Ánimo, valiente
Ana siempre ha sido pequeña en sus formas y en su entorno y en las vidas de los otros.... Los otros...Ayer quiso ser grande.
En la entrada dudó. Miraba la puerta, creía temblar y el impulso de darse a la fuga estuvo a punto a devolverla a sus andares. Recordó cuando a los 15 se obligó a sentarse al lado de Jorge Martín solo porque era un chico, el más descarado. Entonces el suelo se tornó magnético y su polo negativo se pegó al positivo de la acera, como si la misma tierra soterrada bajo adoquines ya hubiera tomado su decisión.
Entró. La chica del ropero le sonrió y busco con la mirada algo detrás de ella, posiblemente su acompañante.
--¿Vienes sola?
--Si
Ana no se había arreglado mucho, nunca lo hacía. Le gustaba pintarse los labios de rojo aunque ya tenía que perfilarselos para que el carmín no deformara su boca. Llevaba un vestido a la altura de la rodilla lo suficientemente ancho para disimular las carnes que no quería mostrar y lo suficientemente liviano para sugerir aquello que merecía la pena insinuar.
Entró y tras la cortina no se atrevió a ver. Había solo personas indeterminadas, mudas y sordas. Así quería que fuera. El corazón latía y aún no estaba segura de qué se encontraría. Se debatía entre el miedo y el deseo de saber que era aquello que "había que experimentar".
Se sentó en la barra, pidió una cerveza.
Suspiró: "Venga, Ana, tú puedes".
Bebió de la botella y levanto los ojos para mirar. Se sentía observada aunque nadie la mirara.
Otro trago.
A tres metros un hombre la miraba. Recorrió la barra del bar atisbando el horizonte. Otros tres hombres más solos.
Alguna pareja hablaba con descaro sin apartar la vista. Ana se preguntaba que comentarían: "Mira esa mujer, es atractiva, te gusta, cariño?" "No está mal, la entramos?"
Siempre había pensado que sería como una especie de mercado en el que las parejas buscan buen género.
Se acercan y Ana comienza a palpitar. No son su tipo, pero es que ninguna pareja lo es, piensa. "Venga, Ana, tú puedes"
-Hola. Estás sola?
--Si, de momento... -sonrisas.
--si quieres te podemos hacer compañía.
--claro
El hombre mira a la mujer con una sonrisa pícara, de esas que a Ana le gustaría sentir como suya. La mujer pone una mano sobre su pierna y la besa sin pasión.
El hombre habla y pide bebida. Ana ríe y bebe, está feliz. Las palabras del hombre y la mujer se van quedando en el aire, a quien le importan. El hombre la toca de vez en cuando y la mujer ríe cada dos frases. Comentan que van a otro lado y Ana les sigue observando sus miradas cómplices, pícaras, descaradas. Ana se siente no estar, pero, en realidad, ahí permanece.
Sus cuerpos ya están desnudos y el hombre da el pistoletazo de salida. La mujer toca los pechos de Ana y la mira sintiéndose poderosa y deseada. El hombre la observa, se cruzan miradas, no se hablan pero se dicen todo. Ana comienza a besar a la mujer, solo siente sus labios y sus manos comienzan a buscar su piel. El hombre se coloca tras la mujer y le acaricia los pechos y la besa el cuello.
Ana ya está dentro. Siente la piel suave de ella, toca el miembro de el, desea lamerlo, lo busca, al mismo tiempo que busca la lengua de su compañera. Esta se lo ofrece. Ana sabe que no le pertenece y esto le produce un liberación descomunal. Lame miembro y boca.
Nuevas miradas. La mujer se coloca boca arriba y Ana comienza a lamer su sexo. Esta rasurado y su lengua se adentra. Nota la polla del hombre entrar, todo encaja... El puzzle ya está en marcha...
Salivas, flujos, semen, sudor y hambre... Mucha hambre.
Se acaba todo. Nuevas risas... Hasta mañana.