Cuestión de tamaños...
Los que me conocen no olvidan mi tamaño, cercano a los 2 metros y los 120 kilos, ni mi proverbial renuencia a visitar un baño en el transcurso de una reunión, ya sea lúdica o de trabajo... Como todo tiene su límite, alguna vez voy al baño mientras el resto apura el último trago de la copa o al despedirnos ya, suelen ser visitas pausadas en consonancia al volumen cervecero ingerido y que suelen terminar con una escrupulosa limpieza del miembro, hay que ser agradecido.
El día de autos me encontraba en mi bar de cabecera viendo un partido de futbol, la emoción del partido y lo óptimo de resultado hicieron multiplicarse las cervezas y al pitido final, tras abrazos y gritos de rigor necesitaba aliviar mi vejiga.
Durante todo el encuentro, una reunión de niñas, hizo ímprobos esfuerzos por molestar constantemente y doy fe que lo consiguieron con cantos litúrgicos, de campamento y cumpleañeros... las hubiese hechado a manguerazos de tener una a mano de la misma manera que se disuelve una pelea de gatos.
Sobre todos lo maullidos sobresalía una voz aguda, como de rata pisada, un tenedor arañando el plato o la espina de una jíbara cerbatana, no podía ver su procedencia pero taladraba mis oídos y mi paciencia de una forma tal, que me hacía dedicarle todo un rosario de improperios entre labios.
A la dicha de aliviar mi vejiga, se sumó un súbito silencio.
¡Se habían ido!
¡La rata pisada y sus secuaces, se habían ido por fin!
Saboreé el momento de gloria, coincidiendo con las últimas gotas, me dirigí al grifo y la dejé limplia y útil para todo servicio, la sequé con cariño y cuando salía por la puerta del baño me topé con una mujer tan bella como pequeña, no más de 1,45...
Me miró alzando la mirada, y con voz de rata pisada dijo
¡ Qué cosa más grande ... !
La besé en los labios y tomándola de la mano le respondí...
"Eso me lo veremos en un rato..."