El salón de los espejos
El salón de los espejosLas fantasías que llevábamos a cabo surgían por lo general de mi imaginación. Solía contárselas de inmediato a Patricia y ella las aceptaba casi todas las veces. Sin embargo, algunas veces era ella la que tomaba la iniciativa. Esta vez fue uno de esos casos. Su fantasía consistía en dejarse llevar por lo que quisiera hacerle Francis en su chalet y... sin mi participación. La idea era de una simpleza completa, y allí estaba el peligro. Dependía de la perversa imaginación de nuestro amigo, y por los años que le conocíamos, sabíamos de sobra que era ilimitada. La idea me resultaba sumamente inquietante, pero al mismo tiempo excitante. Así que la animé a que lo llamara y se lo propusiera. La respuesta fue simple: “Ven mañana a las 20hs dispuesta a todo... ¿Te atreves?”
“Dispuesta a todo” implicaba ponerse lencería provocativa, preparar su culito con lavativas porque era evidente que del sexo anal no se libraría, y dejarse llevar. Cuando estuvo lista me miró como una niña excitada a punto de cometer la mayor travesura de su vida, me sonrió, me dio un besito, y salió con pasitos rápidos hacia la casa de Francis. Después de una hora, el taxi la dejaba en la puerta del chalet, en una urbanización tranquila a las afueras de Valencia. Cuando se disponía a tocar el timbre, vio pegado con celo un sobre grande y abultado que tenía escrito “Ábrelo antes de llamar”. Lo cogió tratando de adivinar su contenido, cualquier cosa que hubiera en su interior tenía que aceptarla de buen grado porque estaba “dispuesta a todo”. Y esa idea la había mantenido excitada durante todo el día. Había dentro dos objetos y una nota breve: “Me gustaría que te pongas la venda en los ojos y luego las esposas con las manos por delante, antes que yo abra la puerta”. Cumplió de inmediato, y tanteando logró acertar con el timbre. El proceso fuera cual fuera ya era irreversible, esperó esposada en la entrada unos breves y eternos instantes, con sus piernas juntas y la respiración entrecortada.
Mientras Patricia esperaba que la puerta se abriera y el destino sexual que le aguardara la tragase sin remedio al interior, sonaba el timbre de nuestro piso. No esperaba a nadie y me había dispuesto a mirar alguna película tranquilamente con uno o dos whiskys con hielo. Mi sorpresa fue enorme cuando por el portero oí que Mariela me pedía pasar. Sin bien conocía de sobra a la esposa de Francis, al abrirle la puerta me sorprendí al ver una rubia perfectamente arreglada para una fiesta con un abrigo largo que cubría su espectacular cuerpo apenas vestido con medias, ligero, braguitas y un corset. Su sonrisa de complicidad presagiaba que hasta aquí se extendía el plan de mi amigo, algo que pude constatar casi de inmediato cuando me dijo que había planes para mí también. Casi teatralmente dejó caer su abrigo exponiendo ante mis ojos sus deliciosas formas, mientras me pedía que encendiese el ordenador y me conectara al skype, y de esa manera descubriría de qué iría el juego.
La puerta del chalet se abrió y se iluminó la figura de Patricia con los ojos vendados y esposada en la oscuridad de la noche. Francis se acercó en silencio y ligó un tramo de cadena a la de las esposas que sujetaban las muñecas de ella, tiró suavemente del extremo obligandola a pasar dentro. “Francis... ¿qué me vas a hacer...?” La pregunta sonó tímida y temerosa. “Esta noche estás dispuesta a todo, por eso has venido hasta aquí, y esta noche te pasará de todo, aunque no te contaré nada, lo vas a ir descubriendo a medida que te suceda” A ella le gustaban las sorpresas y confiaba plenamente en él, sabía que su lujuria era inagotable, y que jamás hizo con ella algo que no le gustara, sino más bien lo contrario, todas sus experiencias con él fueron inolvidables noches de placer extremo. Así que se limitó a seguirlo por el interior hasta el salón de los espejos donde estaba todo preparado para una larga noche de sexo desenfrenado.
