Lola y la barrita de Carlitos

Lola y la barrita de Carlitos
El cuero de aquel negro ensartaba el culo de la malagueña, que protegida por sus 130 quilos, aullaba de placer. Juana disfrutaba del pollón de Mustafá, un gambiano que había conocido en una discoteca de la costa catalana. Hembra de los pies a la cabeza, Juana tenía un horno entre las piernas y un corazón lleno de costurones- “ Tía armario “, “albóndiga con patas “ y otros denuestos callejeros habían lacerado su estima y abierto una espita en sus grandes ojos claros.
• Musti, cariño, me encanta tu polla…!!!-celebró la oronda mujer, mientras sentía en sus entrañas el chorrón de semen inundando su culazo.
Aquella mañana Juana abrió feliz la puerta de la peluquería de Lola, aún sentía el frescor sexual de la verga del negro. La cachonda andaluza se había inscrito en un curso de depilación que impartía nuestra heroína. La joven mujer no venía sola, la acompañaba su hermano Carlos, un chaval de 20 años con cuerpo de gimnasio y polla incansable, como bien comprobaría Lola.
• Buenas, Juana. Así que este chico tan guapo es al que vamos a dejar sin un pelito- dijo Lola, mientras sus ojos se fijaban en los bíceps de Carlos, y su vulva se estremecía ante el macho bien formado.
• Sí, mira Lola, te presento a mi hermano Carlos.
• Me puede llamar Carlitos- soltó el mozalbete, mirando tímidamente a la peluquera.
• Chico, no me llames de usted, que me haces mayor.
• Lola, sólo puedo estar media hora con vosotros. Mustafá me espera. Tengo que acompañarle para hacer unas gestiones.- acabó Juana.
El slip que cubría el miembro de Carlitos apenas cumplía su función. Las manos expertas de Lola, auxiliadas por la cera y la voluntad de la alumna, dejaban lisa la piel del tío que la peluquera pensaba devorar tras la marcha de su clienta. El pollón del chico, que la muy hembra, ducha en mamadas y bien conocedora de cipotes de todo tipo, calculaba superior a los 20 centímetros, humedecía su boca y su chocho.
• Bueno, chica, me voy, que me espera Mustafá- se despidió Juana. Y tú , Carlos, tranquilo, que te dejo en las mejores manos.- dijo Juana mientras su voluptuoso cuerpo traspasaba la puerta del local.
Lola aprovechó para soltarse un par de botones del uniforme y acercar sus tetas a la cara del nene que pensaba follarse.
• Con este cuerpo, Carlitos, debes ligar mucho, Además veo que tienes una hermosa barrita- atacó la muy hembra mientras su mano apretaba el paquete del nene.
• Señora, tengo que decirle que tiene unas tetas muy bonitas.
-Y tú un cipote que está creciendo…y que te voy a comer, cariñito.
Aquella mamada fue la primera de las muchas que propinaría la experta felatriz a Carlos. La mujer empezó por las bolas, primero se metió una en la boca, luego pasó la lengua por la otra.
• ¡ Vaya par de huevazos que tienes, nene !- rugió la mamatriz antes de ocuparse de la punta del glande del niñato. Con la izquierda, Lola masajeaba los 22 centímetros de Carlitos, mientras sus carnosos labios se comían la golosa seta que coronaba el tremendo falo del nene. Apretando los cojones, la peluquera no dejaba de engullir en un mete saca que comenzaba a perlar sus labios de blanco.
• ¡ Señora...ahhh...me corro!- lanzó la boca y la polla inundando de decibelios la habitación y de leche las fauces de la muy hembra, que ávida se la tragó y avara relamió el cipote de Carlitos.
• ¿ Nene, te ha gustado ?
• Sí, señora, mucho. ¿ La puedo visitar más veces ?
• Por supuesto, cariñito, pero a condición de venir acompañado de tu barrita- soltó Lola, entre irónica y retadora.
Lola no sabía que aquella barrita estaba embrujando su chocho, y que ese hechizo duraría tiempo.
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