Aquel perfume
Debía tener 13 años entonces. Aquella chica había venido para la boda de mi prima. Era modelo o algo así, decían. Y desde mi altura se veía a una mujer sofisticada, elegante, deslumbrante. Inalcanzable, si bien soñable desde la posición privilegiada del primito pequeño, tan mono, al que se le hacen mimos y carantoñas.Llevaba aquel perfume, afrodisíaco, le dijo a mi primo. Esa palabra —que el niño resabidillo entendía— hacía parecer que se tratara de una poción mágica. Tal vez sea por eso, más que por el sex appeal de ella, que he recordado ese olor de una forma tan clara todos estos años.
Hoy he vuelto a encontrar, inconfundible, ese perfume. En el ambientador del váter de la oficina.