Ella subió a una enorme cama, sabía cual era porque no era la primera vez que él gozaba de su cuerpo en ese lugar. La dejó a cuatro patas, lo que permitía ver las medias con liguero que asomaban por debajo de su pequeña falda. Francis le dijo que esperara un momento, mientras acababa una charla que tenía pendiente por video conferencia con un amigo. Escuchó sus pasos saliendo del salón, sin embargo algo le indicaba que no estaba sola, o al menos se sentía observada. La ansiedad sexual de Patricia estaba a flor de piel, aumentada hasta el extremo por la incertidumbre de lo que le fuera que él le tuviese preparado. Lejos de resultarle incómoda la situación, la disfrutaba muchísimo, era exactamente eso lo que estaba buscando. El rostro de Francis ocupó graciosamente las cuarenta y dos pulgadas del monitor de mi ordenador y comenzó a hablar: _“Estás cómodo Daniel?” _”Bueno, todo lo que se puede, Mariela me ha esposado a la silla de mi escritorio con mis manos por detrás” _”Lo sé, y te pido disculpas, pero es absolutamente necesario que sea así por un motivo, quiero que sientas la ansiedad de tu chica con la misma intensidad. Para eso estás ahí, observando. Podrás ver con todo detalle paso a paso todo lo que le va a suceder. Tú relajate, además cuentas con Mariela que generosamente se ha prestado para que lo puedas disfrutar mejor...”
La imagen había desaparecido durante unos largos e interrogantes instantes. Lo siguiente que vi fue a Patricia a cuatro patas en medio de una cama gigante, esposada por las muñecas y con sus ojos vendados. Habría al menos dos cámaras de video y la pantalla me mostraba dos enfoques diferentes al mismo tiempo, de esa manera se aseguraba que no perdiera detalle alguno. Los espejos que rodeaban la habitación me daban aún más información visual. Aquella primera visión fue tremenda en cuanto a su carga erótica, y sentía como mi miembro empezaba a reaccionar aumentando su presión debajo de mis vaqueros. Pasados unos instantes, un número indefinido de hombres de entre cuarenta y cincuenta años desnudos empezaron a acercarse a ella. Oí claramente la voz de Francis diciéndoles: “No os había dicho que era preciosa... Mirad su culito, es perfecto... Pues esta noche será vuestro y espero que la noche dure mucho” Para mi ya estaba todo claro, y creo que para ella también, la estaba entregando a la lujuria de sus amigos que no tardaría en devorarla.
El anfitrión fue el primero en acercarse por detrás para enseñarles las curvas redondas de sus firmes glúteos, le levantó su falda invitándoles a que lo examinasen a gusto. Un montón de manos lo cubrieron por completo, cuando en un momento pude ver como le hacían su tanguita a un lado y separaban sus nalgas, exponiendo impúdicamente el circulito apretado de su ano. Fue entonces cuando escuché el primer gemido de mi esposa. Instintivamente me revolví en la silla tratando inútilmente de liberarme de mis esposas, Mariela posó su mano sobre mi abultada entrepierna con el fin de relajarme. Así que me dispuse a disfrutar de la mejor escena pornográfica que vería en mucho tiempo. Podía escuchar claramente los elogios y la excitación de esos desconocidos ante la completa entrega de una chica “dispuesta a todo”: “Nunca había visto un culito tan apretado...” dijo uno de ellos mientras con un dedo humedecido le acariciaba el ano. “¡Miren estos pezones, están del todo erectos!” exclamó otro, mientras le daba pellizquitos suaves. “Su boca es preciosa...” comentó el que le apoyaba su polla erecta en los labios. La imagen de ella expuesta y examinada detenidamente por esos hombres me resultaba abrumadoramente excitante, y solo podía imaginar la inmensa turbación que debería estar experimentando Patricia.
_ Parece que Patricia lo pasara en grande esta noche... _ me dijo Mariela mientras me regalaba una sonrisa perversa _ ¿Has visto lo dotado que están nuestros amigos? Me da la impresión que pedirá clemencia y que no podrá soportar tanta tensión sexual contenida
_ No creas, aún no conozco los límites de mi mujer en el sexo, acabará con todos, y serán ellos los que terminen pidiendo auxilio, o asistencia médica_ le respondí risueño
_ Veremos... todos tomaron Viagra, serán incansables así que esta será una noche memorable...
