NOCHE EN LA PLAYA

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NOCHE EN LA PLAYA
La carretera era bastante estrecha y llena de curvas. Algunas de ellas muy cerradas. Pero el trayecto valía la pena. No sólo por el impresionante paisaje. A mi derecha, verde y espesa vegetacion, y a mi izquierda, un mar azul intenso algo manchado por una anaranjada luz de un Sol que se retiraba lentamente. El trayecto merecía la pena porque al final de este, me esperaba una playa idílica.
Por fin ví el cartel. Estaba justo donde ella me había indicado. Seguí el camino de tierra durante unos cinco minutos y llegué por fin a una especie de parking. Sólo había un coche aparcado. Supuse que era el suyo. Como ví que no había nadie dentro, aparqué al lado y cojí mi bolsa de playa. Dejé los zapatos en el coche y me dirigí hacia la arena de la playa. Era un rincón realmente hermoso. Parecía ajeno a la civilización, tal como ella me había descrito.
Miré a lo largo de la arena y no ví a nadie. Solamente me pareció distingir una mancha violeta en el suelo. Al acercarme ví una enorme toalla al lado de un bolso naranja. Entonces pude distinguir en el agua una cabeza que se acercaba lentamente a la orilla. Dejé todo en el suelo y me acerqué al agua.
Ella se detuvo cerca de la orilla, cuando el agua le cubría justo por encima de la cintura. Me miró unos segundos y entonces me invitó a entrar en el agua.
-Entra, ya veras lo a gusto que se esta.
Me fuí quitando la ropa, ante su relajada mirada, hasta quedarme tal como Diós me trajo al mundo. La primera impresión con el agua fué un poco fría, y se me notó en la expresión, lo que provocó una risita maliciosa de mi compañera de baño.
-Vamos! - me animó - No te vas a rajar, verdad?
-Ni hablar! - contesté. Y entré en el agua mas rapido de lo que suelo hacerlo yo.
Al cabo de nada estaba de pie, frente a aquella mujer a quien acababa de conocer. A los dos nos llegaba el agua a la cintura.
-Verdad que es un rincón maravilloso? Tal como te dije...
-Ya lo creo! - dije sin dejar de mirarla - Es espectacular.
Espectacular era verla a ella. Ver como las gotas de agua que caían de su pelo mojado descendían por su voluptuoso cuerpo. Acariciaban sus pechos tal como yo deseaba hacerlo. Y su sonrisa era decididamente cautivadora. Dejó que me recrease con la vista unos instantes. Luego se dió la vuelta y se adentró en el mar. Yo la seguí. Nadaba bastante mejor que yo, así que de vez en cuando me esperaba. Finalmente se detuvo. Ya no tocabamos el fondo. Nos quedamos allí, un rato. Aguantandonos en el agua, conversando sobre lo bien que se estaba en el mar, era como tener nuestra playa privada. Hasta que decidimos volver a la orilla. Para entonces, el Sol se había retirado del todo y empezaba a reinar en el cielo una Luna casi llena, muy bien acompañada por las estrellas de un cielo completamente despejado. Nosotros estabamos sentados uno al lado del otro, envueltos en nuestras toallas, mirando al mar, con su banda sonora de olas que rompían cerca de la arena. Ella suspiró.
-Qué mas se puede pedir?
-Tal vez... - le dije- un poquito de vino.
Saqué de mi bolsa una botella y un abridor.
-Vaya! - me dijo ella - Así que nada mas conocerme, ya quieres emborracharme...
-Puede... - le sonreía mientras sacaba el corcho.
Ella cojió la botella y dió el primer trago. Al hacerlo soltó la toalla, que se deslizó hacia el suelo dejando al descubierto su cuerpo completamente desnudo. Luego me pasó la botella a mi.
-Salud! Por los buenos momentos!
Bebí. No podía dejar de mirarla. Ella se tumbó en la toalla boca abajo. Tampoco dejaba de mirarme. Su cuerpo tendido encima de su toalla ejercía una atraccion incontestable sobre mi. Así que mis dedos no tardaron en empezar a recorrer su espalda. Ella cerró los ojos, y respiró profundamente.
-Que gustito... - dijo.
La piel se le erizó cuando mis dedos acariciaban sus brazos. Tenía un tacto realmente divino, así que me recreé por todo su cuerpo. Entonces me senté encima de su firme trasero, con una pierna a cada lado de su cuerpo, y le empezé a dar un suave masaje por su espalda.
-Mmmm... Qué placer. Sigue, no pares.
-No pienso hacerlo... Tienes una piel adictiva...
-Jaja... Tienes buenas manos.
Y quise acercarme todavía mas. Aparté su pelo, dejando su cuello al descubierto. Cuando mis labios lo besaron ella me empezó a acariciar la cabeza. Recorrí con mi boca todo su cuello, su oreja, mientras mi mano se desplazaba en busca de su pecho, todavía pegado al suelo. Cambiamos de posición, quedandonos tumbados de lado. Ella jadeaba de excitación mientras yo tocaba sus pechos y su vientre, al tiempo que mi boca devoraba su cuello. Se dió la vuelta y me hizo tumbar en el suelo. Luego cojió la botella y dió un trago. Me incorporé un poco y tambien bebí. Después me apretó el pecho con su mano obligandome a tumbarme de nuevo. Su mano acariciaba mi pene, suavemente, lo que me provocaba un placer indescriptible. En nada estaba encima mio. Sus labios eran un regalo impagable. Me comía la boca como si no tuviera que haber un mañana, a la vez que restregaba su sexo con el mío. Mis manos no querian otra cosa que acompañar su movimiento de caderas.
-Estoy tan caliente... - me susurró al oído.
Yo le respondí besandola con mas intensidad, y agarrando fuerte su culo. Entonces ella se agarró a mi pene y se lo introdujo despacio, progresivamente. Su rostro reflejaba el placer que sentía, y poco a poco empezó a moverse mientras cojía mis manos y las llevaba hasta sus pechos. Ví su cuerpo arqueandose mientras gemia de placer, su cuello estirado, su barbilla apuntando al cielo, lleno de estrellas ya. Aunque la mas bonita de todas estaba encima mio, y yo dentro de ella...
Sus movimientos de cadera me hicieron eyacular bastante pronto. Ella me sonreía mientras me decia:
-Sii... Correte!! Me gustas...
Luego se tumbó a mi lado, apoyando la cabeza en mi hombro.
La luz de la Luna, acompañada de un cielo estrellado, eran los únicos testigos del nuevo romance. La besé de nuevo. Deseaba que esa noche no acabase nunca. Ella me sonreía, como si leyese mis pensamientos.
-No se me ocurre un lugar donde se pueda estar mejor - me dijo - ni deseo otra compañia que no sea la tuya.
Las primeras luces del dia encontraron a dos amantes haciendo el amor apasionadamente. Por último nos dimos un baño refrescante que nos supo a gloria bendita. Yo me había rendido a la dulzura de sus ojos, que no podia dejar de mirar.
-Desde la terraza de mi casa - le dije mientras la abrazaba - se ven unas puestas de Sol espectaculares. Te apetece?
-Estaré encantada de verlo - me contestó entre beso y beso.
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