EL ÚLTIMO VERANO
Cuándo más te recuerdo es en verano. El tiempo, eterno, sin prisas. Los pasos furtivos, sin rumbo, las miradas, siempre siempre cómplices. Follábamos antes de salir a cenar, y después de cenar antes de volver al hostal. Por la mañana, nuestros cuerpos sudorosos se buscaban, mi lengua en tus pezones, erectos, bajando lentamente por tu vientre hasta entregarse por completo a tu sexo, hasta arquear tu espalda entre alaridos obscenos. Follábamos en la playa. La arena, el calor que nos aturdía, aquella nostalgia contagiosa que me oprimía el alma. Tu cuerpo saliendo del agua, chorreando. Tan salvaje y desinhibido del mundo, tan aferrado a la vida como el placer a nuestras mentes. Mi pene duro, esperando tu mirada, tu sonrisa. Tu boca abierta y sedienta, mis jadeos, y en tus labios la sal, y tu lengua relamiendo mi semen como al helado que se derrite. Los abrazos. Únicos, retroalimentados por besos suaves y húmedos, mientras los ojos, clavados en los del otro, que decían, que soñaban, que prometían, que el próximo verano, que todos los veranos del mundo. I la cuerda, a punto de romperse, y el pendiente, perdido entre la arena.