Ellos eran cinco, contando con el dueño de casa, y verdaderamente estaban muy dotados. El efecto del Viagra era más que evidente, todos estaban exhibiendo durísimas erecciones. No se demoraron nada en lanzarse sobre el pequeño cuerpo de mi esposa, como si no hubieran visto una chica tan dispuesta en mucho tiempo. Dos se alternaban en su boca, entraban y salían de su boca continuamente. Los gemidos de placer cada vez más sonoros de Patricia podían escucharse claramente durante el breve lapso en el que su boca se encontraba libre de una de esos miembros viriles. Sus tetas estaban ocupadas por los suaves mordisquitos que le provocaban en los pezones erectos dos de ellos desde abajo. El siguiente fue Francis, que aprovechando sus nalgas separadas por las manos de uno de sus secuaces, alcanzó con su lengua todo su sexo, jugó unos instantes con su clítoris, para luego subir con su lengua y comenzar a lamerle el culo. De tanto en tanto. Se separaba oportunamente para que la cámara pudiera captar el esfínter anal apretándose espasmódicamente como reacción a todo el placer que estaba recibiendo. Mi ansiedad llegaba a su límite, la demora en ser follada de una vez se me tornaba insoportable, solo Mariela, arrodillada entre mis piernas abiertas me aliviaba con sus caricias sobre el abultado paquete de mi pantalón. El momento al final llegó cuando oí a mi amigo decir “La daremos vuelta y veréis como la follo”, y dirigiéndose a ella, “...te follaremos todos hasta que estés cubierta de semen, y aún así seguiremos hasta que te ahogues en tus propios orgasmos”
Todo resultaba de un gran erotismo teatral, uno de ellos le extendió los brazos hacia atrás cogiéndola por las esposas que perversamente la inmovilizaban, y otros dos tomándola cada uno por los tobillos le separaban las piernas levantándolas muy arriba. Así su sexo húmedo y palpitante quedaba casi expuesto, protegido aún por las insignificantes braguitas casi transparentes. Su culo quedó apoyado al borde del somier para facilitarle a Francis una clavada profunda. El quinto elemento parecía fascinado por sus tetas, le levantó su camiseta exponiendo sus pechos a la lujuria de su lengua que los lamía, y a la de sus dientes que mordisqueaban deliciosamente sus pezones. El cinturón se abrió, y mis pantalones acabaron a la altura de mis rodillas, en el preciso momento que del otro lado de la ciudad mi amigo hacía a un lado aquellas braguitas, para introducir sin piedad su pene hasta el fondo de Patricia. Ciega de placer Patricia gritaba fuerte, desarrollando toda la ansiedad acumulada en su imaginación debajo de la venda que, le impedía ver en cada momento quién le iba a hacer y qué, ni siquiera estaba segura del número de chicos que disfrutaban de su cuerpo. “¡Observen cuánto le gusta!” Dijo él animándoles a los demás a darle “caña” después. Sus movimientos eran muy enérgicos, sacudiendo todo el pequeño cuerpo sujeto con fuerza por los otros tres. Los orgasmos continuados de Patricia empezaban a multiplicarse. Tenía la impresión de tener una erección que me llegaba al techo, al placer del espectáculo visual que estaba obligado a ver, ahora se sumaba el de la lengua húmeda y tibia de Mariela recorriendo de arriba a abajo toda mi polla.
_ Dani, cuéntame que ves... también quiero saber que pasa, desde aquí abajo no puedo enterarme_ Me dijo la rubia antes de seguir lamiendo tibiamente mis testículos
_ No sé si podré hacerlo bien... ¡Uf! Tanto placer allí abajo me confunde... Tu marido la está follando con mucha fuerza por la vagina, al principio dos sostenían por sus tobillos muy arriba para que él la penetrara a gusto, pero ahora ella lo rodea fuertemente alrededor de su culo con sus piernas, atrayéndole cada vez que él empuja... ¡Ay! ¡Es maravilloso!
_ ¿Y qué hay de los demás? ¿Qué están haciéndole?_ Me preguntó antes de seguir lamiendo mis sensibles huevos, no me cabía duda alguna que le divertía oír mi voz entrecortada e interrumpida por mis propios gemidos por la excitación, ella era tan perversa como su esposo.
