiéndole por el culo, un culo estupendo que no quería dejar de tocar y apretar, quería dejar sus dedos estampados en ella. Parecía una amazona subida sobre él, con el pecho descubierto y saltando hasta llegar al punto más profundo de su vagina, alcanzando su mayor orgasmo del día. Ahí decidió dejarse llevar y gemir y gritar tal como sentía. Él la avisó de que llegaba también al orgasmo, tiró de sus caderas hacia abajo sin dejar de moverla y moverse, y arqueó su espalda cuando le sobrevino el orgasmo y gritó sacando toda su rabia por haber acabado, todo su amor por haberle permitido estar con ella a pesar de sus miedos.
Cuando Ana llegó a casa agotada por la maratón de sexo vió a su marido en el sofá, es verdad que necesitaba más de lo que él podía darle en la cama, pero aun así lo quería.
Esa noche jugaron con los niños, cenaron y charlaron un rato. Él le cogió su mano y le dijo que la había echado de menos. Ella no contestó. ¿Olerá a Raúl cuando se acerque a mí?
Miró su móvil que sonó al meterse en la cama, Raúl había escrito diciéndole que si quería repetir estaría encantado. De los labios de ella nació una sonrisa y mientras su marido casi dormía ella pensó en lo poco que le había costado volver a ser esa mujer anodina al volver a casa, pero ella estaba feliz porque sabía que no era una persona anodina, su esencia perduraba en ella y durmió toda la noche volviendo a soñar con ver a Raúl.