Sin ganas de nada
Estaba cansada y no me apetecía nada quedar, abrí mi Instagram y en una de mis cuentas favoritas, había una frase que llamó mi atención. No importa que haga frío o te de pereza, sal a follar y punto. Así que decidí animarme, ponerme el vestido nuevo que acababa de recibir y me puse una ropa interior que me hacía sentir una diosa con mi liguero y esas espectaculares medias que llegaban hasta media pantorrilla. Estaba sentada en el bar musical donde habíamos quedado tomando una cerveza, estaba nerviosa y no sabía porqué. No era la primera persona de la aplicación con que quedaba y aunque me había parecido muy guapo no estaba segura de que su conversación fuera a entretenerme demasiado. Un hola con una voz profunda me sacó de mis pensamientos y me di la vuelta. Vi los preciosos ojos que me miraban desde sus fotos y no dije nada. Era aún más guapo de lo que parecía en ellas. Alto y bien vestido se acercó a darme 2 besos con una sonrisa
• Pensé que me darías plantón otra vez- susurró en mi oído. Me erizó el pelo de la nuca ¿Qué me estaba pasando?
• Lo siento- acerté a decir- últimamente con el divorcio y el cambio de piso voy muy liada- y mis pocas ganas de existir, pero eso no se lo dije.
Charlamos durante un buen rato y me hizo reír mucho. Mi cuerpo se fue relajando ante su presencia. Me disculpé para ir al baño y cuando volví no estaba en la barra si no en la pista de baile sentado con las cervezas en un pequeño sofá. Llegué sonriendo hasta su lado y al ir a sentarme derramé mi cerveza sobre el sofá, caí encima de culo, mojándomelo entero. Me incorporé de un salto, él también y empezó a limpiarme la cerveza del culo con unas servilletas en una especie de abrazo con cara de concentración. Lo miré divertida y cuando fue consciente de lo que estaba haciendo se retiró pidiendo perdón. Yo le dije entre risas que no pasaba nada, me incliné hacia él y le besé. Tenía los labios carnosos, era como besar una nube.
Le pedí que me acompañara a casa a cambiarme ya que vivía allí cerca y él cogió mi mano y me dirigió fuera del local.
Una vez llegamos a mi portería entramos al ascensor, yo tenía algo de frío por la humedad y debí temblar porque él se acercó y me abrazó, yo no era de abrazos y me quedé quieta. ¿Qué coño? ¿Acaso no quieres follar? Vi en mi mente la cara de la chica de Instagram y sonreí.
Cuando llegamos a mi piso abrí la puerta y casi antes de darle tiempo a cerrarla me deshice de toda la ropa empapada y me quedé con mi liguero aunque sin medias ni braguitas y lo miré con una declaración de intenciones, lo cogí de la mano con la intención de llevarlo a mi habitación pero me arrastró hasta él y empezó a besarme bajando por mi piel desnuda hasta llegar a mi liguero y de repente empezó a comerme el coño allí mismo, en penumbra, cogí su pelo cogiendo aire y suspirando mientras un gemido subía a mis labios. De repente se detuvo y le grité
• ¡Sigue!- y aceptó mi orden sin protestar, mis manos soltaron su pelo e intenté cogerme a la pared. Me corrí allí mismo y le pedí ir hasta mi habitación, necesitaba tenerlo desnudo y eso hice. Lo desnudé de manera rápida, con hambre atrasada por mis días de pereza y cuando lo tuve desnudo se tumbó en la cama y yo hice lo propio. Mis dedos entraban en su boca mientras mi otra mano acariciaba su torso desnudo y lleno de pelos, era tan sexy... mi cabeza bajó a su entrepierna y empecé a lamer su glande en pequeños círculos mirándole a la cara con lascivia, seguí lamiendo su polla por los laterales, me pareció la polla más preciosa del mundo y me la metí en la boca mientras mi mano acariciaba sus huevos y la base de ella. Cuando parecía a punto de explotar paré y cogí un condón y se lo pasé. Él se lo puso con pericia mientras me tumbaba junto a él y le pedía que me follara hasta no poder más. Me metió la polla sin distracciones en preliminares y sentí ese pequeño dolor que ne recordaba que lo necesitaba de vez de cuando para sentirme viva. Mi grito hizo que me mirara
-¿Te gusta?
• Me encanta- dije sin apenas voz
Follamos como si no tuviéramos el tiempo de nuestra parte, como si tuviéramos que aprovechar las citas perdidas y eso hicimos. Follar hasta acabar exhaustos y con la respiración entrecortada, nos miramos agotados y empezamos a mirarnos con los dedos entrelazados. Allí había algo, no sabía aún qué pero no quería que terminara.
Empezamos a quedar asiduamente, a pesar de quedar con otra gente, siempre eran las suyas las que esperaba con más ganas, las que más placer me daban y las que más me llenaban. No estábamos enamorados de esa manera romántica que nos explicaban en mis cuentos de pequeña, pero le quería y sabía que me quería. Tal vez no duraría toda la vida, pero lo haría mientras siguiéramos haciéndonos sentir especiales, sin duda.