_ Se van.. ah... se van turnando en su boca y sus pezones... ah... Casi con precisión matemática, otro la sostiene con fuerza con los brazos por encima de su cabeza... uf... Ahora uno de ellos le apoya sus huevos en sus labios, y ¡ella los lame casi con desesperación! Todo el tiempo está siendo sacudida por Francis ¿Puedes escuchar sus gritos de placer? … Ah... ¡Así, así, eres genial Mariela!
_ Sí puedo escucharla con claridad... ¡Me encanta torturarte Daniel! ¡Sigue contándome qué ves!
_ ¡Parece que el que está gozando con su lengua está a punto de correrse! Se aparta un poco y apunta hacia... ¡Sigue Mariela, no te detengas! … hacia su cara... Ah, ah ¡Ay! Ella abre la boca, aunque no puede aún ver nada por su venda parece saber lo que le está a punto de hacer... ¡Dios! ¡Le está echando borbotones de leche! Le está cayendo una buena parte dentro de su boca... Ah... se relame los labios ¡Le encanta!
_ ¿Qué más? _ Me preguntó, justo antes de engullir de un golpe toda mi polla hasta su garganta
_ Tu esposo no se detiene, sigue follándola sin descanso_ Mis gemidos interrumpían cada vez más frecuentemente mi descripción_ ¡Ahora se suma otro más en el bukake facial! Ah.. ah, ah... ¡La están bañando en semen y ella traga todo lo que puede! Ah, ah, ¡Así preciosa! ¡Sigue, por favor, sigue! ¡Tu marido grita como un poseso, se está corriendo dentro de ella! Sus movimientos son sumamente violentos y espasmódicos ¡No puedo creer la belleza de todo lo que veo! ¡Estoy por correrme, Mariela!_ Al escuchar eso, fue más suave, tratando de disminuir al menos un poco mi extrema excitación
_ No quiero que te corras aún. Todavía tienes mucho que ver. Ellos se propusieron darle fuerte hasta al punto que suplique clemencia...
En cuanto Francis se corrió dentro de Patricia, sacó rápidamente su polla, se quitó el condón, y aún con su miembro erecto se dirigió a toda velocidad hasta la ansiosa boca de ella. Se lo introdujo profundamente para acabar de eyacular sus últimas gotitas blancas y sacarlo al final completamente limpio. Le sucedió otro de sus amigos casi de inmediato, estaba claro cuánto conocía los gustos de mi esposa, nada la enloquecía más de placer que sentirse follada por una sucesión continuada de chicos. Los gritos cada vez más fuertes y la visión las fuertes sacudidas me llevaban al límite de mi propio orgasmo en la boca de Mariela. Ella parecía intuirlo un poco antes siempre, disminuía la intensidad de su felación justo lo necesario para mantenerme al borde de la explosión, aquella tortura visual y erótica a la que estaba sometido, esposado frente a la pantalla del ordenador se estaba tornando cruel. Lo que más me impresionaba era que a pesar de las corridas de estos tíos cincuentones sus pollas seguían erectas, así sucedió también con el segundo que la folló por la vagina, sacó su pene justo a tiempo para quitarse el condón y lanzar tres o cuatro abundantes chorros de semen sobre el pubis, el vientre y las tetas entre los excitantes gritos de placer de mi mujer.
“Ponedla otra vez a cuatro patas” Ordenó el anfitrión. “¡Ahora viene lo mejor!” Exclamó casi con alegría uno de ellos. Obedecieron de inmediato, encadenando las esposas a los barrotes de la cama, sus tetas formaban unas curvas preciosas hacia abajo, aún con semen escurriéndose hacia abajo, prácticamente le arrancaron su camiseta y las inútiles braguitas, sus piernas estaban todo lo abiertas que le era posible, las nalgas fueron separadas por varias manos. La iban a preparar para la penetración anal. Untaron su culo y su deseado ano con aceite, de manera tal que los dedos resbalaban siempre hacia dentro, como si los tragara un ineludible embudo. Colaboraban cuatro de ellos, a veces dos o tres dedos coincidían dentro. La sensación de lo inevitable provocaba un jadeo intenso en ella, se sentía entregada, y eso le gustaba... Su boca entreabierta sintió como era llenada por una herramienta descomunal. No podía verlo, ni tampoco evaluar sus dimensiones porque sus manos que permanecían esposadas, pero le resultó evidente al tratando de introducirlo todo lo posible en su boca que eso ¡no parecía humano!
