PERFIDIA
Se fue cabizbajo dejando la puerta abierta. Bajó las escaleras convenciéndose de que hacía lo correcto mientras una sensación extraña le corroía en el estómago. Mientras tanto Elena se quedó plantada delante del sofá, escuchando cómo los pasos de Luís se alejaban por la escalera y su corazón empezó a latir desbocado. Su respiración se había transformado en suspiros y cerrando los ojos un instante pudo sentir unos labios que le acariciaban el cuello... se acarició el vientre humedeciéndose los labios excitada.Cuando Luís llegó a la planta baja, miró hacia la escalera y tuvo una pequeña erección. Un calor extraño, un vértigo que hacía tiempo que no sentía se apoderó de él y de su bajo vientre. Cerró fuertemente los puños notándose el pulso en las yemas de los dedos... y volvió a subir.
Ella era extraña para él, como un imán que atrapaba su cuerpo y sus sensaciones. La vio más hermosa y más deliciosa que hacía unos instantes. No pudo resistir la tentación de besarla y se abalanzó sobre ella abrazándola de modo irracional. Sólo atendía al dictado de una fuerza mayor que le hizo olvidarse de todo. Cualquier miedo, cualquier sorpresa, todo era nimio mientras le devoraba los labios. Una pasión que no era de este mundo les envolvió al instante.
Sus dedos se deslizaban inseguros por debajo de su ropa, temiendo que de pronto desapareciese, como ocurría en sus sueños. Ella se sentía recorrida notando el calor de aquellas manos en sus pechos. Gemían y se miraban, se exploraban, avanzando por caminos que conducían a un estado de embriaguez. Todo a su alrededor oscureció, quedando sólo ellos dos.
Con la calma de un amante experto dentro de sensaciones adolescentes Luís le quitó la camiseta y acarició sus pechos erectos abrasándose las manos, mientras ella se perdía en la selva de su torso entrelazando sus dedos en el vello rizado de su ombligo, desabrochándole el pantalón con manos temblorosas, acariciando su pene provocándole una explosiva erección. Los dedos de Luís se deslizaban por la montaña rusa de las curvas de Elena, entrando en sus cavernosos y húmedos secretos.
Desnudos, de pie, uno frente al otro se observaron extrañados, como personajes extraídos de distintos cuentos hacía una misma realidad, conociéndose a medida que se acariciaban, volvieron a besarse ahora ya con la certeza de que lo que ocurría era real. Se dejaron caer frente al sofá y Luís la penetró lentamente provocando chorros de placer caluroso y gemidos a Elena, que le recibía insaciable atrapándole con sus piernas por la cintura.
Se mordían, se abrazaban, se miraban, se deshacían en gemidos y palabras que antes habían escuchado. Ella se movía sobre él como una amazona sacándole de la realidad, mojándole, arañándole. La miraba absorto observando sus pechos de gelatina contoneándose al ritmo de sus movimientos, su espalda arqueada, la sentía como agua ardiendo sobre él, esos espasmos orgásmicos que le dejaban huella provocando los suyos llegando al más delicioso éxtasis.
Cayó vencida sobre él, sus respiraciones profundas al rato se calmaron...
• Yo... yo no soy Luís... - confesó él en un suspiro mirando al techo.
• Yo tampoco soy Elena...