Mariela hizo una pequeña pausa para contarme la nueva situación _ La están preparando para que esa bestial polla la penetre por detrás primero... Francis les estuvo mostrando fotos de vuestro perfil de Okswingers antes que ella llegara, y al ver su culito decidieron jugarse el póquer el privilegio de ser el primero en follarla por el culo. Y Sebastían ganó...
_ ¡Dios! ¡Me va romper a Patricia!
_ Desde luego a mi me mataría semejante pollón, pero bueno Ella dijo que estaría dispuesta a todo...
En un punto ella pudo oír como el del miembro sobre-humano rasgaba el sobre de un profiláctico y cómo se lo extendía a lo largo de su demencial polla. “¡Francis! ¡Por favor... ayúdame!” Suplicó Patricia casi con un hilo de voz “...Al menos no dejes que él sea el primero en abrirme el culo, no entrará es gigante!” se oyeron algunas risitas excitadas. “No te hará daño... vas a ver como te gusta, además el pobre nunca ha hecho sexo anal a una mujer por cuestiones obvias, y hoy tú serás la primera...” Se la estaban entregando. Colaboraban con entusiasmo, unos le separaban las nalgas, otros estimulaban su clítoris con un infierno de dedos lubricados y en movimiento, otros miraban y se turnaban con la cámara para captar los primeros planos de culo de ella. Los jadeos de mi esposa llenaban los puntos suspensivos de los instantes previos a su sacrificio, hasta que el dueño de casa dijo: “¡Es toda tuya Sebastían!”.
Me estremecí y apreté involuntariamente mi propio culo cuando vi el enorme glande tomando contacto con el circulo casi cerrado de su ano, al mismo tiempo que intentaba desesperadamente contener lo máximo posible mi eyaculación. Escuché un grito desesperado de mi mujer cuando el inmenso zepelin empezó a hacer presión, mientras todos miraban extasiados el comienzo de la imposible penetración. Contra todo pronóstico su ano cedió a la fuerza continua de ejercía Sebastían, y fue allí cuando comenzaron los sollozos de Patricia, no de dolor, sino por la extrema sensación de sentir todo su cuerpo invadido, que duraron los intensos momentos hasta que estuvo todo dentro. Cuando ella sintió el pubis de él acariciando sus nalgas, suspiró. Fue entonces cuando comenzaron los movimientos suaves y rítmicos que la condujeron enseguida a su primer y estruendoso orgasmo anal de la noche. Sus gritos animaron a Sebastían a ser mucho más osado, así que comenzó a entrar y salir con mayor amplitud en sus movimientos cada vez mas fuertes. Con el segundo orgasmo, él ya empezó a entrar y salir del todo, permitiendo que todos vieran la enorme dilatación que los siete centímetros de diámetro de su polla estaba provocando en su castigado esfínter. “¡No quisiera dejarla nunca!” gritaba feliz Sebastián, mientras los demás le animaban a darle con más fuerza.
A veces la lengua de Mariela giraba en pequeños y rápidos círculos sobre mi sensible glande, provocándome intensas descargas eléctricas mezcladas con agotadoras cosquillas que saturaban y sacudían todos mis sentidos, otras veces su lengua empapada descendía hasta mis testículos para acariciarlos perversamente. Así sensibilizado en extremo, y con mis ojos bien abiertos observando los detalles de la agotadora y maratónica agonía anal de Patricia en la pantalla, toda mi columna vertebral se arqueaba involuntariamente sobre el respaldo de la silla, acercando mi sexo aún más a las delicias cálidas de su lengua. Ella hacía lo que muy pocas mujeres saben hacer, devoraba mi duro pene como si de veras me estuviera comiendo, como si tratara de tragar todo lo que podía ofrecerle, casi en su garganta ella tragaba saliva, con lo que la sensación de estar siendo tragado hacia su interior. No pude aguantar más el momento de mi eyaculación, y en vano traté de salir de su boca para no llenarla de semen.
Ella, adivinando mi final, hundió toda mi polla hasta su garganta. A tiempo llegué a ver como aquel titan del otro lado de la pantalla comenzó a sentir como su semen empezaba a venir vertiginosamente para festejar a pleno el goce de Patricia. Él la cogió por sus bamboleantes tetas para introducirse lo más profundamente posible hasta el punto que los pelos de su pubis estuvieron en íntimo contacto con las redondas nalgas. Levantando la cabeza para coger aire y gritar como una bestia herida, lanzó todo su semen en el interior de ese palpitante culo, y temblando de placer la sostuvo un largo rato fuertemente hacia sí, hasta asegurarse de que ya no le quedaba ni una gota más. Un instante después, estaba corriéndome. Sentí un torrente vertiginoso ascendiendo con la furia de volcán en erupción. Mis gemidos ahogados de placer sonaban desesperados al percatarme que no me brindaría ni una pausa de alivio cuando mi leche hirviente inundara su boca, sino todo lo contrario sujetándome con más fuerza aún me obligó a sentir la electricidad demoledora de su boca. Mi cuerpo se sacudía con movimientos convulsos durante todo el desenlace de la tortura erótica a la que había sido sometido. Ella tragaba mi semen y seguía con su lengua, para finalmente soltarme solo cuando se hubo asegurado de haber recibido toda mi esencia. Me quedé con la cabeza hacia atrás en un estado semiconsciente durante un buen rato, hasta que su voz me devolvió a la realidad.
_ ¿Ya estás más tranquilo?
_ Eso creo, ni siquiera me acuerdo que hago aquí... Ahora no sé quiero hacer, si seguir viendo como se turnan a mi esposa en el sexo anal, o ir allí y sumarme a ellos...
A manera de respuesta me sonrió mientras se limpiaba con el pulgar una extraviada gotita de semen de la comisura de sus labios.
_ La próxima perversión será para ti... Mariela
Durante el tiempo de trayecto mi ansiedad aumentaba casi a la desesperación, solo podía imaginar lo que le estarían haciendo. De tanto en tanto llegaba algún whatssap con alguna imagen informativa. Ella encima de uno de los chicos y otro por detrás, una imagen similar pero con otros dos y un tercero con su polla en su boca, ella cada vez más salpicada de semen, o ella con la cabeza casi colgando del borde de cama con la boca abierta esperando extasiada aún más leche caliente. No veía el momento de llegar. Casi con el coche aun en marcha bajé a toda prisa y toqué el timbre del chalet. Me recibió Francis con una sonrisa aunque con síntomas de agotamiento. “¡Daniel, veo que no pudiste aguantarte! Aún le están dando...” Me llevó al salón de los espejos, aunque no hubiera conocido el camino los gritos de Patricia me hubieran llevado inequívocamente allí. Aún uno de ellos después de tres horas de continuado sexo salvaje, la estaba follando. Las piernas de ella estaban por encima de sus hombros, y el entraba y salía salvajemente. Me quedé a un lado impresionado por la belleza de mi esposa en acción. Ya estaba liberada de sus cadenas aunque conservaba la venda que le impidió ver en todo momento la lujuria a la que fue sometida. Los demás no podían apartar la vista de su compañero a punto de correrse por tercera vez. Lo hizo una vez mas sobre la cara de mi esposa. Ella suspiró profundo, y se recogió en la cama poniéndose casi de espaldas. Sus glúteos y otras partes de su cuerpo brillaban por el semen que se escurría. “Tienes una mujer impresionante” me dijo al oído Francis “ Y ahora... es tu turno...”
Sin decirle nada, la cogí por la cintura. Ella no imaginaba que yo estaba allí. Mi erección era majestuosa y no la desaproveché. Me sorprendieron dos cosas la facilidad con que ella accedió a poner su culo en pompa listo para que le dirán más, y la facilidad con la que mi miembro se deslizaba hasta el fondo de su recto, era increíble lo dilatada que la habían dejado. Ella seguía gozando, pero no tardó en darse cuenta que ahora era a mí quien tenía por detrás, mis movimientos y mis caricias me habían delatado. Se quitó la venda de los ojos, y me miró con su mejor sonrisa. “No puedes nunca dejarme sola ¿eh?...”